Casi el 50 por ciento del consumo final de energía en México se destina al transporte de personas y mercancías. De esa cantidad, los petrolíferos representan el 99.7 por ciento. Esto significa que la sustitución de este tipo de combustibles por otros más amigables con el medio ambiente será costosa y se prolongará por décadas. Conforme a las cifras de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), al conjunto de las economías del planeta le tomó 40 años reducir en 5 por ciento el consumo primario de combustibles fósiles. Es decir que, por múltiples razones (intereses creados, rigidez de los senderos tecnológicos, debilidades institucionales, etcétera), la inercia de los modelos económicos, los sistemas productivos y los patrones de consumo es mayor de la que estiman las proyecciones optimistas en materia de transición energética.
Por eso es muy importante que el actual gobierno tenga como uno de sus objetivos estratégicos reducir la enorme dependencia que tenemos en materia de combustibles. Nuestra dependencia es de tal magnitud que podemos afirmar que estamos en una situación de franca vulnerabilidad. De acuerdo con el académico francés Jacques Percebois, la vulnerabilidad energética difiere de la dependencia energética, ya que se puede ser dependiente sin ser vulnerable: “Un país que importa la mayor parte de su energía, pero a un precio accesible y garantizando la seguridad del suministro mediante la diversificación adecuada de las fuentes de aprovisionamiento, será dependiente pero no vulnerable”.
México es un país vulnerable porque la inmensa mayoría de las importaciones de gas natural y petrolíferos provienen de los Estados Unidos de América, a partir de la instauración de un modelo de integración subordinada, impulsado por los sucesivos gobiernos neoliberales desde la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC).
En ese sentido, la construcción de nuevos trenes de refinación era y es necesaria por razones de seguridad energética. La ampliación de la capacidad de producción, la optimización del Sistema Nacional de Refinación y la implementación de medidas de contención de la demanda podrán disminuir los desequilibrios entre la oferta y la demanda de combustibles, inducidos por una visión extractivista y financierista de corto plazo.
La ventaja de modernizar refinerías
Las seis refinerías de Petróleos Mexicanos (Pemex) en territorio nacional han enfrentado durante años severas dificultades para operar sostenidamente en forma adecuada. Una parte de los problemas de operación se originó en la falta del mantenimiento adecuado pues, por restricciones presupuestales, no les fue proporcionado durante años.
La oportunidad de mejora más importante la constituye el hecho de que tres de las seis refinerías (Tula, Salamanca y Salina Cruz) pueden ser reconfiguradas para producir una mayor proporción de refinados, que incremente el valor de lo producido.
En efecto, la reconfiguración de una refinería tiene como propósito incrementar la profundidad de su procesamiento con instalaciones adicionales que permitan mayor grado de conversión. Con ello, se obtienen mayores volúmenes de productos de más alto valor comercial —gasolina, diésel, turbosina, gas licuado de petróleo (LP)— y se reduce e incluso se puede evitar la producción de combustóleo. La producción de residuales líquidos muy pesados, como el asfalto, puede seguir en grado mínimo.
La reconfiguración de una refinería no tiene como propósito incrementar el procesamiento de petróleo crudo, sino aumentar la proporción de crudo que se transforma en productos petrolíferos de alto valor.
En términos ambientales, al dejar de producir combustóleo con alto contenido de azufre (de 3.5 a 4 por ciento) e incrementar la producción de petrolíferos de mayor valor y muy bajo contenido de azufre, se dejan de quemar aproximadamente 700 toneladas/día de azufre por cada refinería reconfigurada.
Gracias a las fuertes inversiones realizadas por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador en refinación, el proceso de crudo pasó de 747 mil barriles diarios en el primer trimestre de 2021 a 822 mil barriles diarios en el mismo trimestre de 2022: un incremento del 10 por ciento. Al respecto, debe destacarse que la capacidad utilizada de destilación primaria ha aumentado por cuarto trimestre consecutivo.
Por otro lado, el margen de refinación por barril procesado fue positivo por octavo trimestre consecutivo, pasando de los 5.85 dólares obtenidos en el primer trimestre del año 2021, a 18.45 dólares en el mismo trimestre de 2022.
En el primer trimestre de este año, la producción de petrolíferos se elevó a 939 mil 100 barriles diarios. En ese mismo lapso, la producción promedio de gasolinas (283 mil 400 barriles diarios) volvió a ser mayor que la de combustóleo (258 mil 400 barriles diarios).
Aun con estos avances, la tasa de utilización promedio del Sistema Nacional de Refinación hoy en día apenas rebasa el 50 por ciento, por lo que resulta muy importante que el consejo de administración de Pemex haya aprobado la reconfiguración de la refinería de Salina Cruz, lo que, aunado a la construcción de la unidad coquizadora que dará servicio a las refinerías de Tula y Salamanca, permitirá eliminar el cuello de botella que significa la producción de combustóleo en estas tres refinerías.
