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La relación de los empresarios con el gobierno

El Consejo Mexicano de Negocios ha matizado su función original, mística y discreta, de canal de acceso exclusivo al presidente de la república para el sector privado.

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Las relaciones históricas de los empresarios y el gobierno han sido por lo general cordiales, pero no han estado exentas de tensiones. En la actualidad es indispensable distinguirlas por niveles de poder: por una parte los círculos diamante y platino de los sectores público y privado y, por la otra, los círculos oro, plata y bronce de esos mismos sectores.

En el plano de las confrontaciones del pasado, eventos importantes se presentaron durante los regímenes de tres presidentes: Lázaro Cárdenas, Adolfo López Mateos y Luis Echeverría. En términos generales, ellos tres coincidían en sus esfuerzos por vigorizar el papel económico del Estado, ampliar su base social de apoyo, intentar la aplicación de políticas redistributivas y promover mayor autonomía internacional. Era fácil notar el lenguaje popular de los tres mandatarios y las similitudes respecto a la aceptación de los republicanos españoles, la Revolución cubana y los exiliados chilenos. En ello radicaba la causa principal de las confrontaciones. Algo similar ocurre con la administración actual y los empresarios más jóvenes.

La fuerza económica más temible de la fracción empresarial era la amenaza de frenar sus inversiones y exportar su capital. Estas dos tácticas aparecían siempre como una constante que estaba presente en sus tratos con la fracción política. Donde se mostraban ciertas variedades era fundamentalmente en sus acciones políticas: en la oposición electoral, que condujo a la formación del Partido Acción Nacional (PAN) durante el gobierno de Cárdenas (1934-1940); en la oposición ideológica contra los libros de texto y contra Cuba, concentrada alrededor de la frase “cristianismo sí, comunismo no”, durante el mandato de López Mateos (1958-1964); y campaña de rumores, deterioro de la imagen presidencial y huelgas empresariales durante la gestión de Echeverría (1970-1976).

Aunque el final de la administración de José López Portillo fue también de confrontación con motivo de la caída del precio del petróleo y la nacionalización de la banca de septiembre de 1982, el periodo turbulento fue muy breve, pues el siguiente presidente ya estaba electo y el cambio de gobierno ocurriría en tres meses. No obstante, la lección que dejaron los durísimos enfrentamientos entre ambos sectores fue el daño que provocaron (la pérdida de 22 años de estabilidad cambiaria en 1976 y la nacionalización bancaria en 1982), mucho más grave que la situación que trataban de resolver.

A partir de 1982 el sector privado no tuvo necesidad de confrontarse con el público porque conquistaron el gobierno, ideológicamente primero y materialmente 18 años después. Por eso no se formaron grupos políticos privados poderosos luego de 1982. La banca paralela de Miguel de la Madrid (1982-1988), la venta de empresas públicas de Carlos Salinas (1988-1994), la sana distancia de Ernesto Zedillo (1994-2000) y, finalmente, el arribo del PAN a la presidencia (2000-2012), además de la continuación peñista (2012-2018), estaban todos en la misma línea. Además, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) parecía ofrecer una estabilidad adicional. Pero los excesos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en su ligadura con el blanquiazul en esos 40 años explican el obradorismo, aunque el sector privado también aprendió la importancia de la no confrontación, al menos tan abierta y directa. Por ello la importancia actual del Consejo Mexicano de Negocios (CMN), formado en 1962, y del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), establecido en 1975.

El CMN se formó originalmente como Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN), con 12 miembros, y tiene 59 hoy en día, todos ellos dueños de sus empresas, y mantuvieron eñ acceso privilegiado y ocasional al presidente de la república que tuvieron desde la época de López Mateos. A partir de 1963, se estableció la costumbre de reunir a los aspirantes al ejecutivo federal con el Consejo, a lo que se llamó la pasarela presidencial. Con Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) hubo buena relación, pero con Echeverría se fue tornando más tensa, sobre todo a partir de 1973. Esa tensión llevó al CMHN a idear y financiar la creación del CCE en 1975 como brazo político del sector privado y articulador de la red de cámaras empresariales.

