Nuevos horizontes en la política exterior de México

Columnas Plebeyas

Desde la segunda década del siglo XXI, y ello gracias al intenso impacto de la globalización multinivel (a pesar de ser predominantemente económica) en todo el mundo, la dinámica internacional y todos los hechos y procesos que se desarrollan en ella tienen un efecto reverberante en cada vez más actores secundarios, y su aparición, desarrollo y mutación en procesos de mediana o larga duración acontecen con mayor rapidez que antes.

Bajo la anterior premisa, e incluyendo los procesos históricos ya pasados en siglos anteriores, en un periodo de difusión de la dupla globalización/capitalismo de mucho menor intensidad durante los siglos XIX y XX, también tenemos los importantes ciclos sucesorios de potencias dominantes en la dinámica internacional, las cuales se encargarán de conformar el escenario sucesivo toda vez que haya un relevo en la cúspide.

En este sentido, es más claro que el “siglo americano” llama a las puertas de la historia para anunciar su fin: Afganistán, Siria y, de manera más reciente, Ucrania dan cuenta del agotamiento del sistema gubernamental imperial estadounidense y de su  entrada a una fase de crisis o reconfiguración, ello mientras China se prepara a paso constante para, al menos en términos económicos, sucederlo como el poder económico mundial en un par de años.

Ante el presente panorama se le ofrece una oportunidad inmejorable no solamente al gobierno de México sino al de muchos otros países que consideran su política exterior como una herramienta de negociación, reposicionamiento regional e internacional, e inclusive reorientación de desarrollo económico interno a partir de su interacción con el medio externo.

Esta oportunidad, de contar con los medios y el personal apto para la importante tarea, debe estar orientada a tres puntos fundamentales; en primer lugar, recuperar la proyección de México como un actor verdaderamente relevante en toda Latinoamérica, y, gracias al advenimiento presente y futuro de gobiernos progresistas en el cono sur, ello es posible.

En segundo lugar, al recuperar ese peso regional de liderazgo en bloque, nuestro país podrá contar con el respaldo y las credenciales necesarias para poder ser un actor relevante una vez más en la esfera internacional, ello al margen de los organismos internacionales de los que ya forma parte.

Y en último lugar, de aprovechar esa oportunidad de sucesión hegemónica internacional de manera adecuada por medio de este eje rector de política exterior, podremos desvincular nuestro sistema económico imperante y altamente dependiente del estadounidense, para ser remplazado aquel por uno de naturaleza multilateral, el cual es mucho más robusto ante cualquier periodo de crisis e inestabilidad.

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