En economía se dice que hay mercados incompletos cuando existe la demanda por un bien o servicio, pero no hay oferta suficiente para satisfacerla. En esos casos, la gente recurre a alternativas subóptimas. Es un lugar común creer que la gente pobre no ahorra, pero sí lo hace. Cuando ahorramos, lo que buscamos es que, en el peor de los casos, nuestro dinero no pierda su valor debido a la inflación y, en el mejor, que obtengamos rendimiento. La gente pobre se enfrenta a la ausencia de servicios financieros cerca de sus localidades o a la presencia de otros que no pagan intereses y, en cambio, cobran comisiones incluso por no utilizar la cuenta. Banco Azteca, que es el banco con mayor número de sucursales después del Banco del Bienestar, prácticamente no tiene una sola transacción sin comisión, cobra 100 pesos por inactividad de la cuenta durante seis meses y tiene una ganancia anual total negativa, es decir, no conserva el valor del dinero, sino que incluso lo pierde. Ante esta situación de inexistencia de servicios financieros o abusos de poder monopólico, las personas pobres ahorran en animales y los rendimientos son sus huevos o crías. De ahí que las alcancías sean cochinitos.
Ante esta falla de mercado, gobiernos de diversos países —Reino Unido, Francia, Alemania, Japón, entre otros— optaron por crear bancas sociales, generalmente utilizando el servicio postal, por ser uno de los de mayor cobertura geográfica, a donde se podían enviar cheques y giros telegráficos. En México existieron diversas iniciativas similares, como Telecomm Telégrafos y el Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros (Bansefi), aunque en realidad nunca lograron tener una alta penetración territorial. Este último sólo tuvo sucursales en 388 municipios y, con el auxilio de corresponsales y sociedades de ahorro y crédito popular, llegó hasta 912. Si se incluyen las terminales punto de venta del extinto Prospera, se llega hasta 2,453. Sin embargo, de 2011 a 2017, de acuerdo con cifras del Banco Mundial, el porcentaje de mayores de 15 años con una cuenta en una institución financiera pasó de 27.4 a 36.9 por ciento. En ese mismo periodo, Perú pasó de 20.5 a 42.6 por ciento. En el caso del 40 por ciento de la población con menores ingresos, estos porcentajes pasaron de 13.8 a 25.9 y de 5.1 a 27 puntos porcentuales, respectivamente, durante el mismo periodo. Para 2022, el porcentaje en México se había elevado a 49 por ciento para toda la población y 32.1 por ciento para el subgrupo de los de menores ingresos. En buena medida, esta mejora se debió a la creación del Banco del Bienestar,que absorbió a Telecomm Telégrafos y Bansefi.
De acuerdo con la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, el número de sucursales bancarias cayó de 2019 a 2021, pero a partir de ese año volvió a incrementarse gracias al Banco del Bienestar, que ahora se encuentra entre los tres principales y con mayor presencia. A diferencia de las sucursales bancarias, el número de cajeros automáticos ha aumentado de manera continua, pero la aceleración del crecimiento se debe también a los que se encuentran en las sucursales de este banco. De igual forma, incrementó en cuatro millones las cuentas de captación entre 2021 y 2022.
Falta mucho todavía para aumentar los niveles de inclusión financiera, pero en este proceso el Estado debe jugar un papel fundamental, sobre todo para que los más pobres no sean objeto de la usura y, en cambio, conserven y aumenten su dinero.