El cooperativismo era uno de los temas predilectos del general Lázaro Cárdenas, para quien la organización era una de las tareas políticas más importantes; quizá la más importante. Sin embargo, nunca logró consolidar al gran sector cooperativo que soñaba como contrapeso popular frente al empresariado, ya muy bien organizado desde entonces. ¿Qué hizo falta y por qué vale la pena insistir en este esfuerzo?
Cárdenas insistía en la organización de las masas populares porque eso permitía su subjetivación; es decir: el reconocimiento, activación, unificación, articulación con el Estado y la instauración de un sentido integral nacional plebeyo en el que, por fin, las instituciones trabajaran para mejorar la vida de las mayorías históricamente excluidas. En pocas palabras, la organización popular era el único medio para convertir al pueblo en una fuerza capaz de actuar por sí misma; requisito indispensable en la lucha por sus derechos. A diferencia de Plutarco Elías Calles y muchos otros revolucionarios de su tiempo, él no creía que la política era la arena en la que las élites dirimían sus diferencias (concepción que hacía del pueblo un mero recurso cuantitativo en un tablero de intereses, frío y calculador). Al contrario: la política (al menos en democracia) es el recurso de quienes no tienen otros recursos para procurar una vida más digna. Para poder hacer uso de esta herramienta había que organizarse.
En esta visión, el cooperativismo debía jugar un rol muy importante: no era la ingenua instancia de eliminación de clases ni tampoco la claudicación de la lucha de la que se dolía el marxismo ortodoxo, sino más bien uno de los medios puesto a disposición de los trabajadores y trabajadoras para, por fin, sentarse a la mesa del proyecto nacional. No era, por cierto, ni el único ni quizá el más importante de los medios (de hecho, el campo de acción del general Cárdenas en esta materia tuvo como centro a los sindicatos combativos liderados por Vicente Lombardo Toledano, capaces de coordinarse pero también de oponerse a las decisiones del gobierno), pero sí uno fundamental que permitiría que las clases trabajadoras no sólo accedieran a derechos laborales impostergables, sino también a los medios de producción. Decía Cárdenas: la unificación sindical y el cooperativismo son los dos vehículos fundamentales para conseguir la capacitación del proletariado, preparando su arribo al dominio integral de los medios de producción.
Sin embargo, esta visión nunca llegó a concretarse. El cooperativismo en México se ha mantenido, en cierta medida, como una promesa eternamente postergada. Esta postergación tenía sus razones desde entonces. Arnaldo Córdova incluso señala, dolorosa pero acertadamente, que a la postre se vería la cualidad demagógica de colocar al cooperativismo en esa posición.
Lejos de tirar los brazos, esto debe llevarnos a investigar cuáles son las condiciones de posibilidad de un cooperativismo fuerte en México. Esto debe hacerse no para fetichizarlo, ya se ha dicho que no es la única vía de organización. Más bien, el objetivo fundamental es contar con una instancia adicional de organización obradorista. Este último tema es fundamental: como buenos cardenistas que en el fondo somos, debemos procurar la existencia de instancias de pueblo organizado que protejan y den cauce a la potencia plebeya con, contra y más allá del Estado.
Analizaremos estas condiciones de posibilidad en el siguiente ensayo. Sin embargo, adelanto una intuición: el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha construido muchas de esas condiciones y ello debe ser aprovechado. Las ventanas de oportunidad histórica suelen durar abiertas muy poco tiempo.