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Feminismo y educación pública superior

Lissette Silva: En la UNAM se están retomando las movilizaciones dentro de la universidad en varias escuelas. El acontecimiento más cercano, se desata a raíz de la violación de una menor en el CCH Sur el mes pasado, que ha encendido una mecha que no estaba apagada –viene desde el 2016 o 2017 y luego en 2019 con el MeToo– y se interrumpió, como todo, con la pandemia. Pero ahora, a raíz de este terrible suceso, se reaviva en la UNAM. Sin embargo, es algo que está sucediendo en muchas de las universidades públicas del país y tiene que ver directamente con violencia sexual contra las alumnas.

Nina Torres: En el caso de la UAM Xochimilco –y de las UAM en su conjunto– sucede una circunstancia extraña. En los baños de mujeres de la UAM Xochimilco fueron encontrados cientos de pegatinas, alertando a las estudiantes a sumarse a una campaña en contra de los 50 años de la universidad y con la consigna: “No nos ganarán con el silencio, en la UAM hay muchos acosadores y violadores”. Esta pegatina tenía un código QR que conducía a ninguna información adicional. No cabe duda que el acoso y la violencia sexista en la universidad es un problema, y no solo afecta a las estudiantes, sino también a las trabajadoras administrativas, sobre todo en su relación jerárquica con los jefes varones. En este sentido, la campaña de pegatinas obligó a las autoridades de la UAM Xochimilco a publicar recientemente un comunicado en donde, sin aludir específicamente a esta campaña anónima, se hace un recuento de las acciones que ha promovido la universidad en general para prevenir, erradicar, sancionar toda violencia de género. Lo extraño de todo esto es que, al día siguiente de que salió este comunicado, ya no había ni un solo pegatin en los baños.

Hay hipótesis –porque es muy difícil de comprobar algo cuando se trata de actividades anónimas– de que, detrás de esta campaña, están algunos grupos de poder en la universidad vinculados a la “ultraizquierda” y otros francamente de la derecha muy conocidos en la universidad.

Esto ha generado un ambiente de desconfianza para que las estudiantes se acerquen a presentar sus denuncias ante la unidad que se construyó para atenderlas, lo cual pareciera fortalecer la hipótesis de estos grupos ultras que están detrás de esta campaña. Además, es un ambiente hostil para las estudiantes y para las trabajadoras administrativas (aunque las trabajadoras administrativas cuentan con el apoyo del sindicato que ha sido útil), en cambio las jóvenes –que además están llegando después de dos años de no estar en la universidad, incluso algunas de ellas ni siquiera conocen las instalaciones hasta ahora que se regresó a las clases presenciales–, esto, claramente, las puede llegar a asustar. Entonces es preocupante que estas campañas puedan desdibujar y vaciar de contenido hechos que son absolutamente estructurales en el sistema capitalista y patriarcal; esta violencia sexista que también se expresa en las universidades.

Algunas dudas pertinentes son: ¿cómo seguir actuando? ¿cómo proponer nuevos derroteros de acción y de trabajo con las estudiantes en particular para construir esta confianza tan necesaria? Y, al mismo tiempo, ¿cómo arrinconar la actuación de los grupos ultra –ultra derecha y ultraizquierda–, que están actuando en este sentido?

Verónica Renata López Nájera: Sitúo este primer análisis en las movilizaciones feministas –o de mujeres– y ahora de la diversidad sexual que también se han sumado en los últimos meses. Lo que por muchas se nombra como la cuarta ola del feminismo, pues tiene ciertas características muy particulares que la distinguen de otros movimientos del feminismo, de otras demandas, de otras estrategias de lucha. Podemos ubicar en el 2016 con esta primer gran convocatoria en Argentina contra las violencias machistas que después se replica en México en 2017 y que fue la primer gran movilización feminista después de muchos años y que se llega a nombrar como la primavera violeta. Por estas movilizaciones –en específico en la universidad, particularmente en la facultad de Ciencias Políticas– existe un momento importante: cuando se publica el primer protocolo contra la violencia de género en la UNAM en 2017. Este protocolo genera mucha inconformidad en las estudiantas porque tiene deficiencias importantes. Esto lleva a las primeras movilizaciones y más tarde a los primeros paros y a las tomas del 2019.

