Las mujeres en el espacio público

Columnas Plebeyas

Las mujeres siempre hemos acompañado los procesos de cambio y transformación de la historia mundial; sin embargo, este papel ha sido minimizado e invisibilizado en muchísimas ocasiones por los roles de género que el sistema patriarcal nos ha asignado.

Para el sociólogo Immanuel Wallerstein es en el siglo XIX cuando el sexismo como ideología cobra un papel importante en la geocultura y el orden mundial. Se crea y santifica el concepto de ama de casa con varias finalidades, donde la principal es excluir a las mujeres del trabajo remunerado y, por lo tanto, del espacio público. Con ello, el trabajo de las mujeres queda devaluado y sin derechos. El sexismo en ese momento fue un elemento clave para establecer el orden social, ubicar a cada persona en el espacio que le correspondía según esa lógica y facilitar la construcción de las identidades nacionales acordes a los proyectos de estados nación del momento. 

Dos siglos después, las mujeres seguimos luchando para poder tener mayor participación visible, reconocida, remunerada y justa en los espacios públicos y de toma de decisiones. Sin embargo, esto sigue alterando el orden patriarcal; es por ello que las mujeres que trabajan fuera de casa siguen siendo evaluadas de manera muy distinta a los hombres. Una mujer accionando en el espacio público será sujeta a mayor escrutinio y se le juzgará de manera diferente porque lo que subyace en los imaginarios colectivos es la idea decimonónica de que las mujeres deben estar en el hogar, en el espacio privado, atendiendo a la familia, ofreciendo cuidados, organizando y dando cohesión social. 

No es una casualidad que a las mujeres se nos juzgue más y de manera distinta a los hombres, a las mujeres que accionamos en los espacios públicos se nos exige una constante demostración de que podemos estar ahí, en un espacio que de origen no fue pensado para nosotras. Parecería que necesitamos permiso para accionar no sólo en el espacio público, sino para ser tomadoras de decisiones, opinar sobre la vida pública de nuestro país, ocupar cargos, ser gobernadoras e incluso presidentas. Para las mentes más conservadoras, esto es una total afrenta al statu quo.

Afortunadamente el siglo XIX ya quedó atrás; sin embargo, el sexismo no se ha erradicado en su totalidad, sino que lo encontramos en muchos lados, desde las formas más sutiles hasta las más violentas y evidentes. A nosotras, como a nuestras antecesoras, nos toca seguir abriendo brechas para las futuras generaciones, evidenciar que las mujeres, sus trabajos y sus aportes siempre han estado ahí; reconfigurar el espacio público y también el privado. Nos toca confiar y apoyar la certeza que tenemos tanta o mayor capacidad de acción que cualquier hombre. Las mujeres podemos ocupar cualquier espacio, no sólo queremos acompañar los cambios importantes, sino tener la oportunidad de dirigir, ajustar y transformar radicalmente a este país. Impulsar la consolidación de una sociedad mucho más justa para todas las personas no sólo es un deseo, sino una necesidad por un tema de inclusión e igualdad, pero sobre todo de justicia social.

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