Un discurso para Allende

Columnas Plebeyas

Discurso pronunciado en el acto conmemorativo por los 50 años del Golpe de Estado en Chile.

Compañeras y compañeros:

Muchas gracias a Diputados y concejales por atender la convocatoria.

Muchas gracias a nuestra querida Myriam Urzúa, por compartir este momento con nosotros. Es un honor que una mujer así participe del gobierno de la transformación en la Ciudad.

Nos reunimos el día de hoy que se cumplen 50 años del brutal golpe de Estado en Chile por distintas razones. Primero, porque defendemos la vida. Porque el proceso que comenzó con el derrocamiento de Salvador Allende fue parte de una política de los Estados Unidos para imponer dictaduras militares en América Latina que dejaron miles de personas torturadas, víctimas de ejecución extrajudicial y detenidos desaparecidos. Miles de vidas cuyo único delito fue soñar un mundo distinto, con una sociedad más justa; vidas que fueron brutalmente apagadas. Nuestra convicción humanista nos impide olvidar una atrocidad tan grande, necesitamos mantener viva la memoria porque sólo así podremos asegurarnos de que nunca más se repita. Y porque todos los compañeros que perdieron la vida a lo largo de la Patria Grande merecen nuestro recuerdo y homenaje.

Nos reunimos aquí también porque un día como hoy, hace 50 años, murió en combate por la democracia un hombre de esos que parecen gigantes. Un hombre que nos legó una visión de la política y de la transformación que nos sigue dando lecciones. El presidente Salvador Allende fue un revolucionario, un médico, un humanista, un socialista, un demócrata que siempre mantuvo la fe en la capacidad del pueblo para transformar la historia. Allende nunca desesperó, logró conquistar la presidencia de Chile después de cuatro intentos. Recorrió su país y organizó a su partido desde los años treinta del siglo veinte, con la profunda convicción de que la transformación de Chile sólo sería posible con la inmensa participación y concientización del pueblo. ¿Les suena conocido? Pues sí, nuestra transformación, que es muy mexicana, tiene en Salvador Allende un punto de inspiración.

En el discurso del comienzo del gobierno del presidente Allende, un 5 de noviembre de 1970, expresó: “Nuestro programa de gobierno, refrendado por el pueblo, es muy explicito en que nuestra democracia será tanto más real cuanto más popular; tanto más fortalecedora de las libertades humanas, cuanto más dirigida por el pueblo mismo”.

Parece que Allende le sigue hablando a los chilenos, a los latinoamericanos, les diría que a toda la humanidad de nuestro tiempo. Hoy, en el año dos mil veintitrés, 50 años después del golpe de Estado en Chile, lo que se ha expandido en el mundo es el sometimiento de los países y de su clase política al interés de las grandes corporaciones. De hecho, el neoliberalismo, esa inmensa revolución conservadora ha consistido en diciplinar por medio de la violencia política a nuestras sociedades. ¿Para qué? Para hacer exactamente lo contrario a lo que esperaba Allende, si él proponía una democracia cada vez más popular, es decir, con mayor protagonismo del pueblo, de los humildes, de los pobres; lo que el neoliberalismo ha impuesto en el mundo son democracias con cada vez mayor protagonismo de las grandes corporaciones, de las élites económicas, la auténtica instauración de oligarquías que simulan ser democracias. En buena medida en eso reside la Cuarta Transformación de la vida pública en México, en separar al poder político del económico, en recuperar el protagonismo del pueblo, en establecer una auténtica democracia. Eso es nuestra tarea actual, por eso padecemos una campaña de desprestigio y mentiras sistemática, porque nos hemos atrevido en recuperar la democracia para los mexicanos. Esa es la batalla que están dando los pueblos de nuestra América en Colombia, en Chile, en Argentina, en Brasil y Bolivia, entre otros.

Por eso tenemos que estar aquí, porque seguimos necesitando el pensamiento, la inspiración y la enseñanza de Salvador Allende. Por su humanismo, por su profundo amor al pueblo, por su intenso espíritu democrático y además por ser la prueba de que el conservadurismo está dispuesto a todo.

Desgraciadamente, en Chile, hace 50 años, la derecha aliada con los Estados Unidos decidió cortar el sueño de la transformación de un zarpazo, sin miramientos. El derrocamiento del presidente Allende se gestó después de meses de boicot económico, de intensa campaña propagandística por parte de la mayoría de los medios de comunicación. Por eso es indispensable que los partidos conservadores de toda América, por ejemplo, el PRIAN aquí en México, expresen su condena a lo que sucedió en Chile. Necesitan demostrar que han cambiado y que nunca más estarían dispuestos a avalar la interrupción violenta de la democracia.

Finalmente, quiero hacerles una propuesta. Cuando pensamos en realizar este acto, buscamos un monumento al presidente Allende. Y nos encontramos con que no existe un espacio en la Ciudad de México. Por eso decidimos venir a albergarnos en la sombra del benemérito de las Américas, el presidente Juárez, que es recordado en todo el mundo por su gesta heroica en defensa de nuestra soberanía nacional. Pero queremos anunciar que solicitaremos al jefe de gobierno, Martí Batres, que se asigne un espacio en la Ciudad para que podamos homenajear al presidente Allende. Nosotros en el movimiento a haremos una campaña de recaudación de fondos para poder levantar un modesto monumento y así lograr, en nuestro espacio urbano, un recinto de memoria para Allende, el chileno universal que creyó en el pueblo y que dio su vida para que los humildes de su patria vivieran con dignidad.

¡Viva Chile!

¡Viva Allende!

¡Viva México!

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