La fuente originaria del derecho son las grandes movilizaciones populares, las revoluciones, eso lo sabe cualquier estudiante de Derecho. Y en México, lo que hay es precisamente una revolución. De que otra manera se puede entender el respaldo popular a las transformaciones que ha vivido el país en los últimos 6 años y que se ha refrendado e incluso aumentado en las elecciones recientes. Las fuerzas de la derecha han sido derrotadas una y otra vez, pese a su gran poder económico, político, mediático y sus alianzas internacionales. El último bastión de esas fuerzas es el poder judicial, desde donde sistemáticamente se ha pretendido detener los cambios. Y lo que estamos presenciando es la decisión mayoritaria y soberana, no sólo del congreso y el ejecutivo, de quitar el freno al cambio. Eso es el punto y no la supuesta independencia del poder judicial, que no ha existido, ni la supuesta defensa de la democracia, puesto que se actúa desde la legitimidad que da el proceso democrático. ¿Por qué la Suprema Corte de Justicia no se despeinó siquiera cuando la alianza PAN-PRI, con el penoso apoyo del PRD, privatizó –se puede decir- los artículos más significativos de la Constitución de 1917? ¿Por qué la resistencia a la reforma judicial no logra resonancia popular?