En este contexto, la Facultad de Filosofía y Letras organiza un foro de discusión del protocolo en el que se hacen varias observaciones, cuestionamientos de cómo está operando y funcionando y se hace un diagnóstico muy interesante por parte de especialistas y académicas. Como resultado en el 2019 se publica la segunda versión con reformas y cambios sustanciales; pero que aun así son insuficientes por la gravedad de la situación de la violencia que existe en la universidad, y porque no hay una cultura ni una formación de quienes están encargados de llevar a cabo estos procedimientos, no hay un acompañamiento psicológico, hay revictimización, los procesos son larguísimos –pueden tardar hasta un año–.

Lo anterior nos lleva al segundo momento más importante de las movilizaciones recientes: las tomas de las facultades, que empiezan con la Facultad de Filosofía y Letras, después en solidaridad también la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, e incluso preparatorias y CCHs se incorporan a este gran movimiento. Hay un momento en el que prácticamente la mitad de la universidad, si no está tomada, por lo menos está teniendo paros o hay movilizaciones importantes.

Después llega la pandemia y durante esta se reformaron los tres artículos de la legislación universitaria –el artículo 95, 97 y 98– para caracterizar la violencia de género como una falta grave universitaria, lo que abre la posibilidad de que los procesos sean más rápidos y que haya sanciones claras, pues previamente había muchas ocasiones en las que las sanciones a las que se llegaban estaban sujetas al criterio de el o la funcionaria o del abogado que llevaba el caso. La pandemia, sin embargo, evidentemente lleva al desgaste de las mujeres organizadas que llevaban muchos meses en las facultades pero que vuelve bastante complejo seguir tomando las instalaciones, y poco a poco van levantando las tomas y se presenta un decaimiento de la organización.

Vale la pena matizar en que al mismo tiempo de que la organización presencial se vuelve más complicada, se crean organizaciones de profesoras que realizan acompañamientos dando cursos en la universidad con perspectiva de género para los docentes, creando grupos de trabajo con varones con perspectiva de estudios de la masculinidad, es decir, hay acciones a nivel institucional. Probablemente dos de las acciones más importantes fueron la creación de la Coordinación de la Igualdad y el traslado de la competencia de proceder en los casos de violencia de género del tribunal universitario a la defensoría de los derechos universitarios. Este cambio es significativo porque abre un área específica para violencia de género, que implica mayor capacitación, la creación de una unidad de género, comisiones de género en todos los consejos técnicos, cambios en las materias –que se pedía que hubiera una materia obligatoria que se impartiera en los primero semestres que hablara específicamente de esta problemática–.

La tercera etapa se constituye cuando se regresa de la vida virtual a la presencial. El primer semestre de regreso fue caótico y la agenda de género sí estuvo disminuida pero este segundo semestre, cuando las clases regresaron en su totalidad a modo presencial, se han vuelto a presentar problemas de violencia y me parece que el caso de CCH Sur es paradigmático en ese sentido: una violación en un baño del CCH, a plena luz del día y, además, presuntamente el acompañamiento que se le da a la estudiante se reduce a darle un refresco y una pastilla anticonceptiva. Esto indigna mucho, pero parece que no ha habido todavía la suficiente fuerza como para retomar el impulso que tenían las movilizaciones en los momentos anteriores. Esto es importante porque también se marca en demandas diversas, pues además de los paros de mujeres, ha habido paros mixtos para demandar mejoras en la infraestructura de la universidad –con cuestiones básicas como que no hay papel o gel–, demandas sobre los sueldos de los profesores de asignatura, quejas por haber detenido las actividades deportivas o haber cerrado la biblioteca tanto tiempo. Y si bien la violencia de género está presente y sigue siendo un problema importante, también hay otras demandas que se están mezclando, pero probablemente no articulando porque no han potenciado movilizaciones más fuertes. Un último tema que se sumó a todas estas demandas fue la polémica causada por el baño mixto de la facultad de Filosofía y Letras, el cual ha generado un nivel de polarización, de críticas y de cuestionamientos de por qué debe existir un baño mixto.

