El sexenio de Andrés Manuel López Obrador concluye y con él todo un ciclo de lucha: la suya y la de un movimiento que lo acompañó por casi 20 años.
El partido que hoy está en el poder y aglomera a tanta gente, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), inició como un movimiento político social desde 2005, en respuesta al desafuero que se emprendió contra el hoy presidente, cuando entonces era titular de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. A todas luces, se trataba de un intento de sacarlo de manera anticipada de la contienda presidencial de 2006. Ya entonces gozaba de una gran credibilidad, era popular y aceptado a nivel nacional.
Entre otras cosas, no sólo por implementar acciones a favor de la ciudadanía, concretamente de grupos vulnerados, además de mejorar las condiciones de vida de los capitalinos, sino que además era un actor político que se enfrentó con valentía a sus pares y a los empresarios más corruptos y poderosos de entonces.
El movimiento obradorista, pues, nació en defensa de los derechos políticos del hoy presidente, pero también en defensa de la justicia, en rechazo a la corrupción y el autoritarismo, a favor de la democracia. Fue cauce del deseo de justicia de miles de mexicanas y mexicanos, de un mejor país, más democrático, equitativo y sin corrupción.
Al inicio, en realidad nadie pensaba en tener cargos, formar parte de la administración pública u ocupar curules legislativos; al menos, no la mayoría. López Obrador logró aglutinar a miles de personas cansadas de las injusticias, agraviadas, con demandas específicas; eran luchadores sociales, estudiantes, trabajadores, grupos vulnerados, hartos de malos gobiernos, con deseos genuinos de participar en una transformación profunda de México. Muchos ayudaron de manera desinteresada y voluntaria.
Luego de dos elecciones presidenciales, con todo en contra y tras una lucha constante contra los poderes fácticos, se construyó Morena. Primero fue sólo un movimiento, luego un partido de izquierda. Desde entonces han sido muchas las personas acompañantes de este proceso que llamamos la cuarta transformación de la vida pública de México. Varios han muerto, otros se han quedado en el camino, hay desencantado, otros se han empoderado, han llegado nuevas incorporaciones y ha habido traidores. El sacudimiento social de origen va quedando lejos; hoy Morena es el partido con más poder en el país, con aciertos, errores y decisiones difíciles. Es tan grande y diverso que no está exento de repetir viejas políticas, un riesgo latente del que hay que cuidarse.
El presidente se retira, termina un ciclo de lucha y comienza otro, con relevos, nuevos liderazgos, equipos y agregados. Ahora es el turno de estos y de la militancia de estar a la altura de las circunstancias. Quizás el principal reto al que nos enfrentamos ahora sea no olvidar los principios fundacionales del movimiento, en busca de un país más justo, democrático y sin corrupción.