El núcleo antagónico del proyecto de nación del obradorismo

Columnas Plebeyas

En el marco de la política, las disputas ideológicas no sólo son normales sino que su existencia revela una pulsión saludable. La ruptura de la unanimidad en las ideas es signo de libertad y saber procesar esos disensos pacíficamente es parte de la democracia. Así, incluso en los partidos y actores políticos contemporáneos —donde desde la caída del Muro de Berlín las ideologías tienen menos peso que antes—, es legítimo que haya liderazgos políticos, movimientos, acciones colectivas y grupos sociales que se articulen no sólo a favor de algo sino también en contra.

¿Cuál es, en ese sentido, el gran articulador antagónico del movimiento político que ha encabezado Andrés Manuel López Obrador y que gobierna México desde 2018? Señalar al neoliberalismo como generalidad puede ser correcto pero impreciso. ¿Qué parte específica de ese ideario y personeros representan los adversarios centrales del actual gobierno? Aquí una breve respuesta, a juzgar por la articulación de Morena (Movimiento de Regeneración Nacional) como movimiento político nacional y la construcción de su identidad ideológica.

Señalemos que la gran estructuración del obradorismo tiene génesis en el proceso de desafuero de 2004-2005, dado que ahí, al margen de partidos, un grupo ciudadano pluriclasista y nacional comenzó por convicción a articularse en torno a un personaje en contra de una injusticia, en aras de una legítima candidatura presidencial de cara a la elección de 2006. Cuando ese grupo ganó la batalla del desafuero e hizo al gobierno de Vicente Fox recular de su acto autoritario, vino sin embargo la construcción del antagonismo central del movimiento lopezobradorista: la connivencia ilegal de Fox con el candidato panista Felipe Calderón, que enturbió la elección hasta llevarla al fraude. Y sería el sexenio ilegítimo emanado de ese fraude la antítesis de lo que más tarde conoceríamos como Morena. Lo que representa el calderonismo es el adversario central en las raíces ideológicas del movimiento hoy en el poder. Aquí cuatro preocupaciones centrales al respecto.

Primera: El fraude electoral. Luego de un “triunfo” de Calderón marcado por la alteración del conteo de actas, una numeralia contaminada por el sindicato de Elba Esther Gordillo y la movilización ilegal de recursos de gobernadores cómplices —como Eugenio Hernández o el “góber precioso”—, factores aunados a tres campañas ilegales sin precedentes (la intromisión de Fox, la del Consejo Coordinador Empresarial y la campaña sucia del Partido Acción Nacional), una prioridad de Morena y su proyecto es combatir las prácticas sucias y buscar el voto no a fuerza de dinero sino a ras del suelo. De ahí que Morena regrese prebendas al Instituto Nacional Electoral (INE) y de ahí que AMLO elevara a delito grave el fraude electoral.

Segunda: La privatización energética. Luego del fallido y turbio intento de privatizar Petróleos Mexicanos (Pemex) en 2008, sobrevino una movilización de meses, encabezada por López Obrador, que detuvo el intento de reforma y generó un debate abierto y sin precedentes donde se construyó un proyecto que ponderaba la rectoría estatal sin renunciar a la interlocución internacional, pero con la soberanía como prioridad. De ahí que el punto central en los principios ideológicos de Morena, después, fueran la soberanía petrolera y que el gobierno de AMLO —con el combate al huachicol, la construcción de una refinería, la nacionalización del litio y un proyecto de reforma eléctrica— apueste por ese camino que pondera lo público.

Tercera: Combate al tráfico de influencias. La reforma energética calderonista de 2008 no sólo era privatizadora, sino que iba a legalizar actos irregulares contra Pemex de panistas como Juan Camilo Mouriño, Juan Bueno o César Nava. Más que sólo combatir la visión neoliberal de la privatización, la movilización de 2008 también denunciaba que así sólo se legitimarían robos de la élite calderonista.

Cuarta: La seguridad es producto de la justicia, no de la mano dura. Hoy sabemos que la “guerra contra el narco” de Calderón fue una farsa sangrienta. El primero en denunciarlo fue el movimiento lopezobradorista, cuyos recorridos por el país evidenciaron algo: la paz debe ser consecuencia no sólo de un mínimo de bienestar social en salud, vivienda y educación, sino también de un fomento a valores solidarios y de ponderación de lo público.

Estos cuatro elementos brevemente ensayados entrañan cómo el movimiento que hoy gobierna labró su principal antagonismo en el calderonismo. Las raíces de Morena van más atrás y no se agotan en ese rostro del PAN. Sin embargo, éste sí significó un punto de inflexión hacia una mayor organización que desembocaría en el triunfo electoral de 2018. No es fortuito hacer esta remembranza sobre los adversarios centrales del actual movimiento gobernante porque la continuidad de ese proyecto y su profundización dependen de que se retomen esas raíces y Morena ponga diques a quienes olviden u obvien esos legítimos antagonismos.

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