El PAN de Buridán

Columnas Plebeyas

El lunes 26 de febrero de 2024 la senadora Lilly Téllez decidió extender una invitación al ultraderechista presidente de la República Argentina, Javier Milei, para “que asista al Senado de la República de México con el objetivo de tener un diálogo amistoso entre usted [Javier Gerardo Milei] y un grupo de senadores mexicanos para conocer sus ideas políticas en el contexto nacional e internacional, así como los retos que actualmente enfrentan los países latinoamericanos”. La invitación, al momento, no ha sido aceptada ni declinada por el mandatario sudamericano. 

El presidente Milei probablemente no venga, principalmente por dos razones. En primer lugar, después de tantos dimes y diretes con Andrés Manuel López Obrador, el mandatario mexicano aseguró que de ninguna manera lo recibirá. Tener una visita oficial en la que el mandatario del país no lo recibe podría ser dañino para la investidura presidencial del argentino. En segundo lugar, a pesar de los elogios que ha recibido desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) por sus políticas de ajuste, la población vulnerable de la Argentina no ha recibido nada bien los recortes en el sector social y estatal, lo cual ha aumentado, aún más, la inestabilidad política del país, como lo han demostrado, por ejemplo, los graves altercados que Milei ha tenido con los gobernadores de las provincias de Buenos Aires y Chubut; una cuestión menos relevante, pues el fin de semana lo pasó en los Estados Unidos en un evento para apoyar al aspirante presidencial Donald Trump. Sin embargo, Javier Milei se destaca por ser imprevisible, irresponsable e inestable, por lo cual la posibilidad de que confirme una visita al Congreso de México no es, de ninguna manera, nula. 

Sin embargo, más allá de la asistencia de Milei, el hecho de que un personaje de la política nacional como Lilly Téllez haya extendido una invitación de esta naturaleza constituye un acto por sí mismo elocuente. Hace falta recalcar, en primer lugar, la desfachatez de Téllez de presentarse como una representante electa por el pueblo sonorense, pues recordemos que traicionó la voluntad de sus electores al brincar, sin reparos, de la bancada del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) a ser la más ferviente opositora desde el grupo parlamentario de Acción Nacional (PAN). Poca gente la votó a ella, la mayoría la apoyaron para respaldar el proyecto de nación de López Obrador y, por ello, Téllez es una traidora a la voluntad popular. 

La senadora por Sonora tiene su continuidad en la cámara alta del poder legislativo prácticamente asegurada para el sexenio que viene, pues está en el cuarto puesto de la lista de plurinominales al senado por el Partido Acción Nacional. Podría parecer una incongruencia por ambas partes, la hermosillense y la cúpula del partido azul, dado el mutuo disgusto que hubo entre ellos a mediados del año pasado, cuando Téllez se retiró de la contienda para la selección de la precandidatura presidencial de la coalición opositora, alegando inequidad en el proceso. La senadora dejó a su actual coalición en evidencia al acusarla de no tener reglas justas para la competencia, lo cual dañó la imagen del frente opositor, sin contar la ofuscación de la sonorense. Sin embargo, hablamos de un trato que conviene a ambas partes: Lilly Téllez vio como realidad que era la mejor posición a la cual podía aspirar, por lo cual tuvo que agachar la cabeza para permanecer en un puesto de relevancia; la dirigencia panista, por su parte, tuvo que reconocer que necesita la permanencia de un perfil como Téllez dentro de sus filas. 

El PAN piensa necesitar de una Lilly Téllez en los tiempos que corren porque es un perfil que no siente empacho en decirse de derecha, católica y tradicionalista, es decir, la definición del panista. Y una persona como ella, que sin reparo alguno invita a un presidente de una derecha recalcitrante e impresentable, sigue pareciendo necesaria a los ojos de quienes manejan la coalición opositora.

La oposición optó en la carrera presidencial por un perfil descafeinado como el de Xóchitl Gálvez, con el afán de obtener los votos de la gente que no tiene una definición política clara, como la propia candidata, que felicitó a Milei pero tuvo que salir a decir que no compartía su postura en muchos aspectos, pues ella misma no se asume de extrema derecha, sino de derecha, pero progre buena ondita. Sin embargo, para conservar a los panistas, gente que realmente es de extrema derecha y no se avergüenza de ello, debieron poner al frente a gente como Lilly Téllez o Julen Rementería, quien invitó al país al español Santiago Abascal, líder del ultraconservador VOX.

Para como van las encuestas, de cara al 1 de junio de 2024, la imagen del asno de Buridán, aquel burro que por indecisión entre dos fardos de paja equidistantes muere de hambre, representa a la oposición. Morirán de hambre electoral entre el fardo de Lilly Téllez y Xóchitl Gálvez; de Javier Milei o Joe Biden. Porque, de todas formas, una cosa es clara, los une algo: están en contra de la soberanía nacional y, con el pretexto de sus respectivos conceptos de libertad, piensan seguir vendiendo la patria al mejor postor si consiguen la victoria. 

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