Si pensamos en la evolución del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) como partido desde su registro, hay datos que resultan claramente apabullantes. En 2018 los resultados electorales fueron más que impresionantes: un partido con cuatro años de antigüedad no sólo ganó la presidencia de la república de manera contundente, sino que también logró la mayoría en ambas cámaras del legislativo. Durante todo el sexenio continuó consolidándose: en las elecciones intermedias fue posible mantener la mayoría en la cámara baja, y sobre todas las cosas se ganó prácticamente todo a nivel territorial, con 24 entidades federativas de las 32 posibles.
Ni hablar de las elecciones federales de 2024, cuando Claudia Sheinbaum fue la candidata más votada de la historia y fue posible obtener la mayoría calificada en la cámara baja para Morena y aliados, y una mayoría contundente en la cámara alta, que con pocas negociaciones hizo posible pasar la primera reforma constitucional de esta legislatura: la que modifica al poder judicial de la federación.
A la luz de los datos, podemos afirmar que Morena ha sido un partido político muy exitoso. Hablamos de un suceso sin precedentes, tomando en cuenta las condiciones del sistema político mexicano antes del siglo XXI.
Los previamente enumerados son logros impresionantes. Sin embargo, todos ellos se explican en términos de éxito electoral. Y un partido debe ser una maquinaria electoral, pero no debe quedarse sólo en esa faceta. Existen otras funciones de los partidos políticos, con igual o mayor importancia. Especialmente para Morena, que, lejos de conformarse con la obtención del poder político, busca llevar a cabo un cambio de régimen.
En ese sentido, más allá de lo electoral, hay tareas fundamentales del partido relacionadas con la comunicación, la organización, el enlace, entre otras cosas. Asimismo, fuera de lo puramente institucional, el componente ideológico y ético es fundamental, en especial para un partido-movimiento que busca transformar el país.
Sobre esa ruta se han encauzado los loables esfuerzos del Instituto Nacional de Formación Política (INFP) de Morena. A través de múltiples actividades, este aparato se han encargado de difundir los vicios del neoliberalismo, los objetivos de la cuarta transformación, sus logros, entre otras cosas. Igualmente destacable ha sido la solidez ideológica que varios intelectuales, de la talla de Enrique Dussel o Armando Bartra, han brindado al movimiento a través de la estructura del mismo instituto.
Ahora bien, las tareas que completa el INFP podrían ser complementadas por un nuevo órgano del partido. Ahora que Morena tiene la batuta para hacer todos los cambios necesarios en aras de la transformación, es necesario un instituto de estudios sociales, políticos y económicos que brinde sustento al partido a través de las ciencias sociales.
Se ha visto que, lamentablemente, buena parte de los académicos en el país se ha dedicado más a la conservación de los privilegios que les daba el antiguo régimen, que a contribuir a mejorar el país. Grandes nombres no han hecho más que vilipendiar la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador. Intelectuales llamados de izquierda se convirtieron en reaccionarios ni bien se les tocó un privilegio.
Por ello, en el contexto actual considero que sería un acierto para Morena construir un espacio para la investigación social realmente comprometida con la transformación. Los estudios e investigaciones que produzcan podrían ser aprovechados, en primera instancia, para tener una mejor comprensión de la realidad social del país, de sus problemas e inconvenientes. De igual manera, permitirían orientar las acciones del partido sobre un terreno más sólido al momento de plantear leyes, reformas o políticas públicas.
Un órgano de esa naturaleza permitiría, además, consolidar la estructura del partido, realizando estudios internos para optimizar su funcionamiento. Dentro de las múltiples reformas que se le pueden hacer al partido, un Instituto de Estudios Sociales, Políticos y Económicos en Morena podría ser la mejor inversión posible para consolidar al partido y a la cuarta transformación.