Que nuestras palabras no sepulten la historia

Columnas Plebeyas

Hoy en día las redes sociales juegan un papel relevante que nos permite visibilizar o banalizar eventos profundamente crueles con un factor en común: los privilegios de quienes, al amparo del poder, han oprimido a grupos vulnerables y al resto de la población. 

Uno de estos eventos fue el surgimiento del fascismo como un movimiento político que nació la noche del 23 de marzo de 1919, cuando Benito Mussolini fundó, en Milán, el grupo Fasci italiani di combattimento, que reunió a excombatientes de la Primera Guerra Mundial, conflicto que en ese entonces había dejado a Italia y a casi toda Europa sumidas en una profunda crisis política, económica y social.

Pocos años después, Mussolini alcanzó el poder gracias al apoyo que le brindaron el rey Víctor Manuel III, un grupo de poderosos empresarios y el Vaticano, pero este ascenso no sólo contó con el beneplácito del poder y el dinero, sino que se realizó también mediante el uso de violencia.

Para 1925 il Duce, como se conocía a Mussolini, ya había asumido todos los poderes y transformó el régimen parlamentario y democrático en un Estado totalitario regido por la falta absoluta de libertades individuales, políticas, de organización y de pensamiento, lo que causó aproximadamente un millón de muertes durante sus 20 años de mandato, con atroces masacres ejecutadas en contra de personas de origen libio, etiope, habitantes de Yugoslavia y, desde 1943, miles de personas judías nacidas en Italia. No hay error y varias historiadoras así lo han consignado: Mussolini y su movimiento se convirtieron en una referencia para los regímenes autoritarios de todo el mundo, en particular para Adolf Hitler, a quien el italiano apoyó durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero esta historia no está lejos del continente americano. Durante el siglo XX, las dictaduras significaron para muchos países la implementación de ideas provenientes del fascismo clásico como forma de gobierno. Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Perú, República  Dominicana, Uruguay y Venezuela son algunos de los casi 20 países de América Latina en los que se impusieron gobiernos totalitarios, antidemocráticos y ultranacionalistas, de extrema derecha.

Fue en este tiempo que en América Latina surgieron las fosas comunes, recurso con el que los gobiernos dictatoriales intentaban ocultar las evidencias que pudieran someterlos a juicios internacionales, con lo que surgió la práctica de la desaparición forzada de personas, reclutándolas en centros clandestinos para someterlas a tortura y finalmente asesinarlas, tal como ocurriera en los campos de concentración alemanes.

Los ejercicios de memoria histórica tienen una fuerte carga solidaria, pero también política; el consenso universal después de la Segunda Guerra Mundial se dirigió a no permitir nuevamente este tipo de crímenes jamás. 

Todo lo que hacemos en nuestra vida diaria tiene una carga política, incluso nuestras publicaciones en redes sociales, y es importante que mantengamos la memoria para las próximas generaciones, porque tener memoria ayuda a buscar la verdad y conocer la verdad brinda justicia. Que nuestras palabras no sepulten la historia.

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