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Leer transforma

Alumnos y alumnas espontáneamente llevaron la semilla del gusto por la lectura a las aulas y dieron vida a clubes de lectura en sus nuevos espacios profesionales, como futuros docentes.

¿Qué significa fomentar la lectura? ¿hay, acaso, sólo una vía para hacerlo?, ¿siempre ha sido igual? Por épocas, el acceso al libro y a la lectura ha sido elitista, restringido a un grupo de personas, como un privilegio de algún tipo de linaje, de clase, de género, de religión o constreñido incluso a alguna jerarquía religiosa.

Hay quienes creen que los libros son para las personas cultas, como si se tratara de una casta divina. ¿Cuánto tiempo demoró, por ejemplo, acercar la lectura a las mujeres?, ya no digamos la escritura: muchísimas mujeres tuvieron que vestir como hombres o firmar con seudónimo masculino o en calidad de anonimato(voz también masculina), para sortear las restricciones a su género.

En México, por ejemplo, en la década de 1920 —con la tarea de divulgación que promovió José Vasconcelos—, y a partir del año 1959 a nivel nacional, municipal y comunitario —con la creación de la Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito—, el libro logró penetrar en todos los rincones del país, si bien desde la perspectiva educativa. Así, los hogares mexicanos tuvieron la oportunidad de tener un libro a la mano.

Menciono esto para poner sobre la mesa que los cambios son posibles y necesarios, y que se requiere hacer a un lado los prejuicios.

La lectura se puede fomentar desde el privilegio, como una alfombra roja por la que caminan sólo quienes lo merecen, por alguna extraña razón. En contraste, a un gobierno cuyo principio básico es actuar, por el bien de todos, primero por los pobres —o, como diría José María Morelos, si aspiramos a que se eduque al hijo del labrador como al del más rico hacendado—, le corresponde diseñar y ejecutar programas de fomento a la lectura sin privilegios.

El acceso al libro y a la lectura forman parte de los derechos culturales, hay que crear las condiciones para que se puedan ejercer, de modo que un número cada vez mayor de personas lo pueda ejercer, independientemente del lugar donde viven, de su condición económica o su grado de estudios.

Una maestra de Sonora, originaria de un poblado aislado localizado en una zona serrana, me platicó que donde creció se decía que las mujeres no podíamos montar a caballo, ni andar en bicicleta, ni entrar a la milpa, ni…, ni…, ni…, pero que un día una maestra le regaló un libro y entonces descubrió que las mujeres sí podíamos montar a caballo, andar en bicicleta y mucho más. En ese momento, al disfrutar esa lectura que le abrió los ojos y la perspectiva de vida, decidió entrar a la Normal, para transmitir el placer por leer en el aula.

Sortear obstáculos

Una de las razones que esgrime la gente como causa que no le permite acercarse a los libros para leer por placer, es el precio elevado.

Por tanto, ¿cómo modificamos la restricción económica que produce que los libros sean inaccesibles para la mayoría de la población?, ¿cómo superar la centralización geográfica que limita la presencia de la obra en las librerías sólo de las grandes ciudades, y más aún, sólo en ciertas zonas de las grandes ciudades, ante el prejuicio de que la gente no lee? ¿Para qué entonces les llevamos libros si las personas no leen?, estos cuestionamientos nos llevan nuevamente a la pregunta inicial: qué significa fomentar la lectura. Cómo, en resumen, propiciar condiciones para que más personas lean por el gusto de leer. Para el equipo conformado por el Fondo de Cultura Económica(FCE) y Educal, y como parte de una propuesta de transformación de la vida nacional, el fomento a la lectura corre por diversas vías simultáneas:

  • Generar una oferta editorial económicamente accesible y atractiva para diferentes públicos. Con esos propósitos se creó la colección Vientos del Pueblo, con historias cortas que permiten concluir su lectura en poco tiempo y así animar a buscar otros títulos. El precio de cada ejemplar no supera los 20 pesos y la colección incluye crónicas de movimientos sociales y sindicales, cuentos de suspenso y de terror, historias urbanas y documentos históricos, como los Sentimientos de la nación, de José María Morelos, o Apuntes para mis hijos, de Benito Juárez.
  • Diversificar el contenido de la oferta editorial para atraer públicos nuevos y diversos. Así por ejemplo, la Colección Popular ahora incluye géneros literarios como la ciencia ficción y la novela negra. En el mismo sentido, el FCE ahora tiene una colección de novelas gráficas y cómics.
  • El Librobús como mecanismo para facilitar la distribución de libros hacia zonas alejadas o con difícil acceso a librerías. En muchos lugares la llegada de este vehículo equipado con ejemplares es un motivo de sorpresa, de fiesta colectiva, que congrega a la población en torno suyo. Estas librerías móviles han recorrido el estado de Veracruz de norte a sur, además de la península de Yucatán, el Valle del Mezquital, y la zona conurbada de la Ciudad de México, entre otros destinos.
  • Otro mecanismo para acercar los libros a diferentes comunidades, incluyendo las académicas, son los tendidos de libros, y, desde luego la presencia del FCE y de Educal en todas las ferias de libro posibles.
  • La transmisión de programas tanto vía redes sociales, como a través de los medios públicos de radio y televisión, permite que nuestro mensaje llegue a más y más personas por todo el país. “Desde el Fondo”, “República de lectores”, “Leer una hora inesperada”, “La auténtica banda librera”, entre otros, tienden puentes entre libros, autores, lectores. Hemos llegado incluso a la Hora nacional, que ha dejado de ser el momento de apagar el radio. En todos los casos, hay un público que semana con semana se conecta e interactúa para estar al día de las novedades o curiosidades editoriales que se comentan y para sugerir títulos a la propuesta editorial del Fondo.

Fomento a la lectura

Salas de lectura

Al iniciar el gobierno federal actual, en diciembre de 2018, y desde la Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Cultura, asumimos la coordinación del Programa Nacional de Salas de Lectura, que para ese momento tenía más de 23 años. Para conocerlo bien, además de revisar documentos e informes, recorrimos el país escuchando de voz directa de mediadoras y mediadores cuál había sido su experiencia, cómo y por qué tomaron la decisión de participar y conformar comunidades lectoras, qué estrategias siguieron, qué libros dieron mejores resultados… Ese conocimiento y vinculación permanente propició que el programa evolucionara, al identificar, por ejemplo, aquellas vocaciones que eran una constante en todo el país. Se articularon redes para vincular entre sí a las salas que atienden infancias o juventudes; personas migrantes o en reclusión; comunidades indígenas; adultos mayores; para que en el intercambio de experiencias avanzaran y se apoyaran unas y otras.

En el caso de la vertiente de trabajo en y con pueblos originarios, se sumaron instituciones especializadas, lo que abrió las puertas de las radios comunitarias para impulsar la lectura en voz alta, con lo que se amplía el campo de trabajo del fomento a la lectura en estas comunidades, además de poner a disposición una biblioteca virtual con textos en todas las lenguas originarias que se hablan en nuestro país.

Uno de los componentes del programa es el diplomado que se imparte ahora desde el FCE y que es avalado académicamente por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) unidad Xochimilco. Su contenido fue revisado y modificado con el propósito de hacerlo más dinámico, práctico y viable. Nos encontramos con personas que llevaban varios años sin poder concluirlo. Su modificación ha permitido que año con año se sumen alrededor de mil nuevas salas, sin perder calidad y esencia, algo que nunca había ocurrido.

