La protección animal es una parte esencial de la moral y cultura de las naciones civilizadas
Benito Juárez
Los humanos también somos animales.
Somos una de las mas de ocho millones de especies que habitan el planeta, pero somos una especie que se considera a sí misma superior y con derecho a decidir sobre todas las demás.
Sentirnos superiores a los demás animales es sólo otra forma de discriminación, como el racismo, el clasismo o el sexismo.
Se llama especismo, o sea, considerar inferiores a las otras especies. El respeto a los seres que sienten es el respeto a la vida, a la libertad y a la justicia. Sin el derecho fundamental a la plenitud de ser, el mundo pierde su esplendor.
La revolución de las conciencias se profundiza cada día con la cuarta transformación. Poner sobre la mesa el tema de la conciencia animal es uno de los actos más revolucionarios y transformadores del presente.
Hace 12 años, en la declaración de Cambridge del 2012, los neurocientíficos presentaron pruebas contundentes de que los animales tienen conciencia. Compartimos con ellos todos los sentidos, pero también la capacidad de sufrir y disfrutar.
Por ello, es nuestro deber salir a defender su vida en todas las formas posibles.
La humanidad debe aprender a vivir sin esclavos.
La esclavitud animal es la base del modelo económico actual, como lo fue la esclavitud humana. Sin embargo, este sistema ha resultado un fracaso que está llevando a la destrucción de la vida en el planeta.
Nos autoproclamamos el animal más inteligente y estamos acabando con nuestro único hábitat, al mismo tiempo que explotamos a las otras especies, que son quienes realmente preservan los ecosistemas.
Hoy día los Países Bajos anuncian que pagarán a los productores ganaderos para que dejen de producir animales de consumo. Al igual que en tiempos de la esclavitud humana se pagó a los esclavistas para que dejaran de esclavizar personas.
El futuro del animal humano depende de aprender a convivir con las otras especies.
Por el bien de la vida, la industria ganadera y pesquera debe iniciar su transición a una economía sin explotación animal.
Es evidente que no puede haber bienestar para nadie si eso implica la muerte de alguien más. La violencia cotidiana que se ejerce sobre millones de animales es causa y origen de las otras violencias. Quien maltrata a una mujer, a un niño o niña, seguramente ha maltratado a un animal. Quien lastima a un animal, lo lastima todo. No podemos ser un pueblo de paz mientras sigamos matando a quienes cohabitan con nosotros.
Actualmente sabemos que no hay necesidad de vivir matando ni violentando a nadie y que el primer paso lógico hacia la compasión y la justicia debe ser dejar de usar a los animales como si fueran mercancía o propiedad del ser humano.
Pero no se lograrán avances sin un movimiento popular que defienda el derecho que siempre debieron tener los animales a una vida libre de violencia. Por ello, debe ser un tema prioritario el respeto a la vida de los demás animales y buscar elevar a nivel constitucional el derecho de todos los seres sintientes a dejar de ser considerados cosas.
Sólo entonces daremos un paso definitivo contra la discriminación y la violencia.
México puede colocarse a la vanguardia y ser el primer país que envíe señales de liberación para todos los animales, ante el silencio incomprensible del resto de los gobiernos del mundo.
Acabar con la explotación animal es un acto de estricta justicia.
Representa un cambio radical en los habitos y las costumbres.
Es un paso evolutivo para bien de las generaciones presentes y futuras.
Parece imposible, pero lo imposible, lo inimaginable comienza aquí con la cuarta transformación.