Vulvocracia y Kamala Harris

Columnas Plebeyas

En mi entrega pasada propuse analizar las prácticas de las mujeres que son designadas en puestos en el gobierno y dejar de lado las etiquetas, a propósito del llamado “tiempo de mujeres” de la 4T y su segundo piso, así como de las declaraciones de algunas servidoras y políticas que se autodefinen feministas.

Evidentemente, he defendido y celebro que las mujeres ocupemos puestos estratégicos en la dirección de un gobierno; me emocioné y congratulé por el resultado de las recientes elecciones, en las que fue ampliamente vencedora Claudia Sheinbaum.

Sin embargo, el voto no debe ser considerado una carta abierta, y tampoco es un mensaje según el cual, después de realizado el ejercicio democrático, nuestras gobernantes puedan hacer lo que les plazca sin crítica o escrutinio por parte de la ciudadanía, de quienes las votamos.

Me decepciona escuchar argumentos que intentan legitimar ciertas acciones y decisiones de gobierno mediante el discurso del voto mayoritario; es decir, justifican cualquier decisión esgrimiendo de forma manipuladora que la ciudadanía, al votar por un proyecto, aceptó cualquier acción o decisión que se tome en nombre del proyecto. ¿El fin justifica los medios?

Tengo la expectativa de que el gobierno de Claudia conciba que el ejercicio ciudadano del voto es constante y no se finiquita el día de la elección. El problema de entender a la democracia como un derecho ciudadano que se agota en un día puede traer como consecuencia un gobierno petulante y sordo con la ciudadanía que lo votó y que está comprometida con la participación a través de la opinión informada, que valora la libertad de debate, crítica y escrutinio sobre acciones y decisiones que pueden ser trascendentales para el gobierno y para la gente.

Lo anterior encuentra relación con la importancia de apartarnos de la vulvocracia, en la medida en que hace referencia a la feminización de la política. Escuché por primera vez esta palabra de la voz de María Galindo, lesbiana feminista, cofundadora de la organización anarquista de Bolivia Mujeres creando, que propone como proyecto del feminismo renunciar a la igualdad de género neoliberal y despatriarcalizar el pensamiento, las estructuras y las relaciones sociales. Siguiendo a María, quiero postular que el hecho de que haya más mujeres en el gobierno nos interpela a ser más críticas, incluso dentro del mismo movimiento, frente el artilugio (neo)liberal, que puede colarse en todas partes. 

Que existan más mujeres en cargos de poder, en las estructuras y en la toma de decisiones nos obliga a evitar simples políticas de integracionismo, y compromete a los feminismos a señalar aquellas acciones, actitudes o decisiones cisheterosexistas, racistas, clasistas, etcétera. Estamos viviendo un momento importante para los feminismos, sin embargo, también estamos viviendo los riesgos de que aquel sea engullido, asimilado o instrumentalizado (?) por discursos vacíos que sostienen estructuras y prácticas opuestas a los objetivos de construir un mundo-otro en el que la discriminación, la explotación, la opresión y la violencia de unos sobre otros no sea más funcional.

Al respecto, puede haber muchos ejemplos en la historia, pero, para hablar en la contemporaneidad, la postulación de la punitiva Kamala Harris como candidata presidencial de Estados Unidos por el Partido Demócrata, quien podría competir con Donald Trump, demuestra que la vulvocracia no es feminista, que no basta ser negra para ser antirracista, mujer para ser feminista ni proletaria para tener conciencia de clase.

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