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Entrevista con Arturo Zaldívar (fragmento)

El gobierno de Felipe Calderón fue el crimen institucionalizado. Definitivamente, se dio una violación generalizada de derechos humanos.

F: Yo tengo una pregunta. El ministro es una figura ética y una autoridad moral para el país en general y yo estoy convencido de que la autoridad, en general, de un poder como el poder judicial, reside, precisamente, en su calidad ética y moral. ¿Qué ocurre cuando un poder judicial —es una pregunta teórica— pierde su autoridad ética y moral?

Zaldivar: Este tema es de la mayor relevancia porque, efectivamente, la fuerza de un poder judicial, de un tribunal constitucional, está en su legitimidad, y su legitimidad deriva, en parte, de tener una autoridad moral y un reconocimiento social de que el trabajo que se está realizando efectivamente es acorde a lo que marca la onstitución y las leyes, y que es un poder judicial en el cual las ciudadanas y ciudadanos pueden encontrar una vía para que se haga justicia. Cuando un poder judicial, una corte, un tribunal constitucional, no tiene esta legitimidad, difícilmente puede cumplir con sus cometidos, y se puede empezar a generar una crisis incluso institucional. Justamente en 2018, cuando se da la elección presidencial, todas las instituciones, pero también el poder judicial federal, estaban enfrentando un proceso de deslegitimación, en el cual la sociedad y la ciudadanía, y así lo hizo en la votación, entendió que había un hartazgo. La sociedad, la gente, ya no confiaba en sus instituciones, no confiaba en la clase política que había estado gobernando, y votó, claramente, por un cambio. Cuando yo llego a la presidencia de la Corte, en enero de 2019, me tengo que hacer cargo de esta situación, de un poder judicial que había estado afectado en su legitimidad, que era acusado recurrentemente de corrupción, de nepotismo, incluso el edificio de la Corte estaba tomado por manifestantes por varios meses, no podíamos entrar ni salir por la puerta principal. Y lo que yo dije en aquel momento es que teníamos que ser autocríticos. El poder judicial es un poder donde es difícil la autocrítica, donde es muy común la complacencia; el pensar que todo está bien y tratar de ver sólo para dentro. Yo hice un esfuerzo de autocrítica para darnos cuenta dónde eran los problemas, y a partir de ahí empezamos a generar una reforma judicial, una autorreforma primero y después una reforma constitucional y legal, a partir de la cual logramos remontar, en términos de legitimidad, de combate a la corrupción, de ordenar el nepotismo y muchas otras cosas. El reto era recobrar la legitimidad del poder judicial, porque si nosotros nos remontamos a ese momento, nos damos cuenta que, efectivamente, la ciudadanía no confiaba en sus juezas, en sus jueces, y el poder judicial estaba muy desgastado, derivado de una cultura que venía de mucho tiempo atrás.

La Corte estuvo ahí prácticamente tomada por el gabinete, por todo. Y después viene el caso de Florence Cassez, este montaje…

H: Parte de ese desprestigio y esa desconfianza era porque el poder judicial, desde hace décadas, se había supeditado al poder ejecutivo, ¿no es cierto? Tú fuiste ministro antes del 2018, lo sigues siendo ahora, ¿qué diferencias hay en lo que ahora llamamos “el viejo régimen”?

Z: Realmente es que en este momento estamos viviendo en un país extraordinariamente polarizado. Entonces, el análisis de los procesos se hace diferente, pero ciertamente hubo muchas décadas en donde el poder político, económico, mediático y judicial caminaban del mismo lado. Entonces no había este debate de si el poder judicial es independiente o no es independiente porque los actores políticos y mediáticos no generaban este debate, porque realmente había una identidad política (de) hacia dónde se quería ir. Pero abajo, el pueblo, la gente, sí sentía esta diferencia entre los que están arriba y los que estamos abajo, y sí sentían que en el poder judicial no eran escuchados. No se les volteaba a ver, no había espacios para una justicia social más amplia. Creo que esto era una realidad. Cada presidente, con su estilo, anteriores al actual, buscó tener éxito en los asuntos que llegaban a la Corte o al poder judicial. Hoy se habla mucho de que el presidente (Andrés Manuel) López Obrador es un presidente que no respeta la independencia porque es muy crítico en sus mañaneras en relación con su poder judicial, cosa que no es de ahora, así ha venido siendo desde que llegó, pero poco se dice de lo que implicaba, por ejemplo, un presidente como Felipe Calderón, que amenazaba, que intimidaba, que ordenaba, que no se respetaran los derechos humanos, que fabricaba culpables, un sexenio donde de manera reiterada se violaban los derechos humanos de todas las personas y hoy viene a hablar de estado de derecho; eso verdaderamente me llama mucho la atención y me llama más la atención que nadie repare sobre eso.

F: Sí, claro, a ti te amenazó directamente.

Z:  Por supuesto, a mí me pasó el régimen de Calderón.

H: Hay una experiencia directamente con la Secretaría de Seguridad al mando de Genaro García Luna.

Z: Efectivamente, yo tuve dos momentos digamos, complicados, con el presidente Calderón. El primero fue cuando se dio el asunto de la guardería ABC, que yo presenté un proyecto responsabilizando a altos funcionarios de su gobierno, del gobierno del estado y del municipio donde había ocurrido esto. Obviamente hubo una operación de Estado en la Corte para que este asunto no pasara, sólo votamos a favor de mi proyecto Juan Silva Meza, Olga Sánchez Cordero y yo. Y ahí hubo un enfrentamiento fuerte con el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, y una operación mediática muy, muy fuerte. En esa reunión, en esa sesión de la Corte, hubo algunos ministros que leyeron como su dictamen, los documentos y los memorándum que nos habían ido a llevar las autoridades.

