Recién leí: “Otis es el Ayotzinapa de Obrador, su negligencia por desaparecer el Fonden (Fideicomiso Fondo de Desastres Naturales) acabó su sexenio”. Cuando has perdido la cuenta de cuántas ocasiones han hecho afirmaciones similares, es imposible tomarlas en serio. Es obvio que la oposición ha insistido en imponer la narrativa de la catástrofe porque carece de proyecto.
La periodista canadiense Naomi Klein nos da pistas de por qué insisten en esta estrategia. En su polémico libro La doctrina del shock revela que, desde su nacimiento, el neoliberalismo ha recurrido al miedo como principal arma política. No se convence con la razón, sino con las entrañas. El motivo es simple: llevada a situaciones límite se ha logrado que la gente acepte medidas que de ningún otro modo permitiría. Cada evento en este sexenio es el anuncio del apocalipsis. De la misma manera que usaron el pánico los neoliberales chilenos encabezados por Augusto Pinochet ahora lo hacen los discípulos de Carlos Salinas de Gortari.
La devastación provocada por el huracán Otis en Acapulco es una tragedia. Así como no hay duda de eso, tampoco la hay de que existen grupos que se han dedicado por décadas a lucrar con el sufrimiento. Lo más obvio son el sinfín de negocios que se financian en nombre de los damnificados. Se entregaron cientos de contratos, sin comprobar que se cumpliera el objetivo. Al día de hoy aún hay edificios afectados por los sismos en Juchitán de 2017 que continúan en reconstrucción. Lo mismo sucedió en la Ciudad de México: miles de familias que se quedaron sin sus hogares son víctimas de una política de reconstrucción fallida.
Parte de aprovecharse de la tragedia va por ir a posar frente a las cámaras para proyectar “cercanía” con la gente. En un intento desesperado de reivindicar a Felipe Calderón, trajeron de nueva cuenta una foto durante el recorrido que realizó en las zonas afectadas por el huracán Karl en Veracruz, de 2010. No mencionan que el entonces mandatario y su gabinete se olvidaron de los damnificados una vez que quedaron fuera de los reflectores. Siempre han hecho lo mismo. En medio del caos, manipulan la información para dar la apariencia de que son capaces de gestionar los riesgos, pero la realidad es muy distinta.
Comúnmente, los desastres naturales son potenciados por las malas decisiones gubernamentales. En 2010, más de 4 mil familias de la zona oriente del Valle de México perdieron su patrimonio debido al desbordamiento del río de los Remedios. Sin medir su fanfarronería, el entonces presidente prometió que construiría la infraestructura necesaria para que la capital no se volviera a inundar. En vez de solucionar el problema, lo trasladó a la periferia. Su solución sería el Túnel Emisor Oriente, un megaproyecto que a la larga provocaría una inundación en Tula.
En anteriores sexenios tenían como principal prioridad salir en primer plano para dar la apariencia de que todo estaba bajo control. Y, después, apostaban a la desmemoria. Hoy, esa vieja clase política, al estar del otro lado, con la desinformación y las noticias falsas busca generar el efecto contrario: que las personas impulsadas por el miedo agraven la crisis.
Por dar un ejemplo, algunos lamentan la desaparición de los fideicomisos y sostienen que el Estado no cuenta con recursos para afrontar estos fenómenos naturales, porque los redirigió al Tren Maya. Así, la oposición propone revivir los mismos fondos que permitieron que se perdiera más del 70% de los recursos dirigidos a los afectados de los sismos del 2017. Ese absurdo sólo sería aceptado si dominara el pánico entre la población; si se promueve la sensación de que el actual gobierno decide de manera irresponsable. El miedo es su mejor apuesta para intentar que perdamos de vista su corrupción.
No es ninguna casualidad que el dueño de uno de los medios que ha atacado con más rabia la actuación del gobierno también tenga una cadena de artículos para el hogar. Al final del día, lo que verdaderamente lamentan los agoreros de la catástrofe no son las vidas que se perdieron, sino que no van a poder hacer negocios con los miles de millones de recursos que se destinarán a Guerrero.