María Fernanda: Estas luchas también se han enfrentado a cierta polarización alrededor del transfeminismo. Es palpable en las paredes, en los baños, en los espacios públicos, que existe esta disputa. Vemos estudiantes, estudiantas, que están contrastando visiones contrapuestas no precisamente de las formas más cordiales. A tal punto que no existe fácilmente un diálogo o intercambio de ideas tan amplio como se necesita. La misma situación ocurre con la intergeneracionalidad, un tema que aún no se ha resuelto. Uno de los ejemplos más claros es un coloquio con Martha Lamas en el auditorio de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales donde un grupo de feministas organizadas decidió no atender al coloquio, boicotearlo, y organizar su propio evento afuera del auditorio. Y si bien eso es la juventud: rebeldía maravillosa, es verdad también que no existe un diálogo intergeneracional aún, y es ahí donde hay que abonar. La misma Lamas en otros espacios decía que cuando queramos llegarles a las juventudes, hay que hacerlo desde lo que les indigna o desde lo que les apasiona, entonces habría que buscar estas maneras de crear nuevos puentes.

Ahora bien, además de los planes de estudio que ya se mencionaron y lo maravilloso de los ideales feministas se han unido ideales de solidaridad en temas de todo tipo: se habla de mujeres indígenas, se toman los espacios de la facultad con arte, se observan consignas en solidaridad con el Kurdistán, con Palestina, es decir, existen muchos frentes que están nutriendo la universidad, pero que, desde un punto de vista autocrítico, existen estas otras valencias.

No cabe duda que la UNAM está en un momento importante lleno de contradicciones. Recordemos el performance de “El violador eres tú” alrededor del 2019 en la explanada de la Facultad y que se replicó en toda la Ciudad Universitaria. Esto tuvo efectos transformadores en la universidad. Uno de ellos, por ejemplo, fue ver que las expresiones de los docentes varones, poco a poco fueron erradicando esta idea de feminista igual a esquizofrénica, loca, ruidosa. Al mismo tiempo, hay que reconocer que aún falta mucho camino por recorrer, pues todavía no existe una aceptación para que la perspectiva feminista entre por completo a las materias o en los planes de estudio. O aún nos enteramos a historias de compañeros varones de la licenciatura se han parado y salido del salón, diciendo: “esta clase a mí no me sirve, yo no tengo porqué tomar la clase de hoy de teorías feministas”.

Alina Herrera Fuentes: ¿Cómo construir nuevos derroteros? ¿Cómo construir confianza? Y también ¿cómo entrar a un marco de análisis desde lo regional, lo nacional de los movimientos feministas? y ¿cómo esto ha influido en las conflictividades que ahora estamos analizando en un circuito tan específico como las universidades?

En América Latina y en el Caribe muchas académicas y activistas han denominado esta cuarta ola como la Ola Violeta, porque ha tenido una tendencia fuerte a la denuncia contra la violencia de género; y en México, esto es particularmente relevante. Aunque, estamos además configuradas bajo la petición preponderante del aborto. Y, sin lugar a dudas, como explicación estructural e histórica de los últimos 30 años de neoliberalismo, las estructuras de poder, dominación y explotación han llevado a un pico de la violencia de manera general y de manera particular de la violencia de género y de los feminicidios y esto es lo que más caracteriza lemas, demandas y demás. Al mismo tiempo el movimiento feminista mexicano es plural; tenemos compañeras de izquierda, pero también tenemos feministas liberales que son las que dominan la hegemonía de los discursos del feminismo. En el mismo espacio, tenemos fracciones como el bloque negro, cuyas posturas políticas se involucran en acciones directas, boicots y en expresiones de protesta que son aprovechadas por el feminismo liberal, mismo que está mayoritariamente en contra de la 4T y que potencia este tipo de acciones, muchas veces vaciadas de contenido. Es importante entender esto como una cadena de causalidades y no como eventos aislados.

