Los días 23 y 24 de junio, Yevgeny Prigozhin, el histriónico líder del grupo paramilitar Wagner, comenzó una marcha rebelde hacia Moscú, en un inesperado y abierto desafío hacia la cúpula armada de Rusia que conduce la actual operación militar en Ucrania. Este hecho fue rápidamente aprovechado por todo el aparato mediático y propagandístico occidental que cubre el conflicto para amplificar resultados, inclusive anunciando irresponsablemente el colapso del gobierno ruso y su derrota en la guerra.
Para su mala fortuna, y gracias a negociaciones que impidieron la escalada de aquella rebelión, por la intervención directa del presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, la situación se resolvió en escasas 24 horas, con un mensaje paralelo del presidente Vladimir Putin en el que condenaba las acciones de Wagner y en el que apeló a ejemplos históricos nacionales, además de determinar que estas fuerzas buscaron descarrilar la participación de Rusia en el conflicto ucraniano.
Curiosamente, lejos de disminuir la aprobación presidencial a raíz de este problema, el liberal Centro Levada identificó que la aprobación de Putin hasta julio de este año se mantiene en más del 80 por ciento, y el deseo de la población para que continúe al frente del país después de 2024 es del 69 por ciento.
Por otro lado, los desarrollos de este evento, lejos de terminar, nos han sugerido algunas ideas de momento:
La rebelión encabezada por Prigozhin tuvo un efecto nulo en el desempeño militar de Rusia en Ucrania, a pesar incluso de los esfuerzos suicidas del liderazgo en Kiev por recuperar territorios perdidos mediante una muy asonada contraofensiva ucraniana en el sur y este del territorio, la cual, a ya más de un mes de haber iniciado con el gran apoyo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Estados Unidos, no ha podido generar resultados relevantes.
No obstante, la facilidad con la que pudo orquestarse este levantamiento, dados los pocos controles institucionalizados que existen sobre entes paramilitares como el grupo Wagner, sin duda representa una amenaza a la seguridad estatal, que debe ser atendida por el gobierno cuanto antes, ya que los organismos de seguridad representan uno de los pilares fundamentales del Estado ruso moderno.
Finalmente, aquella insurrección también permitió mostrar los límites de acción que poseen los grupos paramilitares en guerras convencionales, los cuales sin duda serán incorporados al ejército ruso para un mejor desempeño durante el actual conflicto en Ucrania e, independientemente del resultado, serán tomados en cuenta para futuras reformas militares.