El domingo 27 de noviembre de 2022, en el cierre de la llamada marcha del pueblo, el presidente Andrés Manuel López Obrador pidió hacer “realidad y gloria” el humanismo mexicano. ¿Nos falta algo?
Y es que si la esencia del movimiento que está cambiando la vida de México en pro del pueblo es el humanismo, ¿acaso no son las artes entendidas como acción uno de los elementos más humanos que existen y que más nos humanizan? ¿Por qué no se socializan más? ¿Qué potencial tienen dentro del sector educación y otros para combatir los principales problemas que nos dejó el neoliberalismo? Así, ¿seguiremos sólo apreciándolas de manera pasiva o tomaremos todo su poder transversal en favor de la llamada cuarta transformación?
En su último libro, dedicado a los jóvenes, López Obrador, en los capítulo 15 (“Fundamentos para una república amorosa”) y 19 (“Humanismo mexicano”), pide fortalecer los fundamentos teóricos de tal humanismo, al tiempo que comparte memoria histórica sobre el saber ser humano en alteridad. Sin embargo, existe un factor vital para la consolidación de la nueva forma de gobierno y que ha sido invisible durante la previa de las campañas: las artes como acción de transformación social, especialmente en el sector educativo, no exclusivamente el cultural.
La historia universal sugiere que el humanismo en sí es consustancial a las diversas manifestaciones artísticas activas porque el ser humano ya cantaba, pintaba y bailaba miles de años antes de descubrir la agricultura, por ejemplo. También sugiere que no hacíamos arte para expresar belleza, como se ha concebido desde la llegada extranjera, sino para sobrevivir y dejar, como dice López Obrador, una herencia civilizatoria en forma de valores rectores profundos, como la honestidad, la justicia y el amor.
¿Aprovecharemos esto en caso de darse una segunda etapa gubernamental de la llamada 4T? ¿Imaginamos estimular estos valores desde el preescolar a través de las artes? Parece ser que la mayoría de menores de edad ama las artes sin necesidad de que les sean inculcadas en su proceso educativo general ni en sus vidas.
Las artes son una realidad sustantiva en el panorama de nuestra grandeza cultural, un eje vivo, por ejemplo, entre las once familias lingüísticas existentes desde antaño en el México profundo, por lo que deben desarrollarse y consolidarse como un universo activo en la educación pública.