Un partido a la altura de la transformación

Columnas Plebeyas

¿Cuándo se hace históricamente necesario un partido? En sus Cuadernos de la cárcel posteriores a 1932, Antonio Gramsci apunta que la función de los partidos puede ser progresiva o regresiva: “es progresiva cuando tiende a mantener en la órbita de la legalidad a las fuerzas reaccionarias despojadas del poder y a levantar las masas atrasadas al nivel de la nueva legalidad. Es regresiva cuando tiende a comprimir las fuerzas vivas de la historia y a mantener una legalidad superada, antihistórica, hecha extrínseca”. Es decir, cuando el partido es progresivo funciona democráticamente y cuando el partido es regresivo funciona de manera burocrática.

Ahora, escribir sobre un partido político es aún más complicado cuando tiene la tarea de construirse a la par que lucha por la transformación de la vida pública nacional.

Esta es la tarea a la que se ha dado el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), encabezado por Andrés Manuel López Obrador, que desde su nacimiento, el 2 de octubre de 2011, ha pasado por una serie de transformaciones que lo han llevado de ser un movimiento político y social a en 2012 pasar a ser una asociación civil, para finalmente en 2014 convertirse en partido político.

A casi seis años de la aplastante victoria electoral de 2018, donde Morena obtuvo la presidencia de la república y la mayoría parlamentaria en ambas cámaras, no hay duda alguna del dominio electoral que ha conseguido el partido, gobernando a la fecha 21 de las 32 entidades de la federación.

Más allá de la lógica electoral, ¿cuál es su tarea precisa y permanente? ¿Basta con los votos y las victorias electorales? ¿Manifiesta la voluntad de un determinado grupo social?

Podemos intentar responder recordando a Arnaldo Córdova, uno de los politólogos más importantes del país, siempre comprometido política e intelectualmente y que dedicó sus últimos años a señalar la importancia de construir el partido mientras se transformaba al país, entendiendo los retos que esto implicaba. Independientemente del resultado de las elecciones, creía que la lucha debía “dar a Morena la mejor estructura organizacional y de principios, consolidarlo como frente de izquierda y como bloque de poder”.

También, escuchar a Enrique Dussel, filósofo del sur global y fundador de Morena, siempre sabio y generoso, quien señalaba que “el partido debía ser una escuela política, no una maquinaria electoral”, e insistía en formar una “ideología coherente” volteando a ver la historia del movimiento.

Contrarias a estos planteamientos, las contradicciones, incongruencias y divisiones al interior han llevado al partido a cometer errores políticos, replicar prácticas tradicionales e incluir cuadros políticos reciclados, impresentables y oportunistas de los que habría que desconfiar. En 2021 esto ocasionó la derrota electoral en la Ciudad de México, la pérdida de alcaldías y distritos electorales muy importantes, lo que nubló el caminar del partido entre distintas visiones de hacía dónde debía ir, calibrando principios y pragmatismo. Por eso, es necesario que Morena vuelva a sus inicios y retome planteamientos e ideas de referentes políticos e ideológicos como Córdova y Dussel, si realmente quiere ser un partido transformador que no sólo dependa de su líder.

Morena tendrá el reto de caminar a la altura que el momento histórico reclama, ser el partido que represente la voluntad y los intereses de clase de los grupos subalternos, abordando grandes problemas, erradicando las prácticas políticas tradicionales, abriendo y democratizando procesos, formando e impulsando nuevos cuadros, acercándose a las bases y a la militancia, creando nuevas narrativas y demostrando que otras formas de hacer política son posibles.

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