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Tragedia, percepciones e inseguridad en un estadio de futbol

A la distancia sabemos que Mauricio Kuri tenía razón. Sin embargo, ¿por qué nadie o casi nadie creía la versión del gobernador?

El 5 de marzo de 2022 ocurrió una tragedia en el Estadio Corregidora. En el segundo tiempo del partido entre Atlas y Querétaro, aficionados de la porra del equipo local comenzaron a invadir las gradas donde se encontraban los hinchas del equipo tapatío. Se detonaron los golpes, el enfrentamiento. Al minuto 62 el partido se detuvo, se abrió un acceso en la cancha para que cientos de personas y familias bajaran desde la tribuna, pudieran estar más seguras y salir del estadio. La transmisión de televisión no dejó de grabar, los narradores del partido condenaban la situación. Escenas recurrentes mostraban a hinchas de Querétaro golpeando a los del Atlas. La brutalidad fue escalando, había personas cubiertas de sangre, algunas tiradas e inconscientes.

Quienes fueron al estadio también grabaron el zafarrancho con sus celulares, imágenes escalofriantes. Las fotografías y los videos comenzaron a difundirse por todas las redes sociodigitales; la crudeza del contenido y la excepcionalidad promovieron que los contenidos se viralizaran. En ese momento de conmoción ya se hablaba de varios muertos. En Twitter rápidamente surgió el hashtag #VergüenzaNacional, posteriormente #Asesinos: dos narrativas que se nutrieron de la sobreexposición de imágenes dramáticas, emociones de tristeza, indignación ante lo ocurrido en el estadio y fotos de los presuntos agresores.

Desde las redes se buscaba castigo inmediato contra los supuestos asesinos. A este tipo de condena pública se le conoce como “escrache” o “shaming” y usualmente surge después de un shock moral que desde la sociología explica por qué las personas, ante materiales impactantes, se unen a una causa o movimiento social aunque no tengan lazos preexistentes con los miembros de la movilización.[2]

A las 20:15 horas, el periodista David Medrano, de Televisión Azteca, publicó el siguiente tweet: “La primer cifra extraoficial es de 17 fallecidos”. Con este número se dio certeza a lo que era evidente ante los ojos de millones de personas que vieron las dramáticas imágenes. Posteriormente surgieron los hashtags #17muertos y #síhaymuertos, que se acompañaron con los videos de las personas golpeadas, ensangrentadas e inconscientes, así como de testimonios de supuestas desapariciones o gente que había perdido contacto con sus familiares.

De manera inmediata, esas narrativas se reprodujeron en la prensa nacional e internacional, fomentando la indignación y alimentando la percepción sobre la presencia de personas fallecidas. Sin embargo, a las 00:17 horas del día siguiente y desde un hospital, el gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, publicó un video en sus redes para sostener lo inverosímil: dijo que no había muertos. Más tarde, a las 15:56 del domingo 6 de marzo el mismo mandatario local señaló esto: “No vamos a ocultar nada. Sé que las imágenes del estadio son perturbadoras y que se han difundido nombres de personas que, supuestamente, han fallecido; pero hoy confirmamos que afortunadamente están VIVAS y recibiendo atención médica”.

            La versión oficial no tuvo eco, al contrario, en la siguiente gráfica vemos que las declaraciones de Mauricio Kuri no evitaron la propagación de los hashtags #17muertos y #síhaymuertos; incluso surgió #síhubomuertos como respuesta a la versión del gobernador (n= 480,665 tweets).

            Al analizar las respuestas a los tweets de Maurio Kuri, mediante la técnica Latent Dirichlet Allocation (LDA), identificamos dos temas principales que expresan indignación y desconfianza hacia el gobernador. Como se observa en la siguiente imagen, el primer tema expone palabras que acompañaron a los videos e imágenes de las personas golpeadas e inconscientes, mientras que el segundo tema constituye un campo semántico que desestima la versión oficial, calificándola como “mentiras”, “mamadas”, “pendejadas”, etcétera.

A la distancia sabemos que Mauricio Kuri tenía razón. Sin embargo, ¿por qué nadie o casi nadie creía la versión del gobernador? A manera de hipótesis, este caso pone de relieve una serie de factores que explican un fenómeno que delinearé a continuación.

El primer factor es el contexto de violencia incitado por la guerra contra el narcotráfico —y a favor del narcotráfico— que impulsó Felipe Calderón, donde la vida se devaluó, se llenó de sangre el país y los cuerpos tirados en la calle, colgados, abandonados dentro de una bolsa o en botes se convirtieron en imágenes recurrentes del paisaje mexicano. Ver morir a alguien de la manera más brutal tras un zafarrancho es una acción verosímil. 

Por otra parte, ante la ausencia de información oficial durante los primeros minutos se generó un vacío que fue llenándose con rumores y afirmaciones no verificadas. El punto más alto de esta desinformación fue el tweet de Medrano al cubrir la mentira con una cifra. La voz del periodista no se puso en duda y desde Twitter se determinó lo que había sucedido; tal como sucedió durante el sismo de 2017, cuando Denise Maerker y Carlos Loret de Mola construyeron desde Televisa la mentira de la niña Frida Sofía.

Un tercer factor es la desconfianza hacia las instituciones. Con información de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG)[3] de 2021, a nivel nacional 54.9 por ciento de las personas no confía en los gobiernos estatales; 48.5 por ciento no confía en los medios de comunicación y 66.7 por ciento desconfía de la policía. Esta triada hace que la versión oficial carezca de verosimilitud, tome fuerza la narrativa sobre una supuesta complicidad entre el gobernador Mauricio Kuri y los medios corporativos y, en consecuencia, las voces autorizadas y legítimas para compartir información sobre lo sucedido sean principalmente las personas que presenciaron los hechos y compartieron sus videos en las redes sociodigitales.

Finalmente, este caso muestra cómo la verdad expuesta mediante un discurso oficial pasa a segundo plano cuando la información falsa es verosímil, surge y se difunde más rápido, está cargada de emotividad y sus emisores tienen legitimidad. Además, de manera tangencial este breve texto presenta cómo la percepción de inseguridad y los sesgos de confirmación operan cognitivamente para reafirmar ideas preconcebidas.


Julián Atilano, Sociólogo por El Colegio de México e investigador del PUEDJS de la UNAM


[1] El presente texto hace referencia al estudio publicado por el equipo del Tlatelolco Lab del PUEDJS-UNAM. Véase en: https://bit.ly/3BNYKtg

[2] Jasper, J. M. (1999). The art of moral protest: Culture, biography and creativity in social movements. University of Chicago Press.

[3] Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental, 2021. Véase en https://bit.ly/3BQUTff

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