Paralelamente, el movimiento feminista mexicano –y esta hegemonía dentro de las acciones y de la configuración de la performatividad de las mismas– a nivel regional también dirigen sus demandas a partir del género como detonante fundamental. Algunas son peticiones de leyes contra la violencia de género, otras a tipificar el feminicidio. En este contexto, hemos visto una tendencia al punitivismo; a pedir más sanciones y esto caracteriza la lucha. Primero, al demandar que las penas sean más severas, tratando el asunto como un problema individual contra el agresor, pero sin mirar que las desigualdades estructurales basadas de género son las que producen la violencia de género y son los sistemas los que provocan y propician estos fenómenos. Bajo esta tendencia al punitivismo, va generando un estado de ánimo de ira y hartazgo que caracteriza al movimiento feminista y a las dinámicas dentro de la universidad. Ciertamente estos sentimientos los tenemos de manera legítima, justifica y genuina las feministas, pero vale la pena cuestionarse ¿cómo se va exponencialmente alimentando y configurando la identidad del movimiento feminista?

Audre Lorde, una feminista estadounidense, negra, lesbiana, tiene una frase muy sabia que nos puede servir para poder discernir un poco entre el uso de la violencia, de la acción directa, del boicot, en relación con otras formas de acciones de luchas. Ella decía:

El odio es la furia de aquellos que no comparten nuestros objetivos y su fin es la muerte y la destrucción; la ira es el dolor motivado por las distorsiones que nos afectan a todas y su objetivo es el cambio.(…) Toda mujer posee un nutrido arsenal de ira potencialmente útil en la lucha contra la opresión personal e institucional que está en la raíz de esa ira bien canalizada. La ira puede convertirse en una poderosa fuente de energía al servicio del progreso y del cambio; entendido no como un simple cambio de posición, ni a la relajación pasajera de las tensiones, ni a la capacidad de sonreír o sentirse bién; me refiero a la modificación profunda y radical de los supuestos en los que se basa nuestra vida. Cuando la ira se expresa y se traduce en obras al servicio de nuestra visión y futuro, se convierte en un acto de clarificación liberador y fortalecedor.

Primero, bien canalizado, segundo, que resulte en obras, y tercero, que no sea pasajero. ¿Que pasa con todo el arsenal de acciones que vemos en el movimiento feminista actualmente? Son pasajeras, son efímeras, no producen cambios políticos, no producen cambios de sentido, ni siquiera producen posibilidades de nuevos paradigmas sociales o de relaciones entre las personas.

En este sentido y regresando a pensar en la universidad que queremos y que soñamos: libre de violencia.

Lissette Silva: Es importante analizar el papel que están teniendo los medios de comunicación alrededor de todo este movimiento, porque evidentemente no se puede soslayar la fuerza del movimiento feminista en México, en América Latina y en el mundo, pero si se puede tener sesgos alrededor que se enmarca los grandes medios de comunicación acerca de los movimientos feministas. Por un lado, analizado en el contexto de que la derecha dominaba este país, el neoliberalismo tiende a poner el acento en los aspectos punitivos y de seguridad. Desde las violencias, hasta el uso de la fuerza, el cómo va a exigir que se atiendan los problemas, es oro molido para este sector. Esta ha sido una de las críticas que ha caracterizado el discurso de la derecha, sobre todo en el caso de las movilizaciones en la Ciudad de México: ¿donde está la mano dura?

En este marco, a veces pareciera que las demandas feministas únicamente se centran en la violencia –la cual es importantísima–, pero el feminismo tiene demandas más amplias, que son, en gran parte, la base de estas violencias extremas. Si en una sociedad con desigualdades tan profundas y con una violencia cotidiana que atraviesa el trabajo, la educación, la economía, etcétera entonces hay una naturalización social que enmarca esta violencia, pero estas inequidades quedan invisibilizadas.

Por lo mismo, los movimientos feministas se enfrentan por un lado al gran peligro de que se utilice su lucha en contra de un gobierno –que podría ser mucho más aliado de lo que ha sido hasta ahora, pero que en gran parte no sucede porque justamente se está imposibilitando un diálogo más fluido–, y por el otro a que la sociedad demonice al movimiento, como ha sucedido a lo largo de la historia. En este sentido, considero que se desaprovecha una oportunidad histórica: el hecho de tener un gobierno, tanto en la CDMX como en la nación, de izquierda para poder avanzar sus agendas.

