Para poder comprender los hechos políticos del presente, en el contexto de un gobierno que se define a sí mismo como una cuarta transformación, es necesaria una mirada panorámica que abarque por lo menos tres lustros de retrospectiva. No se trata esto de un capricho ideológico o de un anclaje al pasado. Se trata de ponderar que muchos de los actores políticos de entonces mantienen vigencia hoy tanto en sus objetivos como en sus prácticas.
De ahí que resalte un aniversario en estos días: el 27 de abril de 2005, fecha histórica en la que el entonces presidente Vicente Fox anunció en medios que aceptaba la renuncia de su procurador Rafael Macedo de la Concha y que la entonces Procuraduría General de la República (PGR) desistía del intento de desafuero contra Andrés Manuel López Obrador, entonces jefe de gobierno de la Ciudad de México.
Tal anuncio fue corolario de una victoria de la resistencia pacífica y democrática: tres días antes, el domingo 24 de abril, la marcha de protesta más grande de la historia mexicana hasta el momento (con 1.2 millones de asistentes) evidenció a una sociedad politizada y dispuesta a salir a las calles para oponerse a una trampa autoritaria que tenía como trasfondo la intención de contaminar la elección de 2006.
La sociedad movilizada triunfó y Fox salió derrotado. El desafuero de 2005 iba a constituirse como el primer intento de golpe de Estado suave en México en el Siglo XXI. Pero la inercia democrática social —más que la institucional— puso un legítimo alto. Si bien a 18 años de ese hecho histórico el escenario ha cambiado, esa coyuntura todavía abona a interpretar el presente, pues ciertas inercias se mantienen. Vale la pena resaltar tres de ellas.
Uno. Hoy, 2023, López Obrador gobierna y su administración no reproduce las taras antidemocráticas que sí ejercieron Fox o Felipe Calderón. Sin embargo, los adversarios del presidente no han claudicado en ejercer en su contra una oposición no leal, que no duda en usar recursos no democráticos para sus fines, tal como lo hicieron en 2005 al emplear una institución de justicia con fines sectarios. Ahora no dudan en usar recursos poco claros y mentiras dolosas para debilitar a su contrincante.
Dos. Una reestructuración partidista. En 2005, en el contexto del desafuero, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN) fueron capaces de distender sus presuntas diferencias históricas en aras de atacar a un enemigo común. Sepultado quedó aquel panismo de bregas de eternidades y limpieza electoral, que no dudó en aliarse al PRI de Roberto Madrazo en la Cámara de Diputados para conformar un bloque que tratara de concretar el golpe antidemocrático del desafuero. Hoy, el PRIAN, esa criatura gestada en 1989 entre Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos, unida por un proyecto económico común y fortalecida en 2005 ante un enemigo mutuo, es una realidad formalizada. Si bien esa unión existe por razones de supervivencia electoral, también es porque mantiene una impronta de más de dos décadas de animadversión compartida contra el hoy presidente.
Tres. Un visor interno de las fuerzas partidistas. La coyuntura de 2005 dotó a las fuerzas partidistas de izquierdas de una fortaleza electoral que desde 1988 resultaba inédita. La candidatura de López Obrador emergió como una garantía de triunfo de cara a 2006 y, con ello, se abrió la pauta para un movimiento electoral diverso que incluyó valores democráticos ejemplares, pero también lastres oportunistas de todo signo, desde burócratas perredistas sin principios —como los miembros de Nueva Izquierda— hasta advenedizos de otros partidos que se sumaron en 2006 al obradorismo no por compartir proyecto sino por buscar candidaturas. Hoy el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), como partido gobernante, enfrenta esta traba con mayor fuerza.
El análisis político del presente no puede hacerse sin el telescopio de la historia. De ahí que una retrospectiva que mire esas coyunturas ofrezca indicios sólidos para dar una interpretación correcta de lo que sucede hoy. La brega democrática de abril de 2005, así, es un referente que sirve no sólo para explicar la conformación de lo que hoy es Morena, sino también para el análisis de la consolidación y prácticas de sus adversarios más enconados.