La economía social y solidaria, conforme a José Luis Coraggio, parte del hecho de que todos los fenómenos económicos son hechos sociales y, por tanto, están atravesados por la multidimensionalidad de las sociedades humanas. Es decir: a lo económico lo atraviesa lo material, pero también lo simbólico, cultural y político. No es sensato, por tanto, abstraer lo económico de los principios y valores generales que dan forma a una sociedad determinada. Se puede hacer el esfuerzo de reprimir las variables sociales en las que están inmersas las unidades económicas en aras de aumentar su rendimiento utilitario, pero será a costa de la sociedad en su conjunto y de sus integrantes, quienes no verán en sus fuentes de materialidad una correlación adecuada con su sentido de dignidad. Dada esa perspectiva, se vuelve muy relevante la opinión de Juan Gerardo Domínguez Carrasco, quien nos dice que mientras que las empresas tradicionales son organizaciones económicas que intentan reducir tanto como es posible su dinámica social, las cooperativas son más abiertas a la multidimensionalidad; tanto, que más bien habría que definirlas al revés: son organizaciones sociales con actividades económicas. Por tanto, el potencial que tienen de brindar calidad de vida y desarrollo a todas las personas es enorme. ¿Qué evita que ese potencial se vuelva realidad en México? Primero, habría que poner en tela de juicio justo ese supuesto fracaso del cooperativismo en México. Domínguez Carrasco, en su obra “Las cooperativas como polos de desarrollo regional en México”, da cuenta del papel que ciertas cooperativas juegan actualmente en el desarrollo social y económico de varias regiones del país. Para ello divide su análisis por actividad económica (pesca y acuacultura, actividades diversas, transporte, ahorro y préstamo, agropecuario y agroindustrial, y transformación), para luego presentarnos los resultados de varios esfuerzos cooperativos nacionales que, a pesar de no haber encontrado el ambiente más propicio bajo el régimen neoliberal, han representado oportunidades de autoempleo, organización y dignidad para sus integrantes con un éxito bastante notorio, aunque poco conocido. Algunos ejemplos de estas historias de éxito son la Sociedad Cooperativa de Producción Pesquera Pescadores Nacionales de Abulón; la Sociedad Cooperativa de Buzos y Pescadores de la Baja California, la Sociedad Cooperativa Laguna y Esteros de Alvarado, la Sociedad Cooperativa de Vivienda Palo Alto, Sociedad Cooperativa de Autotransporte de Camioneros del Servicio Urbano de Jalapa, varias Cajas Populares, y algunas de las cooperativas más conocidas, como la Sociedad Cooperativa Trabajadores de Pascual o la Sociedad Cooperativa Tozepan Pankizaske. Todas estas organizaciones se caracterizan por seguir, en la medida de lo posible, los llamados siete principios del cooperativismo universal definidos por la Alianza Cooperativa Internacional (teniendo como inspiración el bosquejo de principios hecho por la primera cooperativa reconocida formalmente en Inglaterra, conocida como la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale): adhesión voluntaria y abierta, control democrático de los miembros, participación económica de los miembros, autonomía e independencia, educación, formación e información, cooperación entre cooperativas, compromiso con la comunidad.
Estoy convencido de que una parte importante de la cuarta transformación de la vida pública de México pasa por consolidar nodos de pueblo organizado más allá del Estado. Estos nodos nos permitirían extender los esfuerzos de dignidad nacional que Andrés Manuel López Obrador ha emprendido y consolidado desde ese aparato burocrático. Esto, además de aumentar el alcance de los esfuerzos oficiales, daría viabilidad y sustento al movimiento fuera del Estado, e incluso le daría posibilidades de politización constante a las bases frente a, por ejemplo, liderazgos o cúpulas partidistas.
Pensemos en cuán beneficioso sería para el obradorismo el contar con una red cooperativa fuerte que represente, en algún momento, un apoyo material, económico y político mucho más sensible a las aspiraciones de dignidad nacional que las actuales organizaciones empresariales. Si bien estas últimas tienen y tendrán siempre un lugar fundamental en el proyecto nacional, sería muy sano que convivieran, y hasta compitieran, con una forma de organizar principios y materialidades más democrática que no viera en los trabajadores mera mano de obra, sino personas con aspiraciones y necesidades legítimas, con derecho a sentarse a la mesa de quienes toman decisiones en todas las escalas de la vida social.
Referencias
Coraggio, J.L. (2009). “Territorio y economías alternativas” . Ponencia presentada en el I Seminario Internacional de Planificación Regional para el Desarrollo Nacional. Visiones, desafíos y propuestas, La Paz, Bolivia, 30-31 de julio.
Domínguez Carrasco, Juan Gerardo (2007). Las cooperativas, polos de desarrollo regional en México. Bioplaneta: Ciudad de México.