Los consejeros del INE no fungen como ciudadanos, sino como funcionarios, burócratas, engranes del Estado. Por eso sueñan con que son un poder.
Las armonías deambulan; las melodías se desarrollan o desintegran; pero sólo los ritmos pueden ser verdaderamente libres.
Jeremy Denk
Será posible encontrar nuevas matrices de interpretación, más allá de las teorías políticas usuales, que abran vías inéditas para pensar los tiempos que vive nuestro país? La teoría musical, por ejemplo, ¿podría ayudarnos a describir y captar sonoridades inusuales, aspectos que de otra manera no percibiríamos?
Armonía
En verdad, cualquier sonido simultáneo de tres o más notas puede ser llamado armonía (…), aunque lo interesante es cómo tomar esos acordes y ponerlos en secuencia, desplegándolos a lo largo del tiempo en oraciones que tengan sentido y creen ondas, o líneas, y sensaciones complicadas de movimiento, tensiones elocuentes y liberaciones.
El pianista Jeremy Denk reflexiona sobre las principales dimensiones de la música: armonía, melodía y ritmo. En torno a la primera, considera que los acordes, sus composiciones y secuencias, poseen un contenido histórico, permean las épocas y articulan el aspecto necesario, demandante, de la evolución musical. Las progresiones armónicas recorren senderos, se dilatan, pero siempre, en último término, reclaman una resolución. Se trata de los bloques epocales de la construcción sonora que, en el fondo, en lo común, sostienen la variabilidad inaudita del estilo de cada compositor.
El lugar y funciones del Instituto Nacional Electoral (INE) al interior del orden político del México de hoy alcanzaron su límite a raíz de la consulta para la revocación de mandato. De por sí los miembros del consejo general se presentaron al ejercicio con una legitimidad disminuida, si no es que nula, a raíz de su negativa a acatar las disposiciones constitucionales relativas al salario de los funcionarios públicos. Enarbolar el estatuto de autonomía para reclamar una suerte de excepcionalidad ilustra el precepto que rige la operación cotidiana del Instituto: “No somos empleados del presidente ni de nadie, no estamos sometidos a ningún poder, y por eso mismo no tenemos por qué disminuir nuestros ingresos”. Poco importa el insulto que representan sus emolumentos para los ciudadanos simples a los que la campaña mediática “Yo soy el INE” no hace sino machacar la burla: “si yo fuera en verdad el INE, ¿cuánto ganaría?” ¿Y por qué, en todo caso, el INE tendría que realizar campañas autopropagandísticas? ¿A qué número de casillas equivale cada anuncio?
El INE no es un poder, en sentido estricto ni siquiera es un árbitro. La función de arbitraje, de solución de los conflictos entre las fuerzas políticas, le corresponde al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y en última instancia a los ciudadanos que expresan su voluntad votando. Las constantes incursiones del Instituto en terrenos de interpretación lo llevan a enfrentarse constantemente con el TEPJF, y de hecho han ocasionado la duplicación de los conflictos, puesto que ahora pasar por dos instancias es obligatorio. Ya no hay uno, sino una duplicidad de árbitros, con intereses y estructuras diferentes.
Arrancar al gobierno la organización de los procesos electorales fue un triunfo de la sociedad frente al Estado. El programa de esa lucha tenía como eje fundamental el carácter ciudadano que debían poseer las elecciones. Después de que, con el primer Instituto Federal Electoral (IFE), la sociedad civil se hizo cargo, el Estado poco a poco fue derrotando a la comunidad, y una vez más incorporó la función electoral a su aparato. Ya en el 2006 el fraude fue operado por una institución plenamente burocrática, no civil. Los consejeros del INE no fungen como ciudadanos, sino como funcionarios, burócratas, engranes del Estado. Por eso sueñan con que son un poder, por eso mantienen su existencia y sueldos privilegiados aun en tiempos en que no hay elecciones, por eso asumen que su labor consiste en educarnos y salvarnos incluso de nuestras propias decisiones.
Melodía (1)
La melodía permanece recordando las notas que dejó atrás (…), te hace recordar el último evento que sucedió, al mismo tiempo que actúa sobre él (…), una de las virtudes centrales de la melodía es esta fusión de memoria y acción en un solo gesto.
El ejercicio de revocación de mandato constituyó una fisura a través de la cual se dejó sentir, por un momento, el poder constituyente, el potente fundamento de la sociedad. Algo así como los canales de lava que nos dejan presentir el calor del magma que late en el núcleo terrestre.