H: ¿De la Secretaría de Gobernación les llevaron: “Lean esto”?

Z: No, estaba todo el gabinete. Todo el gabinete estaba en la Corte. La Corte estuvo ahí prácticamente tomada por el gabinete, por todo. Y después viene el caso de Florence Cassez,  este montaje que hoy es evidente, en el cual a mí me tocó ser ponente y ahí sí fueron subiendo de nivel las amenazas; todos los días se hablaba a mi oficina, se amenazaba y de manera muy concreta. En algún momento, un domingo, yendo yo con mi familia, pues de repente se nos cierran tres camionetas de la Policía Federal.

F: ¿A un ministro de la Suprema Corte en funciones le hicieron eso?

Z: Se bajan con armas largas, yo venía con mi familia, y se nos quedan apuntando como diez minutos. No conformes con eso…

H: ¿Sin decir nada?

Z: Sin decir nada. Nada más era el mensaje intimidar…

F: O sí diciendo.

R: Sí, decían mucho.

Z: Después se metieron a mi casa, estando yo con mi esposa, no nos dimos cuenta esa noche. Se robaron todo lo que tenía que ver con mi computadora, mis unidades usb, mi disco de respaldo, supongo que buscando algo que obviamente no iban a encontrar. Pero ahí estaba clarísimo: “Te pudimos haber matado, nos metimos a tu casa, nos robamos lo que quisimos”, esto, a un ministro en funciones… nunca había sucedido y es el mayor atentado a la independencia judicial, a la separación de poderes.

ya a ninguno nos cabe duda del nivel de delincuente,
de violador de derechos humanos que es Genaro García Luna

Z:  Y tan supo Calderón, que hoy dice que no sabe, él ya no se enteró de nada, entonces o tiene un tema de ineptitud o un tema de complicidad. No hay de otra. El punto es que cuando esto sucede, yo le aviso al entonces presidente de la Corte, Juan Silva Meza, y le digo: “pasó esto, quiero que estés enterado”, al día siguiente me reuní con todos mis compañeros en la oficina de presidencia de la Corte y les dije: “sucedió esto, no voy a denunciar, no voy a salir inmediatamente porque generaría una crisis institucional, pero hago responsable a Felipe Calderón y a (Genaro) García Luna de cualquier cosa que me pase a mí y a mi familia. Y ustedes ya lo saben”. Y luego se empezó a filtrar por ahí lo que había pasado, pero ¿por qué Calderón sí sabía?, me llama, porque yo le pedí al presidente de la Corte que avisara al presidente de la república que había ocurrido, me llama, me dice que se había enterado lo que había pasado, si yo sospechaba de alguien…

(Risas).

Z: Y me dice: “Oiga, pues si quiere le puedo dar seguridad por parte de la Secretaría de Seguridad Pública”.  “No, presidente, yo no confío en su Secretaría de Seguridad Pública”. Y me dice: “Bueno, si quiere le puedo mandar un escolta del Estado Mayor”.  Le dije: “En el ejército mexicano sí confío, presidente, se lo agradezco y se lo acepto”.

Tan supo que durante tres meses yo tuve escolta del Estado Mayor presidencial. El único que pudo haber ordenado que un ministro, que no es presidente, traiga seguridad del Estado Mayor es el presidente. Por eso, desde que yo revelé esto ya no hablo, porque sabe, no solamente supo, lo supo en tiempo real, platicó conmigo, seguramente también se le olvidó la llamada telefónica. Pero esto fue algo real que sucedió. Entonces, hay mucha hipocresía ahora en hablar que se afecta la dependencia judicial y que si yo fui esto o aquello en mi presidencia. No, yo guardé la dignidad, el decoro, la independencia del poder judicial. Ahí están todas las sentencias de la Corte de las juezas, jueces, magistrados y magistradas que se defienden solas. Creo que si hubiera alguna duda, pues hoy, después de lo que sucedió, después de que ha sido declarado culpable esta persona, pues creo que ya a ninguno nos cabe duda del nivel de delincuente, de violador de derechos humanos que es Genaro García Luna y que es extraordinariamente improbable, por no decir imposible, que Felipe Calderón no se haya enterado de nada. Yo me he referido que el gobierno de Felipe Calderón fue el crimen institucionalizado. Definitivamente, se dio una violación generalizada de derecho humanos, no había, no sólo el cuidado de que no se violaran, sino eran irrelevantes. Muchas desapariciones forzadas, mucha gente que fue privada de la vida en operativos, una guerra absurda en donde casi no había heridos, había sólo muertos, donde tenían un testigo protegido secreto o anónimo que había estado en todos los asuntos de todos los cárteles, y en la misma persona que no sé al final sí existía o no, era el testigo que estaba en todos los juicios, pero también una cosa: esto no hubiera sido posible si no hubiera habido sentencias del poder judicial que avalaron esas violaciones a los derechos humanos. Por eso, cuando yo llego de ministro trato de empezar a hacer diferencia para generar criterios distintos. Y a partir de ahí es que empezamos a tener un debido proceso en México y empezamos a tener resoluciones de la Corte y de los jueces garantistas que protegen a las personas de estas fabricaciones, de la tortura, de tanta injusticia, porque nuestro sistema penal es profundamente injusto: hay miles de personas inocentes en la cárcel y la mayoría de ellas son pobres. Y cuando se trata de mujeres es todavía más crítico, más lamentable, más triste, porque tenemos un proceso penal y un sistema penal y un sistema carcelario muy descompuesto. Tenemos que hacer muchos esfuerzos para tratar de revertirlo, pero creo que particularmente en esa administración se hizo un daño tremendo a la justicia, al estado de derecho, a la vida, a la dignidad de millones de personas en México.

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