En nuestra primera entrega, señalamos que el periódico Regeneración, de los hermanos Flores Magón, nació como “Periódico jurídico independiente” para denunciar los abusos y la corrupción del poder judicial porfirista. Añadíamos que ese aspecto de la publicación, que había sido olvidado, llama la atención en el presente, debido a la actual coyuntura política en México, que está a punto de llevar a cabo una reforma al poder judicial. En esta segunda entrega nos parece necesario exponer algunos de los casos que Regeneración publicó en sus primeros meses de vida, y luego presentar una reflexión.
Son muchos los tipos de abusos o mala administración que Regeneración denunciaba en el poder judicial. Desde jueces que emitían una sentencia sin permitirles a los acusados presentar su defensa, pasando por encarcelamientos a periodistas a los que se mantenía incomunicados, hasta detener la resolución de casos de manera intencionada, violentando los derechos individuales de los detenidos.
Veamos un caso de cerca. En su edición del 7 de septiembre de 1900, Regeneración exigía la renuncia del juez Clímaco Aguirre. Dos eran principalmente las razones. Por un lado, la dilación de su parte para emitir una sentencia; los litigantes debían esperar semanas y “meses y meses” en la espera de una. Por otro, cuando se daba a conocer alguna sentencia, esta resultaba ser una “pieza antijurídica que pone de manifiesto la escasa o ninguna ilustración del funcionario”. La consigna para los redactores del periódico era clara: “los jueces deben ser personas instruidas y aptas para desempeñar su cometido, y a quienes no reúnan estas circunstancias, debe hacérseles renunciar”.
Para el 31 de diciembre de 1900, Regeneración anunciaba un cambio en su enfoque: su crítica se ampliaba a toda la administración porfirista, y deja de ser “Periódico Jurídico Independiente” para convertirse en “Periódico independiente de combate”. No obstante, las denuncias contra el poder judicial continuaron. En su edición del 7 de marzo de 1901, se acusaba por abuso de poder al juez Benito Carrizales, de San Luis Potosí. Dos eran las acusaciones: “violencia indebida y vejación” en las personas de Antonio Díaz Soto y Gama y José María Facha, así como una sustracción de expediente, señalada por Vidal A. Pérez. Después de subrayar que no habrá castigo para el juez Carrizales debido a su relación con el gobernador de aquella entidad federativa, los redactores de Regeneración añadían: “pero la sociedad honrada ha dictado ya un fallo condenatorio, en contra de un funcionario que ha arrojado de su conciencia la Justicia, para dar cabida a las complacencias”.
Para su edición del 31 de julio de 1901, los redactores de Regeneración denunciaban a un “Juez fanático”, de nombre Benigno Cárdenas. Lo acusaban de no dar permiso al club liberal “Miguel Blanco”, del poblado de Castaños, Coahuila, para llevar a cabo la ceremonia civil del 5 de mayo. Tal actitud del juez produjo los conceptos más anticlericales de los redactores. Lo tildaron de “juez clerical y fanático”, y enfatizaron que, además de prohibir la festividad del club, “se mofó soezmente de los sentimientos liberales”, permitiendo “que sus secuaces fanáticos sacaran en procesión a ese santo […] con el que la rapiña clerical explota a los cándidos, San Isidro”. En otras palabras, señalaban al juez Cárdenas de seguir las órdenes del “famoso cura” Hilarión Arpón, “que ensucia la casa de Dios con sus denuestos contra los dignos liberales del club Miguel Blanco”.
Estos casos de jueces delatados por Regeneración nos permiten insistir en una premisa que expusimos en nuestra primera entrega: todos estos casos nos suenan familiares, cercanos. En primera instancia, varias preguntas podrían formularse: ¿cuánto ha cambiado el poder judicial de principios del siglo XX a hoy? ¿Sigue habiendo dilación en las sentencias, violando las garantías individuales de los acusados? ¿Sigue habiendo jueces protegidos por gobernadores, jueces sin preparación necesaria para sus puestos o que atienden intereses confesionales?
La respuesta a las anteriores cuestiones no es simple retórica. Las planteamos para tratar de entender por qué, a pesar de un largo tiempo que nos separa de ellos, sentimos que nos interpelan los casos expuestos por Regeneración. Una respuesta es que atizan nuestra imaginación histórica. Esta imaginación se activa cuando experiencias del tiempo presente nos muestran otra cara de la realidad y nos ilumina un tramo del pasado que habíamos ignorado.
En un hermoso análisis de la obra Los reyes taumaturgos, de Marc Bloch, el historiador italiano Carlo Ginzburg argumenta que la terrible experiencia que el historiador francés había obtenido en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, le había dado —por una especie de analogía— material para poder imaginar cómo se propagaban “las noticias falsas”, los rumores y las leyendas durante la Edad Media. Es decir, le dio una nueva perspectiva sobre el fenómeno de la tradición oral.
Algo semejante sucede ahora. La experiencia colectiva actual, con su intercambio de ideas y pasiones derivado de la inminente reforma al poder judicial, no sólo nos anima a releer con otros ojos los olvidados primeros meses de vida de Regeneración y su embestida contra este poder, sino también nos permite poner en perspectiva histórica (es decir, verlo como un hecho de larga duración) un problema medular de nuestras instituciones republicanas.