Sueñan los conservadores

Columnas Plebeyas

En mi columna anterior para Sentido Común esgrimí la idea de que Xóchitl Gálvez ha entusiasmado a la oposición por representar la ilusión del individuo autoengendrado; por la ilusión de que no es por su grupo, sino por ella misma —como individuo autónomo— que habla. En esta entrega anoto otra sencilla razón: Gálvez entusiasma a algunos intelectuales porque les hace soñar que son progresistas. Se trata de un sueño para analizar y, como todo análisis de sueño, es un tema serio. 

Solamente podría anotar que aunque parezca muy difusa la frontera entre izquierda y derecha, aunque parezca imposible determinarla, aunque parezca complicado, no lo es. Se trata de una oquedad fundamental de la autoridad frente a la que existen dos posibles anudamientos: uno de izquierda y otro de derecha. Los conservadores, por lo tanto, no se pueden volver de izquierda y viceversa; por más y mejores argucias argumentativas, los más probable es que los conservadores se queden como conservadores siempre. 

La ideología va más allá de la voluntad y más allá de razonamientos teóricos; no alcanza tampoco con la distinción y la lucha de clases; se trata de un compromiso racional y afectivo imposible de ocultar. Más allá de los cálculos conscientes, hay expresiones cotidianas; es imposible ocultar el rechazo, se les sale el desprecio a Andrés Manuel López Obrador y con ello sabemos que son de derecha. Con esto se retuercen más: no soportan que López Obrador se erija como la frontera divisoria entre las ideologías, y se conforma una especie de bucle diabólico. Un bucle en el que se constata, a pesar de cualquier esfuerzo, que los afectos, sí, la subjetividad —inexistente como tema en las materias universitarias de los títulos que ostentan—, ese sentimiento por López Obrador, por ese señor de carne y hueso, que a final de cuentas es eso, un hombre entre otros hombres, esas pasiones son suficientes para saber que son, a pesar suyo, conservadores. 

Son intelectuales de derecha, intelectuales que se miran en ese terrible reflejo; se dicen liberales, se lo dicen a sí mismos diez veces al día, dependiendo de la coyuntura se lo dicen a sí mismos miles de veces al día, hay algunos muy famosos y otros no tan famosos, hay algunos vecinos, maestros, directores de carrera, hay gente crítica y capaz, culta; son personas tan sensibles que quisieran ser de izquierda. Pero no lo son.

La pregunta es por qué sueñan con ser progresistas. Seguramente hay una razón; de hecho, tengo una idea; creo saber por qué lo desean y por qué lo desean tanto: se trata de un anhelo infantil anudado a la crianza autoritaria que suelen sufrir. Pero basta señalar los contenidos que ellos mismos expresan. Es suficiente subrayar lo que muestran con tanto entusiasmo, sin poner nada de nuestra cosecha; porque no hace falta; y porque quedan pocas líneas para terminar. Sueñan con tener —cualquier paradoja que muestre esto resulta más estimulante— una candidata de izquierda (trotskista), sueñan con una candidata que les devuelva a ellos mismos la gran ilusión de no ser conservadores.

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