Con el paso del tiempo y conforme empieza un nuevo año las cosas parecen tomar cierto reinicio, o como coloquialmente decimos: hay un borrón y cuenta nueva, pero para el escenario internacional raramente esto puede aplicarse, y prueba de ello son conflictos que venimos arrastrando desde 2022, o bien efectos secundarios de hechos previos a otros años.
En cuanto a esta última idea, y para exponer nuestro primer punto de balance anual, en Brasil el 8 de enero sujetos de extrema derecha afines al expresidente Jair Bolsonaro, trataron de tomar por la fuerza las sedes del Congreso, la presidencia y el Suprema Tribunal, todo en Brasilia, esto en franca consonancia con los sucesos del 6 de enero de 2021 registrados en Washington, cuando simpatizantes de Donald Trump de igual forma trataron de desconocer los resultados electorales presidenciales, bajo insustanciales supuestos de fraude.
Ambos casos quedarán para la historia como rabietas últimas de líderes populistas y oportunistas que lucraron con el desencanto democrático tradicional de amplios sectores de la población para llegar al poder, y una vez hecho esto poco o nada lograron cambiar favorablemente para quienes les otorgaron el voto.
No obstante, y para el caso del país latinoamericano específicamente, se sienta un peligroso precedente, pues es preciso recordar que movimientos golpistas del siglo pasado partieron varias veces del desconocimiento de la validez electoral para instaurar regímenes que descarrilaron por completo los procesos de institucionalización y democratización real en la región.
En otras latitudes, el conflicto en Ucrania sigue en marcha ininterrumpida, con ningún lado dispuesto a ceder, y con un bloque euroatlántico-estadounidense comprometido a toda costa a destinar los recursos financieros necesarios para “pelear la guerra hasta el último ucraniano”, según palabras del senador republicano Lindsay Graham.
Bajo esta poca alentadora situación, un elemento adicional puede cambiar el curso de los acontecimientos para bien, lejos de lo que muchos líderes belicistas esperarían, pues a principios de este 2023 el Banco Mundial ajustó las expectativas de crecimiento para toda la zona europea a 0%, es decir que no habrá ningún crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en estos países y existe una seria posibilidad de que entren en recesión.
Ante ello, resta por ver si en realidad los grupos gobernantes de aquellas naciones están dispuestos a sacrificar sus economías y las de millones de personas en el altar de la guerra, o aprovecharán el reinicio de año para volver al sentido común.