Reflexiones sobre la aflicción en política

Columnas Plebeyas

Dice el presidente que el que se aflige, se afloja. Y entiendo por qué lo dice: en política hay poco tiempo, si acaso algo, para el dolor propio. Por tanto, pareciera que dos de las virtudes que más pronto debe desarrollar un cuadro son, por un lado, la de la resistencia y, por el otro, la de la vocación para la adversidad. Sobre la segunda dice Álvaro García Linera: 

Tocan tiempos difíciles, pero para un revolucionario los tiempos difíciles es su aire. De eso vivimos, de los tiempos difíciles, de eso nos alimentamos, de los tiempos difíciles. ¿Acaso no venimos de abajo, acaso no somos los perseguidos, los torturados, los marginados, de los tiempos neoliberales? La década de oro del continente no ha sido gratis. Ha sido la lucha de ustedes, desde abajo, desde los sindicatos, desde la universidad, de los barrios, la que ha dado lugar al ciclo revolucionario. No ha caído del cielo esta primera oleada. Traemos en el cuerpo las huellas y las heridas de luchas de los años 80 y 90. Y si hoy provisionalmente, temporalmente, tenemos que volver a esas luchas de los 80, de los 90, de los 2000, bienvenido. Para eso es un revolucionario. Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino.

De alguna forma, es como si el personaje político debiera devenir alquimista (o budista): hay que tomar el dolor propio como lección, como incentivo. Incluso como alimento, dice Álvaro, para seguir caminando en pos del beneficio de todos los demás, de los demás seres sintientes. Transformar el plomo en oro, mudar el dolor propio en felicidad ajena bajo la promesa de que en el ínter el sufrimiento se diluirá como los gases tóxicos de las transformaciones alquimistas. 

Esto, claramente, es más fácil para ciertos perfiles que para otros. ¿En qué radica esta diferencia? ¿Qué hace a alguien ser mejor mago que el siguiente? ¿Estamos llamados todos a desarrollar estos prodigios o queda algún espacio útil para los mamones e hipersensibles?

El dicho del presidente es importante. Hay que asimilarlo y encarnarlo. Con cada hecho doloroso debe practicarse, aprender. Luchar, vencer, caerse, levantarse… hasta que se acabe la vida. Cada vez se irá soportando más y más, y quizá llegará el día en el que no sólo no nos pese, sino que podremos cargar el peso de los demás; sobre todo de los que empiezan, de los más jóvenes, en lo que agarran fuerza. 

Sólo haría una precisión que les comparto en un desliz de medianoche: más que nunca aflojarse, hay que saber cuándo y con quién. Los y las compañeras de militancia no son dónde, a ellas y a ellos se les ofrenda vocación y servicio solamente. 

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