La dependencia del gas natural
A partir de la información proporcionada por Pemex en su más reciente reporte trimestral de resultados, entre el primer trimestre de 2021 y el de 2022 la producción de gas natural aumentó en un 3.3 por ciento, al pasar de 3 mil 700 a 3 mil 821 millones de pies cúbicos de gas (mmpcd).
De esta forma, la empresa productiva del Estado, sin considerar la producción de sus socios, logró un incremento promedio de la producción de gas natural por cuarto trimestre consecutivo, desde que en el segundo trimestre de 2021 la producción promedio había caído a 3 mil 658 mmpcd. De hecho, la producción de gas natural en el trimestre reportado fue 2.7 por ciento superior a la alcanzada en el cuarto trimestre de 2021.
Ahora bien, desde el primer trimestre del año 2019 hasta el mismo trimestre de 2021 la quema de gas había tenido un crecimiento sostenido, reporte tras reporte, pasando del 5.1 por ciento en el primer trimestre indicado, al 14.9 por ciento del gas extraído en el segundo. El volumen de gas enviado a la atmósfera en el transcurso de esos dos años pasó de 243 a 712 mmpcd. Es decir, aumentó en un dramático 193 por ciento.
A partir del segundo trimestre de 2021 el volumen de gas quemado ha venido disminuyendo, aunque sigue siendo muy importante. En efecto, en términos volumétricos entre el primer trimestre de 2021 y su similar de 2022 la quema de gas pasó de 712 a 390 MMpcd, es decir, hubo una muy importante disminución del 45.2 por ciento. En términos porcentuales, el gas enviado a la atmósfera pasó de representar el 14.9 por ciento del total producido en el primer trimestre del 2021 a un valor equivalente al 8.4 por ciento en el último trimestre reportado.
De manera que el volumen de gas enviado a la atmósfera y reportado en el primer trimestre de este año es una buena señal de que Pemex está enfrentando con determinación esta problemática a la vez ambiental, industrial y económica.
Ahora bien, aunque se ha iniciado un proceso sostenido de disminución de la quema de gas, los niveles siguen siendo preocupantes tanto por la pérdida de valor como por los efectos medioambientales que implican, y todo en el contexto de la severa dependencia de México en materia de gas, la cual alcanza el 93 por ciento del gas utilizado en el país si quitamos a Pemex del balance general. México continúa enfrentando una altísima dependencia frente a los Estados Unidos.
Urge realizar todas las inversiones necesarias en infraestructura para contener esta quema de gas, aun a costa de una disminución temporal de la producción de crudo, cuyos efectos económicos pueden ser mitigados en el actual escenario de precios elevados de la mezcla mexicana de exportación.
Es evidente la urgencia de que el gobierno y Pemex diseñen una estrategia integral para asegurar el abasto de gas natural en el país. Se requieren medidas institucionales, fiscales y regulatorias, así como inversión en proyectos de infraestructura en transporte y almacenamiento. No basta con incrementar el volumen de producción gasífera en el país: Pemex tendría que adoptar una estrategia de producción en el exterior, invertir en plantas separadoras de nitrógeno para disminuir la quema de gas y analizar seriamente la posibilidad de constituir una subsidiaria centrada en la producción de gas.
Petroquímica, ¿la gran olvidada?
Hablar de la industria petroquímica, es referirse a un sector sumamente integrado a diversas cadenas productivas de mucho valor, como la industria del plástico, autopartes, fertilizantes, químicos, explosivos, limpieza, medicinas, textiles, alimentos, entre otros muchos. La importancia que reviste este sector en la competitividad de diversos sectores económicos es muy significativa.
Es tiempo de tomar las medidas necesarias para afrontar el futuro de la industria petroquímica, la cual se convertirá en el principal motor de la demanda adicional de petróleo. Las preocupaciones en torno a la seguridad energética, hasta ahora, se han centrado en garantizar el suministro de combustibles para los motores de combustión interna, dejando de lado que la petroquímica, por su gran variedad de usos, será el último eslabón para el consumo masivo de hidrocarburos. La Agencia Internacional de Energía ha señalado que la petroquímica será responsable de más de un tercio de la demanda adicional de crudo al año 2030, y cerca de la mitad al 2050.
El Estado debe sentar desde ahora las condiciones institucionales, jurídicas, industriales y económicas para relanzar, con los mayores beneficios colectivos posibles, un sector en el que además, existe una gran experiencia acumulada de participación del capital privado en sociedad con el público.