La designación del secretario de Hacienda José López Portillo como candidato para el sexenio de 1976 a 1982 fue una buena noticia para el sector privado, que los ayudó a tranquilizar las tensiones con Echeverría, hasta que volvieron a explotar en los últimos meses del sexenio del sucesor. Con Miguel de la Madrid (1982-1988) el CMHN se reunió en once ocasiones y, aunque no cedió a la demanda de reprivatizar la banca, no obstante la sequía crediticia, sí aceptó abrir una banca paralela con las casas de bolsa. Salinas (1988-1994) estableció muy buenas relaciones empresariales, tanto por la privatización de las empresas públicas como por el TLCAN; y con Zedillo (1994-2000) se inició un quid pro quo de acceso por un anuncio público anual del compromiso de inversión del sector privado, hoy adicionado con el programa anual de obras de infraestructura.

Con Fox (2000-2006), el CMHN estimó que uno de sus miembros había llegado a la presidencia, tanto por su pasado empresarial, como por la cercanía con Roberto Hernández, excompañero de banca del presidente. Paradójicamente, la relación entre Fox y el Consejo se debilitó y el anuncio anual de inversiones se suspendió entre 2001 y 2008. Aunque con Felipe Calderón (2006-2012) mejoraron las relaciones, la función de acceso que el CMHN había cumplido perdió relevancia, pues los contactos se daban por muchos canales directos. De hecho, la discreción y el misticismo del cuerpo empresarial empezó a perderse y a tener mayor presencia pública, hoy tiene incluso su propio portal en la red (www.cmn.mx) y entre las fracciones de empresarios y financieros no hay claridad sobre cuál de las dos organizaciones (el CMN o el CCE) es la más importante.

Durante la presidencia de Enrique Peña Nieto (2012-2018) el acceso no fue problema, tanto por el papel de conducto exprés que jugó su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, como por las frecuentes reuniones del mandatario con los grupos privados. El CMHN admitió a la primera socia en 2014 y cambió su nombre a CMN. Con Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), la relación con los más poderosos empresarios ha iniciado por la iniciativa del presidente de propiciar convivios semestrales con ambos cuerpos, así como por la creación de un Consejo Asesor Empresarial desde antes de tomar posesión.

El CMN ha matizado su función original, mística y discreta, de canal de acceso exclusivo al presidente de la república para el sector privado, aunque conserva parcialmente la membresía de los dueños (o herederos de los dueños originales) de las empresas más poderosas de México y su condición de cabeza informal de la pirámide político-empresarial del país a través del CCE.

Tres razones explican ese cambio en el CMN: primero, que el presidente de la república se hizo mucho más alcanzable de lo que fueron sus predecesores. Adolfo Ruiz Cortines, López Mateos o Díaz Ordaz eran leyendas urbanas inaccesibles. La fuerza y poder del secretario particular del segundo, Humberto Romero (1958-1964), fue paradigmática y personificó el poder del picaporte. Más recientemente, sólo Emilio Gamboa (1982-1988), José Córdoba Montoya (1988-1994) y Liébano Sáenz (1994-2000) acumularon una fuerza similar. Segundo, al relativizarse el poder del ejecutivo frente a las fuerzas legislativa y judicial, el acceso al presidente era menos rentable y no necesariamente garantizaba los favores que los empresarios deseaban. Tercero, aparecieron nuevos grupos ciudadanos y empresariales que adquirieron mucha mayor notoriedad y capacidad de influencia sobre la decisión de políticas públicas. Adicionalmente, en 1996 terminó la obligatoriedad de afiliación a las cámaras empresariales, lo que redujo su membresía e influencia aún más.

El presidente López Obrador mantiene una relación cordial con casi todos los 35 miembros del círculo diamante del sector privado y, más importante aún, en lo general no ha afectado sus intereses económicos: los aproximadamente 350 miembros del círculo platino se ven similarmente beneficiados por las políticas económicas actuales. No obstante, la polarización política actual obedece sobre todo a la acción del círculo diamante de la fracción activista intelectual, y su impacto sobre los círculos oro (3,500 miembros), plata (35,000) y bronce (350,000) del empresariado es considerable.

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