Lo anterior nos debe llevar a analizar tanto lo que se ha logrado este sexenio como lo que falta por hacer. Por ejemplo, hoy hay 10 estados en los que la interrupción del embarazo es legal, tenemos que llegar a que sea una cuestión nacional, pero es importante recordar que empezó el sexenio solo con la CDMX. Hacia delante, falta alcanzar que cada vez la brecha salarial se cierre, que la educación siga siendo pública, pero que también dentro de la educación pública haya un trabajo al respecto de la vocación de las mujeres. Es decir, que se profundice en entender por qué las mujeres seguimos siendo las encargadas de los trabajos de cuidados y por qué no estamos de manera paritaria en la academia, en las ciencias, las ingenierías, en los trabajos que pagan mejor. Como feministas podríamos avanzar en una agenda mucho más amplia, sin que esto quiera decir que la cuestión del abuso, del acoso y de la violencia en contra de las mujeres no sea importante; pero pareciera que el fomento a esa óptica se explica por una lógica punitivista. Considero entonces que hace falta una articulación más clara y generalizada que incluso no deje afuera a los hombres. Y lo anterior no significa que los hombres dirijan, sino entender que el patriarcado nos está afectando en general y que no es únicamente cultural, sino también causa problemas económicos y políticos, pues al tener a ambos sexos peleándose le ayuda mucho al capital.

Nina Torres: Un asunto fundamental que nos ayudaría a redimensionar el tema de las instituciones educativas y sus comunidades es la igualdad. Las feministas analizamos absolutamente todos los temas y todos los problemas que nos atañen desde la búsqueda de la igualdad, no solo de la equidad, y desde la necesidad de la construcción de una relación y una cultura ética feminista que privilegia esta noción de que las mujeres tenemos –y hemos tenido históricamente– una enrome contribución en la construcción de este país. Para no ir más lejos, en el corto periodo que lleva la 4T, por ejemplo, se ha sustentado en la base, en la espalda y en los vientres de millones de mujeres mexicanas. Entonces el tema de la ética feminista como el componente esencial del trabajo intelectual, manual, artístico, organizativo, de formación y transformación de consciencias y de las conductas sociales, que apunta a las bases que hemos nosotras mismas construido teóricamente. Por ejemplo, al hablar de patriarcado u otras categorías que usamos tan felizmente de una manera más coloquial, son construcciones del pensamiento político y filosófico feminista. El feminismo, con todas sus variantes y todas sus expresiones, es de izquierda o no es feminismo, pues, las expresiones de la derecha o de la ultra derecha no son feministas.

Lo anterior también se traduce en las diferencias intergeneracionales. A mí me causa gracia cuando me dicen “es que tú eres parte de las viejas feministas y entonces no entiendes a las nuevas feministas, porque tu época ya pasó”. Yo les digo: “no, mi época sigue siendo esta, es tan mía como tuya y como la gente que la está viviendo, dejará de ser mi época cuando fallezca, no antes”.

En conclusión, creo que la noción de la ética feminista y cómo a partir de ella podemos darle arropo conceptual y político al movimiento, es crucial. Porque nosotras somos mujeres con mucha praxis, no solo con la construcción teórica, sino que estamos metidas en la práctica y a partir de la práctica regresamos a la reflexión, a la elaboración teórica.

