El fenómeno Milei ofrece grandes lecciones para América Latina. A pesar de que nos encontramos en plena segunda oleada de gobiernos progresistas, se generó una corriente de resaca (de esas que no te dejan salir del mar), intensificando radicalmente las pulsiones del neoliberalismo clásico. Argentina está siendo arrastrada en estos momentos a un nuevo laboratorio en el que se pretende construir, mediante la doctrina del shock, un infierno neoliberal 2.0.
El espacio económico global de Argentina no es cualquier cosa: se trata de la tercera economía de la región latinoamericana (sólo por debajo de México y Brasil) y que, además, estuvo a punto de anexarse al ampliado grupo geopolítico de los BRICS plus (que forman en su base Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica, abiertos a la adhesión de varios otros países). Esto representaba la posibilidad de encontrar financiamiento alternativo al sistema actual de deuda financiera (capitales buitres) que impone el Fondo Monetario Internacional.
En su lugar, ha llegado el modelo económico “libertario”, en donde la palabra “libertad” no se refiere a la de las personas o a lo países que sufren bajo las fuerzas de dominio imperiales sino a una libertad total que se adjudica el capital privado global para implementar políticas económicas de choque, en la que se acepta abiertamente el empobrecimiento como una política de Estado. ¿Cuál es el objetivo?, elevar las ganancias oligopólicas de los capitales y profundizar la economía de la deuda.
El “león libertario”, a pocos días de iniciar su mandato ha dejado suficientemente claro que el ajuste, como es tradición bajo el neoliberalismo, recae en la población y que la “casta” que juró echar a patadas no sólo no es tocada, sino que se descubre que regresa cínica como ejecutora de la inhumana austeridad neoliberal. Es el caso del macrista Luis Caputo, ahora al frente del Ministerio de Economía de Javier Milei.
El infierno neoliberal 2.0 perfila un país en el que se cumplen los sueños más anhelados de todo conservador: libertad absoluta para convertir deudas privadas en públicas, permitir el abuso empresarial de la hiperinflación y una devaluación sostenida de la moneda como estrategia de comercio exterior para beneficio de grandes industrias, además —algo extremadamente preocupante— del uso de la fuerza policial para eliminar cualquier manifestación social frente a estas condiciones extremas de pauperización.
La batalla no va a ser sencilla, puesto que este nuevo modelo “libertario” se impuso en las urnas mediante una campaña innovadora por su estridencia, su discurso económico y el uso sofisticado de estrategias simbólicas (como la motosierra o los himnos, por ejemplo) que anularon el mensaje tradicional del kirchnerismo, a su vez desprovisto de una narrativa clara frente al electorado, especialmente el más joven.
Pero la resistencia social vendrá y para triunfar habrá que revisar las estrategias de comunicación, porque el neoliberalismo está llevando a cabo su último intento de dotar de un nuevo respiro al capital. Y depende del pueblo crear un entorno de liberación no para el capital, sino, de una vez por todas, para sí mismo.