Brecha digital: un problema social

Columnas Plebeyas

El 29 de julio de 1995, dos periodistas de nombres Webber y Harmon publicaron un artículo en Los Angeles Times en el que describían la separación que existe entre las personas que se benefician de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) y las que no. Llamaron a esa diferencia «brecha digital». Así, inauguraron el estudio de un problema que sólo cobraría más relevancia con el tiempo. ¿Qué ha pasado en estos 27 breves pero importantes años?

Jan Van Dijk lo analiza y nos comparte las tres olas o perspectivas que han surgido: 

1. La brecha de la infraestructura: de 1995 a 2003 imperó una perspectiva basada en fierros: la brecha se resolverá cuando todas las personas tengan una computadora y conexión a internet. Esta perspectiva asumió que el problema era meramente tecnológico y se enfocó en estudiar la producción y adquisición de bienes y servicios. Como ejemplo, en 1995 menos del 30 por ciento de los estadounidenses tenía una computadora; menos del 20 por ciento tenía un módem y menos del 10 por ciento estaba «permanentemente conectado» (que básicamente significaba tener un correo electrónico).1 Para 2001, el 56 por ciento tenía computadora y el 50 por ciento acceso a internet.2 El ambiente era de algarabía: la brecha digital era un mito o, en el peor de los casos, un problema en claras vías de solución, gracias a la teoría neoliberal de goteo, que también proveería pronto a todos y a todas de bienes digitales. 

2. La brecha del uso y las habilidades: no pasaría mucho tiempo antes de que la resaca llegase. Lo que ahora parece una obviedad no lo era tanto en su momento: no basta con tener fierros digitales, hay que saber usarlos. Esto fue revelado por un contexto global que pasó de un 15 por ciento de usuarios globales de internet en 2004 a un 45 por ciento en 2014,3 sin que eso necesariamente implicara ventajas significativas para los y las nuevas usuarias. Pronto la literatura abandonó la perspectiva meramente física y se centró en las habilidades y recursos necesarios para lo que empezaría a llamarse «alfabetización digital». Este concepto sirvió para distinguir entre un uso enfocado en redes sociales y consumo de medios masivos de comunicación y entretenimiento; y otro orientado al aprovechamiento de herramientas de explotación de datos e, incluso, de educación y capacitación personal y colectiva. 

3. La brecha de los resultados y las oportunidades: la segunda brecha no ha sido superada. Más bien, en 2010 surge una bifurcación que decide enfocarse en la diferencia de oportunidades que producen las TIC, independientemente del perfil y patrimonio de las personas usuarias. En ese año, José Robles Morales, Cristóbal Torres Alberto y Óscar Molina crearon el concepto «brecha digital de tercer nivel» para referirse a este fenómeno, que no ha dejado de arrojar información interesante. Por ejemplo: una encuesta holandesa4 recientemente descubrió que en ese lugar las personas con educación superior, empleadas y jóvenes se han beneficiado mucho más del internet que las personas con educación básica, desempleadas y de mayor edad. Algunos de estos beneficios han sido, por ejemplo, acceder a precios más bajos gracias a la oferta digital de bienes y servicios; más oportunidades de encontrar un trabajo e incluso de consolidarse en él; más participación política en partidos y otras organizaciones; más oportunidades educativas; más información de salud y tratamientos; mejores herramientas para ampliar la red social (y mantener la ya existente), e incluso más oportunidades románticas.5 Lo fundamental en todo caso era el descubrimiento de que la categorización social tiene un papel mucho más importante en la distribución de beneficios digitales de lo que se había considerado anteriormente. O dicho en otros términos: la brecha digital es un problema de desigualdad social, no sólo de tecnología, que se encuentra engarzado con otras formas de desigualdad. Esto significa que si no se solucionan otros problemas sociales, la brecha digital tenderá sólo a crecer. 

En resumen, no bastan los fierros ni la alfabetización digital (lo que sea que eso signifique): se requiere intervención colectiva, política, para que el mundo digital sea aprovechado como un derecho por todas las personas. 

Notas

1. NTIA (National Telecommunications and Information Administration) (1998). “Falling Through the Net II: New Data on the Digital Divide”. Recuperado de www.ntia.doc.gov/ntiahome/net2

2. NTIA (2002). “A Nation Online: How Americans Are Expanding Their Use of the Internet”. Recuperado de https://www.commerce.gov/sites/default/files/migrated/reports/anationonline2.pdf.

3.  Banco Mundial (2016). World Development Report 2016: Digital Dividends. Washington, DC: World Bank. 

4.  van Deursen y van Dijk (2014): “Pérdida de productividad por TIC disfuncionales y por falta de habilidades para manejarlas”. International Journal of Manpower, 35 (5): 703:19. 

5.  Este estudio, sin embargo, no tomó en consideración los posibles resultados negativos, tales como la pérdida de privacidad o los efectos del uso excesivo de la computadora.

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