Verónica Renata López Nájera: Concluyo hablando del horizonte del movimiento feminista en las universidades, porque además está pasando en otros espacios educativos, no solamente en la UNAM y no solamente en la Ciudad de México. Lo que vemos es un movimiento rico, dinámico, diverso. Es decir, no podemos hablar de un feminismo, sino de muchos feminismos, o de muchas vertientes, corrientes, perspectivas, militancias, que también están de una u otra forma determinando las acciones que se toman y posibilitando que se den ciertos diálogos o alianzas o no. Hay incluso quienes hablan de no ser feministas sino de ser antipatriarcal, como una forma de cuestionar precisamente este feminismo liberal, que responde a las necesidades y objetivos de un feminismo blanco, que solamente lucha por algunas demandas muy específicas como la legalización del aborto o el trabajo remunerado de manera paritaria con los varones. Todo eso también forma parte de las contradicciones y tensiones que vemos en el movimiento feminista de mujeres universitarias que evidentemente ha impactado en las movilizaciones. Es importante observar con más elementos para no quedarnos con esta idea de maniqueísmo: es buena o mala.

Yo no pensaría que la violencia es el único tema de la agenda feminista, pero llevamos cinco feminicidios esta semana, entonces por más que queramos dedicarnos a otros temas –que además si lo hacemos– el tema de la violencia sigue estando en el centro, querámoslo o no. Quizá habría que hacer un trabajo de politización mucho más significativo, que nos ayude a entender que en realidad la violencia feminicida es la violencia del capital. Deberíamos descentralizar esta imagen de “mujeres buenas, hombres malos” que justo es una de las peores formas de entender el feminismo y más bien entender que la violencia feminicida es la expresión de la violencia del capital. Creo que el tema de la violencia debemos abordar desde un discurso mucho más revolucionario: desde el amor y la ternura. Esto es algo que las mismas estudiantes han retomado, pues están acompañando temas de violencia, pero también en acompañamientos en otros ámbitos y problemáticas de las mujeres.

En este sentido también se puede entender el separatismo como una estrategia política. Habrá grupos que tienen esa visión política más radical. En mi experiencia, solo puedo decir que ha sido muy enriquecedor aprender a trabajar de manera colectiva con mujeres. Es una experiencia maravillosa, fascinante, se trabaja mejor, tenemos otras metodologías, hacemos cosas increíbles, y me parece que habría que pensarlo como separatismo estratégico, y así ir superando estos lugares comunes del feminismo que satanizan ciertas posturas que habría que profundizar y discutir más.

María Fernanda MS: Desde la academia se han hecho cosas maravillosas, como preguntarnos quiénes fueron las madres de la sociología, o conceptualizar desde las ciencias sociales los trabajos de cuidados y discutir hasta con Marx mismo, pero también está este peligro de ver al patriarcado, pero no ver al capitalismo neoliberal. Lo pienso cuando veo este constante bombardeo de mercancías violetas, incluso por encima de a las voces feministas, de compañeras, de madres, mujeres de clases populares. Es importante entender también a nuestras referentes; saber quién fue Consuelo Uranga, La Cuca García, Kollontai o Bell Hooks. Encontrarnos con estas voces es un tránsito sumamente bello, pues sus luchas tienen mucho más con que nutrirnos y tienen más eco en la justicia social que cualquier mercancía violeta que nos quisiera vender Ivanka Trump, o las políticas de militarización de una Hilary Clinton o Kamala Harris escondidas en Michell Obama, o la neoliberalización brutal que estuvo en Margaret Thatcher. También es importante reconocer las lógicas de los estereotipos de género porque las mujeres no estamos para seguir estas mismas lógicas competitivas tan útiles para el patriarcado. Todo lo contrario, buscar volver a la ternura, a los afectos y a las voces, escuchar las múltiples voces, pero también comprender en términos de praxis política.

Estamos ante un momento histórico este sexenio y es imperativo entender los alcances que se pueden tener en este contexto, porque si bien el feminismo es emancipador y poderoso, también sabemos que no lo podemos hacer todo solas ni en un solo momento, por lo que tener claro que las mujeres de clases populares sufren una serie de opresiones, no sólo nos duele y nos indigna, sino también nos indica por dónde debemos empezar.

Alina Herrera Fuentes: No creo que ninguna de nosotras piense que la violencia feminicida esté desconectada del capital ni del neoliberalismo, más bien Lissette enfatizaba en que son las desigualdades sistémicas del capital las que producen fundamentalmente las violencias basadas en género y la violencia feminicida y considero que sí hay un dominio de la agenda, del discurso y de la performatividad del feminismo hegemónico liberal.

