Igualdad y diversidad

Columnas Plebeyas

Quizá sea obvio, pero vale la pena aclararlo. Cuando hablamos de nuestra aspiración a la igualdad social no tenemos en mente nada parecido a una homogeneidad de expresiones individuales, sino precisamente lo contrario. Lo contrario de la igualdad social no es la diversidad, es la jerarquía. Así, entendida como jerarquía, la desigualdad material entre los pueblos del mundo y entre una familia y otra al interior de un mismo pueblo es el factor que actualmente impone la más asfixiante homogeneidad a las grandes mayorías. Cuanto más jerárquica es una sociedad, tanto menos opciones tiene a lo largo de su vida quien nace en el fondo de esa estructura; y dado que las jerarquías son piramidales quienes nacen en el fondo son la mayoría. Independientemente de sus capacidades, sus gustos o sus deseos, quien nazca en una familia pobre de un país pobre sólo podrá vivir de una manera: usando la totalidad de su tiempo y capacidad productivos trabajando en lo que pueda, consumiendo lo que haya, experimentando sólo lo que la sociedad le permita. Es verdad que hasta cierto punto la misma jerarquía les impone una vida de experiencias homogéneas a quienes nacen en cada uno de los escalones sociales, aunque nunca de manera tan estrecha como a los que nacen abajo. 

Cuando hablamos de igualdad social no nos referimos a una homogeneidad de experiencias vitales, sino a la aspiración de que cada quien tenga la misma cantidad de opciones; es decir, la mayor cantidad posible. Una sociedad igualitaria no es donde todo el mundo trabaja en lo mismo, tiene los mismos gustos y se viste igual: es donde la hija del albañil haitiano puede ser doctora en física, pintora o albañil como su padre, si así lo desea y si tiene la capacidad, lo mismo que el hijo del más privilegiado de los europeos o los estadounidenses; donde los descendientes del amo y los descendientes de los esclavos tienen el mismo acceso a la educación, a la música, a los viajes y a la ropa, a las distintas opciones de vivir el género y el sexo. Lejos de oponernos a la expresión libre de la individualidad, queremos que sea una posibilidad para todos y todas.

Ya lo he dicho en otra columna, pero no me canso de repetirlo: contraponer la aspiración a la igualdad social a la aspiración a la libertad individual es una burda trampa ideológica. Es como decir que estar por la distribución igualitaria de la salud es no priorizar la salud. En última instancia, la libertad individual es el bien que más apreciamos, y por eso queremos que todo el mundo tenga acceso a él.

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