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La ola ciudadana hacia el 2024

La ola ciudadana del 2018 rompió fronteras en el quehacer electoral de las izquierdas.

Usando el voto

En la casilla 103 de la ciudad de Cuautla, Morelos, un señor casi calvo, de vestimenta humilde, se quejaba: “es la tercera casilla a la que voy y ahora me dicen que vaya a la Mega.  Tengo 100 años. Es demasiado”. Otro, delgado de pelo blanco, de buen vestir y una bolsita de diálisis al lado, suspiró profundo, pues tampoco aparecía en la lista nominal, y dijo:

—Me voy a la del centro de salud que me indican, pero tengo que votar —y se dirigió a su coche. En ambos estaba el gesto de las familias que llegaban a pie luego de las misas del domingo de ramos, las jóvenes con sus bicicletas y las parejas de jubilados. Ese gesto social de 17 millones, a favor y en contra, pero que estrenaron el derecho de ejercer un control sobre sus gobernantes, es la clave profunda para entender lo que trajo a la escena política mexicana ese primer ejercicio de revocación del mandato. El gesto de usar el voto[1] que mantiene viva la esperanza de otra gran ola ciudadana, como la del 2018. Y también se mostró que la voz del presidente (y sus ecos en las redes sociales)  no tiene un ambiente de lucha cultural en medios y organismos intermedios, como escuelas, universidades, asociaciones y redes sociales partidarias, capaces de replicarla a gran escala.

Otra relación de fuerzas

En el balance de su gestión trianual, Andrés Manuel López Obrador dijo: “Los publicistas del periodo neoliberal siempre recomiendan a los candidatos y gobernantes correrse al centro, es decir, quedar bien con todos (…) Ser de izquierda es anclarnos en nuestros ideales y principios, no desdibujarnos, no zigzaguear”.[2] Un balance favorable, pero marcado por límites al impulso transformador. La reorientación profunda del país (soberanía, crecimiento y bienestar), a pesar de la crisis y la pandemia, se tropezaba, sin embargo, con una férrea y selectiva resistencia empresarial, de áreas del congreso y de los poderes judicial, mediático y de organizaciones civiles. Había que iniciar otra vez, como mucho antes del 2018, la creación de otra correlación de fuerzas. No correrse al centro, sino pelear por el propio proyecto. Y en ese panorama caliente, abrir avenidas para que la esperanza social vuelva a intervenir con el uso del voto en la política. El punto de arranque era la revocación del mandato del 10 de abril.

La ola ciudadana del 2018 rompió fronteras en el quehacer electoral de las izquierdas. Ahora hay 17 estados “morenos”, se penetró en el noroeste, se consolidó en el centro y se expandió en el sur. Las inmunidades territoriales contra las izquierdas cedieron y se abrieron muchas de las mentes populares, de clases medias y de empresarios. ¿Qué nos dicen los 15 millones de votos del 10 de abril a favor de reiterarle el mandato a AMLO como mapa potencial de contagios que rompan inmunidades y fronteras? Este fue el mapa político, transformado en 2018 y 2021. 

El bloque de las participaciones más altas[3]  (entre 35.9 y 18.7 por ciento) concentró 15 estados que registran fuerte presencia del obradorismo, pero también de estados bajo control del PRI, el PAN, y MC. El Partido Revolucionario Institucional en tres estados, con dos de ellos que estarán en la competencia electoral del próximo 5 de julio (Hidalgo y Oaxaca); el Partido Acción Nacional, en su asiento histórico en Yucatán y arriesgando Quintana Roo en estas elecciones, y Movimiento Ciudadano en Jalisco.  Si se ganan las elecciones inminentes, el corazón político del país, el centro, tendrá dos grandes ramales casi conectados: el noroeste y el sur ligados al obradorismo. En un segundo bloque de 10 estados con una participación que oscila entre el 17.4 y el 12.4 por ciento hubo importante presencia ciudadana en estados fortaleza del priismo (Coahuila y Estado de México) y en un Tamaulipas gobernado por el PAN. Y una participación regular en estados ahora gobernados por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Asoman ya algunas zonas “ganadoras” del ahora Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), en el norte y centro del país, con sus islotes de ciudades y poblaciones beneficiadas en un mar de desigualdad social. Pero el obradorismo ya tiene ahí pies de playa.