México no podía continuar sin esa válvula de escape, sin esa descompresión. Se ha dicho que el ejercicio de revocación del mandato del 10 de abril fue el primero, el naciente, y que, por eso, aparte incluso de sus resultados, pasará a la historia. Y, sin embargo, si observamos con cuidado, veremos que hubo un acto revocatorio previo, un mandamiento del pueblo en el sentido de quitar, correr, eliminar, derogar, disolver, borrar. La votación del 2018 fue el evento de cancelación del mandato secular del priismo y su régimen, su clase política adyacente, su podredumbre. De ahí las paradojas que colorearon la consulta del 10 de abril, especialmente a los ojos de los obradoristas y de todos aquellos que votaron masivamente por el cambio hace tres años. ¿A qué se nos llama?, se preguntaron, ¿acaso a revocar la revocación? ¿Y por qué tendríamos que ser nosotros quienes convocáramos a semejante despropósito?
La inscripción del derecho a la revocación de mandato en la norma fundamental del país representó un avance real, profundo, de la democracia mexicana. La única legitimidad que puede tener el poder político es el consentimiento de los ciudadanos, y este tiene que reproducirse a cada momento, cada día. El tamaño y complejidad de las sociedades traen aparejada la necesidad de la democracia representativa. Sin embargo, en el mundo actual el dispositivo de la representación ha devenido una treta por medio de la cual poderes fácticos de muy diverso tipo se han apropiado de la gestión de la vida pública. La profesionalización de la política ha erigido valladares imposibles de superar para las personas corrientes. En ese marco el mecanismo de la revocación de mandato, si bien no resuelve la crisis de la representación, hace emerger el poder popular originario y vuelve posible, por lo menos, poner un alto, mandar a parar.
Melodía (2)
La melodía, entre sus muchas virtudes, afirma la necesidad de lo innecesario
La melodía refiere al aspecto contingente, azaroso, gratuito, de la pieza musical. Lo melódico ejecuta lo innecesario, lo caprichoso incluso. La melodía es lo que se recuerda, la tonadilla de cuatro o cinco notas que nos asalta tres días después de un concierto del que no recordamos nada más.
La consulta para la revocación de mandato del 10 de abril fue innecesaria, gratuita en un sentido preciso: no hacía falta, todos sabían que el mandato de Andrés Manuel López Obrador no sería cancelado y de ello eran concientes tanto los adeptos a la 4T como sus enemigos, estos últimos muy a su pesar.
Por eso la puesta en marcha del proceso tuvo que obedecer a un esfuerzo tozudo, premeditado, de AMLO. Quienes apoyan con todo al presidente se vieron ante la tarea de juntar firmas para iniciar el proceso que podría desbancarlo. Y los que, desaforadamente, todos los días, claman y reclaman que el jefe del ejecutivo debería irse, consideraron, paradójicamente, que el ejercicio no valía la pena, siendo que precisamente era una forma de abrir la puerta a la realización de su deseo. A partir de cierto momento asistimos al mundo al revés: los que querían que se quedara demandaron la realización de un procedimiento para sacarlo; mientras que los ansiosos por su partida realizaron marchas para exigir su permanencia hasta el final.
El carácter no necesario del ejercicio afectó sus resultados y, sobre todo, la interpretación de los mismos. ¿Fue un fracaso porque el voto a favor de la permanencia no alcanzó los 30 millones del 2018? ¿Fue un éxito porque obtuvo más de 16 millones?
Aunque personalmente me parece que los partidarios de la 4T sustentan sus interpretaciones sobre argumentos más convincentes —por ejemplo, que con 16 millones de votos podría ganarse una elección presidencial, o que la moviización de tantos votantes es de suyo una hazaña social—, lo cierto es que en este caso puede aplicarse el principio básico de la lógica formal que establece que de un conjunto de premisas contradictorias puede deducirse cualquier conclusión. ¿Cómo evaluar la cantidad de participantes si los que podrían haber votado por la revocación (¿muchos, la mayoría?) se abstuvieron, y otros tantos a favor de la permanencia tampoco votaron porque pensaron que el ejercicio, en ese momento, resultaba innecesario? Aunque, tomadas en grandes bloques, las cantidades de la votación podrían, quizás, expresar algún significado discernible (por ejemplo que existe un gran consenso social en favor de la permanencia de AMLO), no creo que valga la pena detenerse en el análisis fino de cada pequeño número, porque el marco desconcertante, contradictorio, de la consulta, dio lugar a una volatilidad de sentidos inmanejable. Podría decirse, siguiendo algunas observaciones de Immanuel Kant en La Crítica de la Facultad de Juzgar, que en relación a los resultados de la revocación de mandato del 10 de abril no puede hacerse un uso matemático de las cantidades sino que queda únicamente la posibilidad de acceder a un uso estético de las mismas; es decir, recurrir a cardinales, ordinales y gráficas, para producir impresiones, sensaciones, estados de ánimo.[1]
Ritmo
Con el ritmo no se trata de tocar en el tiempo,
se trata de crear el tiempo
Tomar el tiempo y devolverlo es uno
de los grandes poderes del ejecutante
El ritmo marca la singularidad de la interpretación, establece el sello distintivo del ejecutante. El ritmo es el componente principal de la diferencia entre lo prescrito y lo realmente vivido.