En mi intervención anterior hablaba del punitivismo y me gustaría agregar que las demandas legales, dado que se concentran en más leyes, en más protocolos, es decir, una demanda formal de la ley y no una demanda de acción política o de peticiones específicas, y estando acompañadas de destrozos, acción directa o boicot, entonces alimenta y engrana el discurso feminista contra las izquierdas y en específico contra un gobierno de izquierda. Y ante esto los medios de comunicación, que si bien llevan tiempo creando sensacionalismo con relación a la muerte de las mujeres y su espectacularización, con este gobierno lo magnifican más, para poder capitalizar la acusación de que no se está atendiendo correctamente las muertes de las mujeres. Estos discursos van creando animosidad, sentido colectivo, y este se proyecta a nivel social. Hay que recordar que este gobierno pretende transformar de forma radical (de raíz), y no solamente modificar leyes (que es el signo político más visible de los feminismos liberales)

En el 2019, por ejemplo, cuando ocurrió la violación de policías contra una niña, luego de que los apresaron y soltaron al día siguiente libre de cargos, las feministas al día siguiente se movilizaron e incendiaron la estación de policías de Florencia, rompieron la infraestructura del metro (a esto le llamo violencia revolucionaria legítima por el contexto dado y el momento situado) y la respuesta de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, fue: “vamos a abrir carpetas de investigación”. Contra este anuncio se volvieron a movilizar con protestas directas e inmediatamente la gobernadora se reunió con las colectivas feministas. A partir de esa reunión, se llegaron a 10 acuerdos basados en el pliego petitorio de las compañeras. Después ¿qué pasó? siguieron las acciones de protesta directa. ¿Por qué si se había llegado a un acuerdo? considero entonces que es fundamental no perder de vista qué está nutriendo este discurso y hacia dónde busca ir.

También hace falta analizar las causalidades que provocan las violencias feminicidas, me parece que están fuera de foco en este momento a pesar que estamos en un gobierno de izquierda y considero que es muy pertinente decir que estamos ante un momento histórico para que esas agendas se expandan. Tenemos todas la condiciones, justificaciones y legitimidad de estar hartas, pero hay que ser estratégicas y saber que es importante articularse, aliarse y ponderar el hartazgo y la violencia revolucionaria con el avance de programas concretos, como lo fue en 2019 el pliego petitorio. Es vital pensar en las acciones que puedan resultar fecundas: para las mujeres, para el feminismo y para este gobierno.


Lissette Silva. Doctora en filosofía social por la UNAM. Fue coordinadora de formación política, tallerista e investigadora en la Secretaría de Mujeres Morena CDMX e investigadora independiente. Autora de “Entre el polvo del mundo. La irracionalidad, el pesimismo y la compasión en Max Horkheimer”. Feminista, marxista y militante de Morena.

Verónica Renata López Nájera. Doctora en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Profesora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM; Integrante de la Red de Feminismos Descoloniales.

Nina López. Mujer de izquierda, profesora y académica, sindicalista y feminista desde hace más de cuatro décadas. Colabora con la Secretaria de Mujeres Morena en CDMX y trabaja en el Departamento de Política y Cultura, UAM-X. Entre sus últimas publicaciones se encuentran la coordinación del libro colectivo De lo Poscolonial a la descolonización. Genealogías latinoamericanas (México, UNAM, 2018).

Alina Herrera. Abogada y militante feminista antirracista. Investigadora en el Seminario Feminismos a la Izquierda del Instituto Nacional de Formación Política, e integrante del Grupo de Trabajo de CLACSO “Crítica jurídica y conflictos socio-políticos”. Candidata a Maestra en Género, Política y Sociedad por Flacso Argentina y licenciada en Derecho por la Universidad de La Habana. Graduada en varias diplomaturas sobre Feminismos en América Latina, género, políticas públicas y pensamiento crítico decolonial.

María Fernanda Minero Saucedo. Egresada de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha sido profesora adjunta en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, así como asistente de investigación en el Colegio de México. Es tallerista y formadora política en el Instituto Nacional de Formación Política.

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