Dos equipos, objetivos distintos

Columnas Plebeyas

En días recientes, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez presentaron sus equipos de precampaña. Aunque hay nombres bastante conocidos en ambos, vale la pena resaltar algunas diferencias respecto a su conformación y los mensajes implícitos que emiten al darlos a conocer, lo que nos hace pensar que son grupos pensados con objetivos distintos.

Primero, ambas precandidatas presentaron un equipo político más que programático. En el caso de Claudia Sheinbaum, incorporó a figuras que participaron en la encuesta para definir a la candidata presidencial, incluyendo a Adán Augusto López, Gerardo Fernández Noroña y Ricardo Monreal. Es decir, los nombramientos de la doctora son parte de una operación política para asegurar la unidad en torno suyo, reconociendo que una campaña presidencial no se gana sólo con buenos mensajes en redes, buenos spots o buenas intenciones.

En cambio, el equipo político integrado por Xóchitl Gálvez pareciera más un mero reconocimiento a la proporcionalidad de los partidos que integran el Frente Amplio por México, la coalición que la abandera. Hay más panistas que priistas, junto a una mayoría de los perredistas que aún quedan en el denominado sol azteca. No figura ningún representante prominente de la llamada sociedad civil, a pesar de que la candidatura de Gálvez prometió sostenerse en una alianza con los ciudadanos. Desde la perspectiva meramente política y electoral, pareciera que la estrategia de Xóchitl ya no piensa tanto en la presidencia, sino en contener los daños e incorporar operadores que puedan asegurar una votación mínima para la sobrevivencia de los socios de la coalición opositora.

Un segundo elemento diferenciador se aprecia en los equipos temáticos, más enfocados en lo que sería la elaboración de un programa de gobierno y que fueron presentados después de los equipos políticos. Nada habla más de añoranza del pasado que el hecho de que el encargado del tema de justicia en el equipo de Gálvez sea Fernando Gómez Mont, secretario de Gobernación de Felipe Calderón; que Consuelo Sáizar, titular del desaparecido Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) en el mismo sexenio, lleve la agenda cultural, o que Juan Carlos Romero, titular del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en el mismo periodo, conduzca la agenda de ciencia.

Los integrantes del equipo temático de Claudia Sheinbaum, en cambio, tienen un perfil más variado, no necesariamente ligado a los partidos políticos. Algunas son incorporaciones recientes, como el exministro de la Suprema Corte Arturo Zaldívar y el exgobernador panista de Chihuahua Javier Corral; otros han participado activamente dentro de Morena, como Lorenzo Meyer o Violeta Vázquez Rojas; otros pertenecen al círculo cercano de Sheinbaum, como Rosaura Ruiz y Omar García Harfuch; mientras que otros son personajes con vocación de izquierda y que han contribuido al debate público permanentemente, como Gerardo Esquivel o Julio Berdegué.

Finalmente, es clave distinguir que las campañas difieren en el alcance para abrirse a nuevos votantes. Y es lógico. Todas las encuestas muestran un alto nivel de desaprobación al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y, en menor medida, al Partido Acción Nacional (PAN); todas exhiben también que esos son partidos por los que la mayor proporción de votantes potenciales nunca votaría. Así, puede preverse que la campaña de Gálvez tenga como escenario optimista una alta participación de sus votantes más duros, por lo que deberá radicalizar su discurso y su oferta política. En cambio, la campaña y la apertura de los Diálogos por la transformación de Sheinbaum tiene como objetivo lograr lo que algunos dijeron que era imposible hacer: romper los límites impuestos por el ejercicio del poder de la llamada cuarta transformación.

Para cerrar, algo no menos importante en la política, las formas dicen mucho. Los eventos de Sheinbaum se presentan extremadamente ordenados y la precandidata se desenvuelve cómodamente en esa institucionalidad. Los eventos de Gálvez parecen menos controlados y con una precandidata errática en su actuar. A unos cuantos meses de la elección presidencial, la estrategia de Claudia Sheinbaum ha logrado transmitir una sensación de inevitabilidad.

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