A finales de julio, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que, dentro del marco de la reforma judicial, se utilizaría el método de la insaculación, o rifa, para efectuar la preselección de las candidaturas a personas juzgadoras, en caso de contar con un sobrecupo. Tras esta declaración, los medios hegemónicos y otras prominentes figuras opositoras no tardaron en salir a burlarse, a decir que se iban a rifar las magistraturas como si fueran premios de feria.
Lo que quisiera resaltar de esta burda anécdota —una más de las que se dan diariamente en la arena pública de nuestro país— es el método democrático de la insaculación o sorteo y cómo es subutilizado e infravalorado dentro del ideario de la 4T. En efecto, una de las principales aristas del proyecto de la cuarta transformación es la radicalización de la democracia, y la insaculación como método democrático puede ser una herramienta útil para ello.
La insaculación tiene sus orígenes en la llamada democracia ateniense, donde ciertos cargos eran sorteados. Era considerada el método democrático por excelencia, puesto que acentuaba más que ningún otro el carácter de igualdad entre los considerados ciudadanos de la polis.
Dentro de las ciencias sociales, la insaculación no ha sido muy estudiada, pero sí es defendida por algunos teóricos, entre ellos David Van Reybrouk en su libro Contra las elecciones. El autor no aboga por un uso total e indiscriminado de este procedimiento, pero sí como un contrapeso a las partidocracias, por ejemplo. Siendo la insaculación un método con profundas raíces históricas, reconocido como una modalidad democrática dentro de la ciencia política, podemos ver que quienes se burlan del sorteo de cargos únicamente hacen gala de su profunda ignorancia.
Algo que distingue al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) de los demás partidos del sistema político mexicano es el uso de la insaculación como método para designar una parte de las listas plurinominales. Cuando el mecanismo se respeta, se puede decir que Morena es un partido más democrático que el resto porque las designaciones no dependen de acuerdos cupulares, sino del azar dentro de un universo donde cualquier ciudadano que cumpla con una serie de requisitos puede anotarse.
Uno de los principales objetivos de las reformas judicial y electoral es evitar las famosas cuotas partidarias, que se dan por los actuales mecanismos de selección de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y de los consejeros generales del Instituto Nacional Electoral (INE; futuro Instituto Nacional de Elecciones y Consultas, INEC). La solución sería la elección popular de esos cargos.
Si bien la elección popular tanto de las personas juzgadoras como de quienes encabecen el INE no es algo técnicamente imposible, como lo plantean ciertas figuras de la oposición, sí se trata de una solución costosa y difícil de implementar. Además, la participación en un proceso electoral abre la posibilidad a que, por métodos extrainstitucionales, los partidos políticos tengan influencia en los resultados de los comicios. Eso nos haría regresar al principio, pues se produciría un sistema de cuotas partidarias.
La insaculación para designar ministros o consejeros, si logra implementarse bien, sería un método más efectivo para terminar con las cuotas partidarias, ya que la designación se daría a través del azar, no de una negociación entre bancadas en el legislativo. También, podría agregarse por el mismo motivo que sería una manera más democrática en términos generales, puesto que los ciudadanos que deseen desempeñar el cargo no tendrían más que inscribirse en el procedimiento, en lugar de buscar el favor de algún grupo de poder para ser designados.
Evidentemente, dada la naturaleza de altísima especialidad técnica de los cargos de los que estamos hablando, los ciudadanos tendrían que cumplir con ciertos requisitos académicos y de experiencia para poder participar en el sorteo, además de pasar por un examen de conocimientos que certifique que podrán ejercer el cargo de manera correcta. Todo el proceso de diseño de los exámenes, así como el sorteo, deberían llevarse con buena transparencia para que ese proceso democrático tenga la mayor legitimidad posible.
No es mi intención en esta brevísima columna dictar que la insaculación es la solución a todos los males de las instituciones mexicanas. Tampoco que es definitivamente el mejor método para las dos reformas en cuestión. Sólo pienso que introducir estas nociones al debate público puede enriquecerlo y podríamos llegar a mejores propuestas de reforma en el marco del plan C.
Después de todo, la insaculación es un método más democrático para las designaciones que las actuales ternas; y es menos costoso y más eficiente que la elección popular de los cargos. Mi intención es hacer ver todo el sentido que tiene sortear ciertos cargos. Algo que queda lejos de las bromas de rifa de feria que hace la oposición frente al método.