Hay un dicho muy acuñado que se volvió popular para describir aquellos acuerdos que se alcanzan de manera discreta, el famoso “pacto de caballeros”, que tiene su raíz a comienzos del siglo XX por los lazos entre industriales para controlar precios sin perjudicar sus intereses económicos y de clase, fuera de un contrato formal.
Ese pacto discrecional generó un decir muy común, en especial para referir los acuerdos tácitos de los hombres en sus relaciones, sin necesidad de decirse todo porque “hay cosas” que se sobreentienden. En la política este pacto de caballeros pareciera ser parte de un lenguaje sincrético, vedado para nosotras, que en ocasiones nos volvemos parte de ese pacto no porque participemos, sino porque se suele disponer de nosotras para llevarlo a cabo. La ensayista Adrienne Rich habla sobre las implicaciones de estos pactos en temas de acoso sexual contra las mujeres, con repercusiones que engloban la no denuncia y que reflejan lo complejo que resulta años después seguir teniendo estos problemas por las mismas razones, donde tal vez el más contundente sea el miedo de las víctimas a no ser creídas, el miedo a las represalias en el trabajo o ante la familia.
Este pacto de caballeros se encuentra incrustado hasta en los estratos de menor incidencia política o de menor poder. Y cuando una mujer decide hablar, denunciar o manifestar su incomodidad tras notar tal acuerdo tácito, la culpa, el desprestigio, la falta de veracidad arremeten contra ella. Si el conflicto explota en la esfera pública, los señores arremeten contra el blanco más puntual, que somos las mujeres.
Por fortuna, todavía existimos mujeres incómodas que nos convertimos en la falla del pacto, un escozor que menciona, que pone sobre la mesa lo rancio de esperar la comodidad de señalarnos como responsables de las faltas propias de la moral patriarcal. Así, nos toca tirar la piedra sin esconder la mano: hacer ruido, el suficiente que les impida sostenernos la mirada. Los refranes, como los pactos, se acaban. Que cada vez alcance menos su camaradería para pactar sobre nuestra integridad y nuestros cuerpos.