Clubes de lectura

En 2019, mientras reflexionábamos y nos adentrábamos en el Programa Nacional de Salas de Lectura, se acercaron a nuestro equipo, con el interés de fomentarla, la dirección del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Dirección General de Educación Superior para el Magisterio de la Secretaría de Educación Pública (Dgesum-SEP), de la que dependen todas las escuelas normales públicas federales del país. En el primer caso, detonamos el trabajo conjunto con dos mítines libreros encabezados por Paco Ignacio Taibo II en el CCH Oriente, uno por turno en una misma jornada, en los que se invitaba a formar clubes de lectura, y al poco tiempo ya había decenas de ellos en todos los planteles.

Un reflejo del entusiasmo que generaron los clubes de lectura en este sistema educativo fue que uno de sus integrantes, Hugo Áxel Nava, regresara a la secundaria pública donde estudió, ubicada en una de las zonas altas de Iztapalapa, para fundar un club de lectura.

Desde entonces, este modelo es simple. Se trata de un colectivo en donde imperan la libertad, el respeto y el gusto por la lectura desde el placer. Quien quiere formar un club invita a quien guste y la comunidad decide los días en que sesionarán, el lugar y el tipo de libros que leerán. El Fondo de Cultura proporciona capacitación y acervos semilla.

En el caso de las normales, la entrada al fomento a la lectura se dio entre responsables de biblioteca de cada escuela y de ahí permeó hacia el resto de la comunidad educativa.

Recuerdo ahora mismo a un profesor que nos platicó que el club que formó con alumnas y alumnos de su grupo se deshizo porque, como cursaban en ese momento el último año, se encontraban haciendo sus prácticas profesionales fuera de la Normal y, por tanto, no se podían reunir. Pero antes de que se desdibujara la sonrisa en nuestros rostros, nos compartió el júbilo que provocó en él saber que sus alumnos y alumnas espontáneamente llevaron la semilla del gusto por la lectura a las aulas y dieron vida a clubes de lectura en sus nuevos espacios profesionales, como futuros docentes.

Mientras esto ocurría, llegó a la oficina de la hoy extinta Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Cultura, Moisés Antonio González Cabañas, hoy presidente municipal de Tixtla, Guerrero, entonces sin cargo alguno, sólo motivado como profesional del magisterio (es egresado de la Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa) por fomentar la lectura en su estado.

Con un interés similar, procedentes de Oaxaca, llegaron Carmen Sánchez y Leonel Manzano. En ambos estados, se empezó a gestar un movimiento social promotor de la lectura. En el caso oaxaqueño, poco tiempo después, había más de 800 comunidades lectoras en todas las regiones estatales, la mayoría de las cuales persisten a la fecha y a las que se han sumado muchas más.

La respuesta tanto en los CCH como en las escuelas normales fue una dosis de vitamina que contribuyó a definir el camino a seguir.

El equipo de fomento a la lectura se ha enfocado en encontrar maneras no excluyentes pero sí diversas para generar un fomento a la lectura; sin descuidar los programas consolidados, pero abriendo nuevas ofertas.

El reto era abrir nuevos espacios de lectura comunitaria. Así, con la mirada puesta en hacer nuestra una república de lectoras y lectoresse concibió la idea de crear el programa de clubes de lectura: la idea es que quien quiera hacer fomento en una comunidad, pueda hacerlo de manera inmediata.

Para conformar un club de lectura, el requisito es cursar una formación básica de seis horas divididas en tres día. Al terminar esta capacitación se entrega un acervo de libros que permite el inicio de su trabajo dentro del programa.

En el FCE y en Educal trabajamos para democratizar el acceso a los bienes culturales, una forma de avanzar hacia una sociedad más igualitaria. Y concebimos la lectura por placer como un derecho, no un privilegio.

A los interesados en formar su propio espacio lector extiendo la invitación de que escriban a lecturaclubes@gmail.com y se incorporen a esta enorme red.

Para despedirme, recuerdo el testimonio de una persona participante en un club lector, que me dijo: “Nuestras sesiones son los martes y para mí ese día se ha convertido en mi domingo”.

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