¡No era en serio, compañeros!

Columnas Plebeyas

Durante los últimos cinco años, los intereses que conforman el Frente Amplio por México se han esforzado en realizar un truco de prestidigitación retórica en donde ellos luzcan como los guardianes de la democracia contra el populismo autoritario de “López”. El truco —poco exitoso dentro del país, sólo eficaz dentro de férreos círculos antiobradoristas— sí ha hecho mella en el extranjero, impulsado por aliados en las organizaciones no gubernamentales y la prensa corporativa, y alimentado por los estereotipos del norte global, que ven en todo líder progresista de América Latina un dictador mesiánico y en todo pueblo que lo elige una bola crédula y supersticiosa.

El truco es particularmente cómodo para una élite que ve en sí misma la fuente de toda virtud. Y es, además, bastante conocido, ya que fue empleado durante décadas por el panismo contra el Partido Revolucionario Institucional (PRI) hegemónico; ahora —oh, ironía— es el mismo panismo quien se ha casado con los vestigios de ese PRI, en una desesperada tentativa por mantenerse a flote. Alito, Marko y Claudio: los coguardianes de un juego de democracia procedimental, lleno de un tablero de instituciones diseñadas para que nada cambie y todos los participantes salgan ganadores, con los bolsillos llenos de dinero del erario. Como dijo el cómico y crítico acérrimo George Carlin en un contexto no tan disímil: “es un gran club y tú no formas parte de él”.

Pero de vez en cuando el truco topa con esa cosa dura y cristalina llamada realidad. Y lo ha hecho de manera espectacular en el caso del proceso de selección del candidato presidencial del Frente. Tantas cosas procedimentales fueron prometidas: encuestas, foros, firmas, un comité de notables, todo encaminado a una elección primaria para el domingo 3 de septiembre, un claro contraste con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) tanto en tiempo como en forma.

No estaba destinado a ser. Ni bien inició, el comité de notables se disolvió. Luego, como si de una temporada de Los Soprano se tratara, los precandidatos empezaron a desaparecer uno por uno. Los tres aspirantes ciudadanos, pafuera: ¿no que esto iba a ser un proceso abierto a la sociedad civil? En cuanto a los aspirantes perredistas, ni siquiera pudieron entrar por la puerta trasera. Luego se despidió Enrique De la Madrid. Luego, con lujo de dramatismo y como peón de sacrificio para frenar a una Beatriz Paredes en ascenso, Santiago Creel. Y finalmente —última escena de un pésimo guion— la misma Paredes fue desenchufada a meros días de la elección interna por el imperdonable acto de amenazar con ganarla. ¡Eso de demócratas no era en serio, compañeros! ¿No vieron que era para consumo exterior? ¿De dónde nos van a financiar sino desde el gabacho?

Al cabo de todo eso, quedó la que iba a quedar: Xóchitl Gálvez. Pero ganando, pierde. Después de dos meses de fuerte desgaste relacionando con sus negocios al amparo de poder, dejó escapar la oportunidad de volver a reclamar algo de legitimidad a través de una victoria electoral. Y de igual forma, se le fue la oportunidad de mostrar, como ha insistido en repetidas ocasiones, que ella no es controlada por nadie. Pudo haberse opuesto a los designios de Claudio X. González e insistido en que la elección del domingo se llevara a cabo; no lo hizo. O no con la suficiente convicción. En lugar de eso, dio toda la apariencia de haber cedido, aceptando, validando el show hasta el grado de fingir sorpresa cuando Paredes declinó. Los viejos fantasmas de la simulación no se habían ido del todo.

¿Esto quiere decir, en cambio, que el proceso de selección de Morena ha sido perfecto? Lejos de eso. Una encuesta, con la cantidad de candados que tenga, nunca va a poder reemplazar a una elección genuina. El tiempo estuvo muy comprimido, hubo una ausencia de foros que habrían enriquecido el debate y, por ende, las giras terminaron iluminando poco acerca de las diferencias sustanciales entre los candidatos, que se supone que era la razón de ser del ejercicio en primer lugar.

Pero, eso sí, no hubo ni comités abortados ni declinaciones a modo. El proceso anunciado (hasta el momento de esta publicación) se ha cumplido. En fin, algo perfeccionable, muy a diferencia de un pésimo guion como el del Frente, cuyo único destino es la cesta. O quizá Televisa.   

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