En la entrega pasada, decía yo que algo me incomoda en el modo en que usamos las expresiones “derecha” e “izquierda” como descripciones políticas. Cuando nos preguntamos, por ejemplo, si una persona u organización es “de izquierda” sin molestarnos en aclarar con respecto a qué, damos por supuesto que la palabra designa un conjunto fijo de valores o ideas. No creo que sea el caso. Creo que las palabras “derecha” e “izquierda” son útiles y precisas sólo si las usamos en su acepción política como se usan en su acepción espacial: como una dirección. Cada cosa está a la izquierda de algo y a la derecha de algo más, y no puede decirse que algo se ubica simplemente “a la izquierda” si no se aclara de qué. Los valores y las ideas que son de izquierda en un momento, en un medio ambiente o en una época, pueden ser de derecha en otros. El error está en asumir que nuestro marco de referencia es universal. Quisiera argumentar esto con un ejemplo histórico.
La primera vez que se usaron las palabras “izquierda” y “derecha” en su acepción política fue durante la Revolución Francesa, según el sitio que ocupaban los diputados en la Asamblea Nacional de 1789. Los que querían cambios más radicales se sentaban físicamente a la izquierda del salón y los que aspiraban a conservar las instituciones tradicionales se sentaban a la derecha. Los vacilantes se sentaban en el centro. Los nombres que encabezaban aquella primera izquierda han pasado a la historia: Barnave, Duport, Lameth, Lafayette, Mirabeau, Sieyes. Ahora bien: ¿cuáles eran las ideas y los valores de esos “izquierdistas” quintaesenciales? Podemos saberlo con precisión porque conforme la revolución fue desarrollándose cada uno tuvo que ir precisando sus posturas. Defendían la propiedad privada como un “derecho natural”. Deseaban un gobierno representativo, pero no querían que la representación incluyera a las mayorías pobres ni a las mujeres, a quienes consideraban “ciudadanos pasivos” en la misma medida que a los niños pequeños. Querían prohibir la organización sindical. Querían limitar el poder del rey, sí, pero cuando las masas asaltaron las Tullerías y abolieron la monarquía, ellos se opusieron. Aunque en abstracto defendían la igualdad humana, cuando se planteó la igualdad racial en las colonias, ellos se resistieron cuanto pudieron, argumentando que las jerarquías raciales eran necesarias para justificar la esclavitud, que era un gran negocio. En resumen, eran abiertamente monárquicos, elitistas, machistas y racistas, incluso con respecto a su propia época.
¿Sus valores eran “de izquierda”? Sí, pero sólo y específicamente dentro del marco de referencia de la Asamblea Nacional de 1789. En el tumultuoso transcurso de la revolución, la mentalidad del pueblo francés evolucionó hasta rebasarlos y, sin que cambiaran de opinión en ningún tema, estos “izquierdistas” se vieron convertidos en voceros de la extrema derecha. En toda revolución se dan procesos semejantes.
Significativamente, cuando Lafayette cruzó las líneas del frente y se entregó a los enemigos de la revolución para huir de la justicia revolucionaria, se encontró conque los monárquicos del otro lado de la frontera seguían considerándolo un revolucionario radical, y por ello lo encerraron en una fortaleza. Perseguido por derechista en la Francia revolucionaria, fue encarcelado por izquierdista en el imperio Habsburgo. Del mismo modo, cuando la restauración monárquica triunfó en la propia Francia, los sobrevivientes de esta tendencia volvieron a ser considerados “de izquierda”.