Miles de personas buscan la verdad. En México, madres y familiares de desaparecidos buscan la verdad entre papeles, revisan archivos, difunden fotos, remueven la tierra, rastrean olores y conservan trazos de ropas y cuerpos que van apareciendo en el camino. Los indicios que surgen dicen algo sobre lo que pasó, pero no todo. Hay algo que se escapa, que mueve la búsqueda y la hace cada vez más urgente.
¿Qué es la verdad? ¿Quién la tiene?
En primer lugar, la verdad es un derecho que tienen las personas y las sociedades para contar con una información fehaciente sobre los hechos que provocaron violaciones a los derechos humanos. Saber los hechos es importante para comprender qué pasó y por qué. Además, el derecho a la verdad consiste en conocer la identidad de las personas responsables.
En México, la Suprema Corte de Justicia puso sobre la mesa este derecho a partir de la masacre de Aguas Blancas, en la que 17 campesinos fueron asesinados en Guerrero por la policía mexicana. Lejos estaba la comunidad guerrerense de poder alcanzar la verdad sobre la muerte de estos actores, ya que las autoridades manipulaban la información y ocultaban datos que protegían intereses superiores.
Es responsabilidad del Estado garantizar el acceso a los archivos para que la verdad pueda ser construida. Pero la verdad no es sólo eso que habita en los documentos públicos, sino que está también en los testigos, en la memoria de los pueblos y en los efectos que las violaciones a derechos humanos tienen sobre familias, comunidades y sociedades.
Actualmente se está llevando adelante un proceso muy complejo de construcción de la verdad histórica sobre los crímenes cometidos por el Estado durante la mal llamada Guerra Sucia. La Comisión para la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia reúne a personas de distintos ámbitos civiles y estatales para buscar la verdad sobre las violaciones a los derechos humanos que cometió el Estado mexicano entre 1965 y 1990. También la Comisión de la Verdad y Justicia del caso Ayotzinapa ha demostrado que la verdad requiere de un claro compromiso político con las víctimas y de una incansable lucha desde adentro y desde afuera del Estado para poder alcanzarla.
Como un gran rompecabezas, la verdad se va construyendo pieza por pieza, con cada testimonio y cada documento que alumbra una pequeña parte de lo que pasó. Los efectos de saber la verdad son expansivos: despiertan a una sociedad dormida y nos involucran a todos. Por eso la verdad es un derecho, pero también un compromiso.