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Los partidos a examen

El primero de julio de 2018 sucedieron muchas cosas que después entenderíamos. En el instante, no pudimos ver que se había desmoronado el viejo sistema de partidos mexicano; uno que recitaba su “transición democrática”, sus elecciones limpias, y su carga onerosa al presupuesto público. El peculiar bipartidismo de los años neoliberales en los que PRI y PAN simulaban diferencias para turnarse en los cargos ejecutivos por todo el país, dio de sí.

Fue tan poderoso el derrumbe que los dos partidos tuvieron que transparentar su acuerdo y acabaron juntos a instancias de un junior de empresa, Claudio X. González, cuyo padre había fundado la “transición” desde los años de Salinas de Gortari, su activismo a favor de Vicente Fox, su defensa de la “mano dura” de Felipe Calderón. Convocados por el hijo, las burocracias de ambos partidos se deshicieron a tal grado que muchos de sus dirigentes terminaron en Organizaciones No-gubernamentales que le sirven a ese mismo propósito o en las filas de transfuguismo llamado Movimiento Ciudadano.

El indicador de la destrucción de los partidos fue la manera en que impusieron a su candidata, ni siquiera cumpliendo con una supuesta elección interna a la que ya se habían apuntado dos millones de personas.

Por su parte, Morena tuvo una elección consensuada con base en encuestas abiertas a la población y tiene en su candidata, Claludia Sheinbaum, una legitimidad política que la oposición no tiene.

Pero, sabemos que los partidos no son las entidades que ostentan los logotipos y la propaganda, sino sus vínculos en los medios, las encuestadoras, la legislación, el Instituto Electoral y su Tribunal. Por eso, hemos convocado a nuestros ensayistas a hacerle un examen al sistema de partidos completo, en este momento en que todavía no empiezan las campañas formales. Nuestra portada es parte del diagnóstico: un juego imposible de dominó, donde parece que sólo una ficha está en condiciones de empezarlo.   

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