Finalmente, un tercer bloque muestra el alma de acero del conservadurismo, la articulación entre el noreste y el centrooccidente, la plaza fuerte del T-MEC, y donde la cultura conservadora y de mercado es fuerte. Ahí resaltan su principal emplazamiento: el estado de Nuevo León y el eje horizontal que corre por Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes y Jalisco. Hubo en esas entidades la participación más baja que, sin embargo, osciló entre 10.8 y el 9 por ciento. Nuevo León tuvo la más alta participación que optó por la revocación, con un 15.50 por ciento. Un aporte democrático. Y el 83.5 de los votantes neoloneses decidió que siga en su cargo AMLO. En Aguascalientes pisa fuerte el obradorismo en estas elecciones.

Participación de Revocación de mandato AMLO, 10 de abril de 2022

Los vientos profundos de abril

Hay tiempos que condensan batallas públicas decisivas y que abren rutas de mediano plazo. Abril tuvo esa cualidad: la vida pública registró luchas culturales sobre temas esenciales, no morralla mediática.  Abrió con la revocación del mandato el 10 de abril y una polémica pública sobre su utilidad; el domingo 17 la oposición unida frenó la reforma eléctrica sin evitar que el Estado ahora tenga dientes con la ley eléctrica y la reforma a la ley minera, que ya revisan contratos con las corporaciones privadas. Su segunda mitad abundó en informaciones sobre los atracos de un puñado de empresas globales y locales sobre la energía, las concesiones al litio y el monopolio corporativo sobre el agua, y cerró con la reforma electoral que reorganiza a fondo el sistema representativo y el costo de las elecciones, los partidos y el Instituto Nacional Electoral (INE).

En lugar del espectáculo mediático de Lilly Téllez o Héctor Aguilar Camín, la vida pública se calienta con las luchas culturales sobre asuntos que nos afectan a todos y con salidas posibles a la mano. Una democracia que represente a todo el pueblo, no sólo a las minúsculas élites; la autosuficiencia energética en un mundo en crisis; el necesario rescate de los recursos minerales y naturales como el agua. Y frente a esas realidades decisivas, las oposiciones se aferran como mantra a su realidad mediática: un dictador que persigue y destruye la democracia; la competencia, el mercado y la empresa como varita mágica que todo resuelve. Lo cierto es que abril trajo la buena nueva del combate que importa: la pugna por la nación, la confrontación argumentada entre la transformación en marcha del obradorismo y los andrajos de Wonderland, las promesas rotas del neoliberalismo. 

Los casi 17 millones que votaron por el derecho de los gobernados a controlar a sus gobernantes avanzaron y surcaron las aguas de estas luchas culturales. La emoción ante un líder carismático, el beneficio de nuevos derechos al bienestar, los problemas de grupos e identidades pueden o no vincularse con los problemas y los proyectos nacionales. La vida cotidiana se abre a la politización y, entonces, la urgencia por votar con emociones y razones profundas se agita como una ola. El 5 de junio veremos si estos frentes ya abiertos —vida pública recompuesta, proyectos de nación, la urgencia de usar el voto— cristalizan o no en una nueva expansión territorial, popular y multiclasista del obradorismo. Y si se confirma o no que los vientos profundos que propicien otra gran ola hacia el 2024 ya empezaron sus duras jornadas. 


[1]     Sara Ahmed, ¿Para qué sirve? Sobre los usos del uso, Barcelona: Edicions Bellaterra, 2020.

[2]     Con la revolución de las conciencias sentamos las bases para la transformación: AMLO, Roberto Garduño y Fabiola Martínez, La Jornada, jueves 2 de diciembre de 2021, p. 2: https://www.jornada.com.mx/2021/12/02/politica/002n2pol), consultado el 3 de abril del 2022.

[3]     Según el Informe de la Jornada de Revocación del Mandato,  11 de abril de 2022.

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