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Transformación cultural: los semilleros creativos

Mientras que en sus familias o experiencias cercanas el cruce de la frontera está relacionado con la trata, las autoras e intérpretes fueron a Estados Unidos como artistas.

semilleros creativos

Unos meses antes de la elección de 2018, Alejandra Frausto dio a conocer un documento llamado El poder de la cultura, en el que se esboza la que sería la política cultural del sexenio. Dos de los ejes del libro dan cuenta del diagnóstico que compartía la ahora titular de la Secretaría de Cultura federal con gran parte de la comunidad cultural: había una gran centralización de la producción cultural y la toma de decisiones, por lo que se planteaba “redistribuir la riqueza cultural”; y el aparato cultural se había alejado de los grandes problemas sociales y económicos del pueblo, por lo que una promoción intensa de la “cultura de paz y convivencia” era necesaria para recuperar la confianza popular en la dependencia federal.

Han pasado poco más de cuatro años de gobierno y el panorama cultural ha cambiado por completo. La diversidad cultural de México ha recobrado fuerza, las lenguas indígenas toman las tribunas como nunca antes, existe una reflexión muy potente (que pasa por el arte contemporáneo y las artes decorativas) sobre “la mexicanidad”, su origen y destino. Se ha vuelto un tema recurrente en las mesas el papel del Estado frente a la cultura en contraposición con el mercado, el qué hacer frente a un país cuya organización social está atravesada por las culturas que nos componen. En esta conversación, el gobierno no ha estado ausente, pensamiento y acción se han puesto al servicio de cumplir esas metas planteadas durante la campaña electoral, mientras una parte de la comunidad cultural también ha expresado su constante desacuerdo con la visión cultural del gobierno.

Cultura comunitaria y semilleros creativos

La secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, reconoce algo que por evidente a veces pasa desapercibido: “en las zonas en donde mayor marginación he encontrado es donde mayor riqueza cultural hay. Esto se cumple dolorosamente, pero se cumple. A partir de un programa como este tú puedes hacer que esa comunidad se transforme desde lo que sí es y no desde lo que no tiene”.

Cultura comunitaria es el programa nacional que puso en marcha esta administración para impulsar culturalmente a las comunidades alejadas, marginadas, violentas y olvidadas del país. Uno de los componentes más importantes del programa son los semilleros creativos, espacios de formación artística que involucran a niñas, niños, jóvenes, padres de familia y tutores para que todos los días, durante al menos tres horas, esos grupo se formen en alguna disciplina. A finales de 2022 el programa reporta la atención a más de 12 mil niñas, niños y jóvenes en 329 municipios de todo el país.

Los semilleros creativos son grupos permanentes de formación artística que promueven el ejercicio del derecho a la creación y a la participación cultural de niñas, niños y jóvenes desde una perspectiva comunitaria. Esta formación pone la fuerza del arte y la cultura en la creatividad de infancias y juventudes para que se conviertan en agentes transformadores de su propia vida, de su entorno inmediato y de su comunidad. Los semilleros son espacios seguros para la convivencia, la formación y la expresión artística.

La directora general de Vinculación de la Secretaría de Cultura, Esther Hernández, responsable de la ejecución y evaluación del programa, hace un balance que dimensiona esta política ambiciosa y compleja:

Antonio Martínez: ¿Cómo miden y potencian el impacto de los semilleros creativos?

Esther Hernández: Tenemos dos formas de evaluar los impactos de los semilleros creativos, una es totalmente cualitativa y tiene que ver con ponderar la desigualdad en el ejercicio de los derechos culturales de personas y comunidades. Esta ponderación para todo Cultura comunitaria, incluidos los semilleros creativos, está fundamentada en el programa sectorial de cultura y se realiza considerando la distancia promedio que tiene que recorrer la población para acceder a la oferta de actividades culturales desarrollada con participación comunitaria; es decir, cuántos kilómetros debe trasladarse, en promedio, cada habitante del país desde el lugar donde reside hasta la actividad cultural más cercana. Asimismo, se considera la cantidad de niñas, niños, adolescentes y jóvenes que forman parte de los semilleros creativos, así como la cantidad de proyectos en vinculación con las localidades y las colaboraciones interinstitucionales.

En lo que se refiere a lo cualitativo, cada año se hace una reflexión sobre los ejes temáticos en los que harán énfasis los semilleros en su trabajo diario, así como para las producciones y proyectos especiales. En esta reflexión se integran diversas perspectivas y voces de agentes culturales que entran en contacto directo con las infancias y juventudes que participan en los semilleros, a través de múltiples acciones de creación colectiva. La creciente integración de agentes locales, nacionales e internacionales abre nuevas oportunidades para el desarrollo artístico y cultural de las y los participantes de semilleros. Es importante mencionar que, además de la operación diaria, los semilleros forman parte de una red de colaboración a nivel nacional que les permite dialogar entre pares desde diferentes territorialidades y tradiciones culturales.