El ejercicio de revocación de mandato fue reivindicado por AMLO y sus promotores, con razón, como acto de educación cívica. Se trataría de pasar de la constatación abstracta de un derecho contenido en el ordenamiento legal a su comprobación práctica, experiencial.
La función didáctica será válida si en efecto la memoria social la recupera y transmite a las siguientes generaciones. ¿Cómo aprenden las sociedades? ¿Qué hace falta para que recuperen su pasado y lo superen sin repetirlo? Hasta ahora, al parecer, la forma privilegiada han sido las grandes conflagraciones, los sacudimientos telúricos, las amplias rebeliones. Vladimir Illich Lenin decía que en tres días de revolución el pueblo aprende más que en décadas de afanes educativos. La consulta del 10 de abril no se expresó en la forma social de una conmoción enorme, y acaso por ello sus rendimientos didácticos podrían resultar limitados. Pero si es cierto que, como he sugerido arriba, la elección de 2018 fue, en realidad, la primera revocación, esos días sí que conmovieron a nuestro mundo, y entonces, tal vez, esa revuelta de hace ya casi cuatro años deje marcas indelebles en la corteza mental de los ciudadanos.
Se ha sugerido que el ejercicio de revocación tendrá efectos al interior de la 4T, ya que fortalecerá a López Obrador para hacer frente al declive de su poder asociado a la terminación de su periodo. La consulta lo habría dotado de una mejor posición para operar la determinación del candidato a sucederlo. Sin negar que pudiera haber algo de cierto en el razonamiento, sus consecuencias, en todo caso, serían marginales, puesto que en cualquier caso la perspectiva de finalización del sexenio actuará como fuerza centrífuga que amenazará la coherencia del bloque por ahora dominante.
Una consecuencia más importante, notable e inesperada, consistió en el desarme del impulso golpista que la oposición había venido sosteniendo. El sufragio relativo a la salida o permanencia de López Obrador tuvo como efecto el descrédito radical de esa estrategia; el timing de la consulta —su ritmo— puso en evidencia a un conjunto de fuerzas incapaces tomar la oportunidad que se les ofrecía para alcanzar directamente, sin grillas ni conspiraciones, a la luz del día, sus objetivos.
Melodía (3)
Una sola voz no crea una música más individualista. De hecho, las melodías cantadas por una persona o tocadas por un solo instrumento parecen especialmente en casa en experiencias comunitarias (…) (una voz) requiere que nosotros, como oyentes, entremos y llenemos los espacios musicales en blanco, y empaticemos con el intérprete por sí mismo.
La revocación de mandato fue un acto innecesario en el sentido de que no respondió a un clamor social extremo que exigiera sacudirse un poder insoportable. Y, sin embargo, son los saltos gratuitos de la melodía los que con el transcurrir de los compases hacen acontecer los giros sorprendentes de la música. Es lo contingente, lo que está fuera de la partitura, lo que hace emerger después, más adelante, lo nuevo, lo revolucionario.
Nota de salida: Todos los epígrafes fueron tomados de Jeremy Denken, Every good boy does fine: A love story in music lessons. Nueva York: Random House. 2022. 269 páginas.
[1] He hablado del uso estético de las matemáticas en De la Fuente Lora, Gerardo, “Mathesis Universalis. Diez tesis en torno a la matemática y la epidemia de Covid-19”, includi en Ackerman, John M, Ramírez Gallegos, René y Ramírez Zaragoza, Miguel Ángel, Pos-COVID/Pos-Neoliberalismo. Propuestas y alternativas para la transformación social en tiempos de crisis, México, Siglo XXI Editores/ UNAM, 2021.