Este mes hubo “grandes estrenos” en las plataformas de streaming, tanto la serie de Obi-Wan Kenobi como la de Stranger Things tienen a media comunidad de amantes del cine y la televisión contando las horas para el estreno de cada capítulo, pero ¿realmente son obras que valen la pena o se está recurriendo de forma ruin a un arma secreta infalible… la nostalgia?
Por un lado, tenemos Obi-Wan, esta producción que tiene un personaje muy querido de una de las sagas más importantes del cine en las últimas décadas, interpretado por Ewan McGregor, que, además de ser un gran actor, tiene un carisma y una personalidad abrumadoras. Todo hasta aquí suena bien, pero paulatinamente nos vamos dando cuenta de que la serie es una excusa para recordarnos a un personaje que quedó en nuestros corazones, cuyo intérprete es amado por millones, sin ningún esfuerzo narrativo más allá de esto. Obi-Wan vuelve a caer en esto en que Hollywood ha incurrido siempre, pero que se ha agravado en los últimos 20 años: hacer gala de sus capacidades técnicas, pero descuidando por completo toda esencia de sus obras.
Por otro lado, tenemos Stranger Things, una serie que fue impulsada por la creencia de sus escritores en tener algo grande e importante, pues además, ya en su ejecución, cuidaron cada detalle, contaron con un elenco de primera y con un equipo técnico que hace justicia a la visión de los hermanos Duffer. No se valieron de importantes perfiles en la pantalla, sino de ser fieles a su historia y su esencia; el resultado es evidente, una serie que cautivó a millones y que ha convertido a su reparto en estrellas internacionales, dignos de sostener el peso de cualquier obra y demostrando que en Hollywood todavía tienen oportunidad las grandes historias y los actores de verdad.
Estos estrenos hacen que nos encontremos con las dos caras de la moneda de la nostalgia. Mientras Obi-Wan no sólo recurre a ella, sino que es lo único que tiene para ofrecer, Stranger Things la usa como contexto narrativo de una gran historia. ¿Lo loco?: ambas fueron producciones internacional y abrumadoramente exitosas, y no malentendamos, nos gusta lo que nos gusta, que disfrutemos de Obi-Wan y no de Stranger Things o viceversa no nos hace peores ni mejores personas, pero lo que es claro es que hay consecuencias de estos gustos porque las multinacionales se dan cuenta de que basta una personalidad carismática o un elemento nostálgico para que nos traguemos sus productos.
Las nuevas historias, desgraciadamente, son cada vez menos necesarias en las pantallas, sólo basta la nostalgia. Es aquí cuando algo que por lo general nos parece bello se vuelve un arma de doble filo que nos puede llenar de grandes historias con narrativas actuales, contextos reflexivos y grandes actores o productos que se alejan del cine y se parecen más a comerciales de una hora cuyo artificio para no desviar las miradas es ponernos a un actor de primer nivel enfrente.