Como el hijo de Dios

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Es común pensar que la fotografía en blanco y negro siempre es más fácil de ejecutar que su contraparte a color; ante los ojos del espectador, el dramatismo que esta técnica presenta puede ser suficiente para que por sí misma pueda aparentar lo que el artista desea realmente transmitir. Sin embargo, este sentimiento aproximado, sin contenido, puede llegar a ser extremadamente superficial. Te toca un segundo y después nada.

En Como el hijo de Dios, Aibar se contrapone a ese dramatismo engañoso y desechable, al transmitir en blanco y negro escenas muy íntimas que nos ayudan a entender el día a día de hombres, mujeres y niños en una comunidad menonita de Yucatán.

La intimidad que logra Aibar en esta serie no es producto de la casualidad. En sus múltiples viajes a la comunidad menonita, Aibar apuesta por crear una conexión con sus sujetos, regresando con fotografías impresas de regalo para quienes fueron sus modelos en sesiones pasadas, así como obsequios de la “civilización”, de su día a día. Limpia su equipo, piensa sus fotos, pero como nos demuestra en algunas de sus piezas, si es necesario improvisa y se deja llevar por lo que está viendo y hasta donde su entorno y (sus guardianes) lo permiten.

En series anteriores, Aibar juega con las texturas de las fotografías de manera honda, en algunos casos hasta hacerlas parecer animaciones. Sin embargo, dentro de su evolución o deseo por intentar algo diferente, el trabajo que presenta en esta serie es un claro ejemplo de cómo, a través de su manejo de la luz, el artista puede profundizar en aquellas cosas que no puede mostrar. Es ahí donde la fotografía en blanco y negro realmente puede llegar a ser superior al color.

Como el hijo de Dios es una muestra exquisitamente imaginada para lograr un producto final que muestra un encuentro tan natural entre lo mundano para ellos y lo extraordinario para nosotros; si bien no podemos ver realmente qué pasa a puerta cerrada, las imágenes nos permiten entender algo más profundo: la importancia del colectivo en esta comunidad, así como su sentido de pertenencia arraigado a su identidad y su fe.

Rodrigo García.

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