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Dos proyectos de nación

Los dos proyectos de nación que se disputarán el poder luchan en el fondo por mantener la corrupción o por acabar de erradicarla con un gobierno fuerte que dé continuidad al actual, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Lo que se definirá en el proceso electoral del año próximo es más que la elección de un jefe de nación —muy probablemente ahora una mujer—, junto con diputados, diputadas, senadoras, senadores y algunos encargados de los gobiernos de las entidades federales. Se trata de algo más importante en el fondo: la definición del tipo de Estado y de estructuras políticas y económicas que prevalecerán en los años, décadas por venir. Con lo politizado, enterado y participativo que está el pueblo de México, no será necesario dar muchas explicaciones.

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Son, claramente, dos modelos diferentes, el que ha sido llamado la 4T, la cuarta transformación, y el que fue derrotado en 2018, con una estructura política y económica neoliberal, sustentada políticamente primero en el partido oficial, el Revolucionario Institucional (PRI), y al final en el PRIAN, su suma de facto al Partido Acción Nacional (PAN), todo muy, para entonces, carcomido por la corrupción.

Podemos empezar definiendo lo que esta fea palabra significa. “Corrupción”, dice el Diccionario para juristas, de Juan Palomar de Miguel (Mayo Ediciones, 1981), que “es vicio o abuso que se introduce en las cosas no materiales, como las palabras, o vocablos, en las costumbres o en la educación”. Agrega otra acepción: “Aberración sexual”. Por otra parte, el vicio es lo contrario a la virtud, “la repetición de errores o de malas acciones”.

En México sabemos muy bien lo que es la corrupción, la sufrimos, luego nos la sacudimos y estamos luchando para que no regrese. Se trata, como lo entendemos, de aprovechar los puestos públicos para enriquecerse de forma ilegitima. Para ello, hay varios caminos, uno, el más burdo, es tomar directamente el dinero de las arcas públicas; hay otros, como otorgarse a sí mismo o a empresas propias jugosos contratos con el gobierno. Otros son los moches, la simulación de empresas fantasma y algunos más.

Los dos proyectos de nación que se disputarán el poder luchan en el fondo por mantener la corrupción o por acabar de erradicarla con un gobierno fuerte que dé continuidad al actual, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Son, por supuesto también, muy distintos los valores éticos e ideológicos en que se fundan ambos. Empezaré por los de la 4T, que se ha definido en varios libros del dirigente, quizás el más claro: Un nuevo proyecto de nación, y se han concretado en una proclama sintética e inconfundible —ya sabemos de quién es y cómo cambió el país— que se emite como consigna tripartita: “No mentir, no robar y no traicionar al pueblo”. Yo sólo agregaría una más, que no viene en el breve texto, pero si en la realidad: no rendirse.

Para sintetizar los valores, intereses o convicciones del otro proyecto, el regresivo, podemos citar varias consignas que fueron muy conocidas en su tiempo; las transcribo: “Un político pobre es un pobre político”, atribuida al profesor Carlos Hank González; “No me den, pónganme donde hay” (proverbio burocrático), y otros dos, anónimos: “El que no transa, no avanza” y: “En política, lo que se vende es más barato”, atribuida a un oscuro político veracruzano.

Dejo la cereza del pastel: “La moral es un árbol que da moras”, Gonzalo N. Santos, cacique clásico entre los clásicos. Todos mencionados en mi Cuaderno de ideas ajenas (Porrúa, 2005).

Ciudad de México a 11 de octubre de 2023.

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