Adicionalmente, la voz de las infancias y juventudes con respecto a su desarrollo personal, artístico y colectivo es fundamental, por lo que se realizan periódicamente entrevistas y ejercicios de expresión para conocer su experiencia, impulsando la significación de sus emociones y de su creatividad, a la par que desarrollan su seguridad, las relaciones personales y el reconocimiento tanto individual como grupal.

Con respecto a potenciar los semilleros creativos, se han establecido relaciones interinstitucionales y gestiones para fortalecer la operación en el desarrollo personal de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes, en lo artístico para quien busque profesionalizarse, y en lo colectivo en la articulación con otros agentes culturales que no forman parte de la vida cotidiana de los semilleros.

Tenancingo y las hijas del maíz

En Tenancingo, Tlaxcala, el semillero de artes escénicas ha ido transformando el entorno de la comunidad. Este lugar ha sido muchas veces señalado como un epicentro de la trata de personas en el centro del país; pese a los esfuerzos gubernamentales por erradicarlo de la zona, el fenómeno persiste.

El semillero creativo desarrolló una obra de teatro titulada Ipilwan Tleolli (Las hijas del maíz). En la obra el gigante Okuilin llega hasta el pueblo y amenaza con destruirlo, pero las mujeres se organizan y logran ahuyentarlo. “Se los dije, juntas podemos hacerlo todo, y más si confiamos en nosotras mismas”, dice la protagonista, Elotzin, luego de la batalla decisiva. Después ella es devorada por el gigante y muere para sortear peripecias en el Mictlán y volver a la vida a contar lo ocurrido.

En un sitio con la fama de Tenancingo, el trasfondo de la obra no es cosa menor. En el año 2019, la obra fue presentada en el Marjorie S. Deane Little Theater de Nueva York. Mientras que en sus familias o experiencias cercanas el cruce de la frontera está relacionado con la trata, las autoras e intérpretes fueron a Estados Unidos como artistas: una transformación como pocas.

Para Alejandra Frausto, los semilleros creativos “dan la posibilidad de tener una mejor historia para sí mismo, entonces es poner también el arte y la cultura en juego para un problema, en juego para la realidad nacional, en juego para hacer ejemplo en el mundo de cómo sí hay de otra, cómo hay posibilidades de salir adelante gracias a un programa como este”.

La historia la hacen los pueblos

La Secretaría de Cultura del gobierno federal tiene una larga tradición de programas dirigidos a infancias y juventudes. Sin embargo, la peculiaridad de los semilleros creativos es que incentivan la participación infantil y juvenil, es decir, sus integrantes no son sólo públicos como en los proyectos de desarrollo cultural infantil propios del régimen neoliberal: ahora son agentes culturales con voz propia, capacidad de decisión e incidencia en sus procesos creativos, colectivos y comunitarios. Asambleas de jóvenes que en todo el país están tomando el destino en sus manos. Esto implica que la organización sea consciente de las especificidades de cada región en términos culturales y territoriales, así como de las condiciones de violencia o vulnerabilización social. En definitiva, este programa exige una organización desde la mirada institucional, así como una operación desde la mirada territorial.

Para Esther Hernández, “la promoción de los derechos culturales que realiza Cultura comunitaria es una ruptura con la política cultural tradicional”. Para el 2023 detalla que se fortalecerán los semilleros existentes al tiempo que se conformarán nuevos en el país con los siguientes objetivos:

  • Contribuir en materia cultural a los planes de justicia con los pueblos indígenas.
  • Fortalecer las acciones del gobierno de México para municipios que padecen altos índices de violencia.
  • Ampliar la cantidad de semilleros que brindan formación artística en lenguas indígenas.
  • Continuar disminuyendo la brecha y ampliar el ejercicio del derecho a la creación y a la participación cultural de niñas, niños y jóvenes.

Durante noviembre y diciembre de 2022 la prensa cultural estuvo acaparada por la discusión sobre los apoyos al cine, mismos que han crecido pero que tienen mecanismos administrativos distintos a los acostumbrados y convocatorias más democráticas que no siempre satisfacen a su comunidad objetivo. Se leía una y otra vez que este gobierno no había hecho otra cosa sino demoler las instituciones culturales; su destrucción es, dicen, total.

Y sin embargo, el programa de semilleros tiene un encuentro anual en el Auditorio Nacional titulado Tengo un sueño. Asistir es comprender las historias y a las comunidades detrás de cada niño en el escenario, escuchar al país hablando en sus propias lenguas con orgullo y dignidad. Desde la sierra mazateca, en Oaxaca, a coro las niñas del semillero de poesía nos dicen que:

Las mujeres sí soñamos
las mujeres reímos
las mujeres cantamos
las mujeres estamos de pie
las mujeres pensamos
las mujeres alzamos la voz
las mujeres trabajamos
las mujeres amamos nuestro cuerpo
¡las mujeres sí soñamos!

Esas son las semillas de otro país posible, la puerta de esa esperanza a la que no podemos decir adiós.

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