El 24 de agosto, en Johannesburgo, Sudáfrica, concluyó la decimoquinta cumbre del bloque político internacional conformado por Brasil, Rusia, India, China y el anfitrión africano, también llamado BRICS: una alianza estratégica formada hace 17 años con el principal objetivo de ofrecer una alternativa de integración geopolítica menos desigual y con un mayor grado de participación equilibrada entre los asuntos tratados por sus miembros, ello en franco contraste con organizaciones similares, como el G7, que agrupa a Estados Unidos con sus súbditos incondicionales en el mundo: Reino Unido, Alemania, Italia, Francia, Canadá y Japón.
Sin embargo, lo que diferencia a esta cumbre del BRICS de muchas otras es su esperada expansión, al formalmente anunciar la entrada de Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos al grupo a partir de enero de 2024.
Esto no es cosa menor en términos económicos y energéticos, pues nada más con la inclusión de esos últimos tres países el futuro BRICS+ controlará el 80 por ciento de la producción mundial de petróleo, componente indispensable de la maquinaria capitalista contemporánea, y ello sin mencionar el 30 por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial y más del 40 por ciento de la población total del planeta, lo cual en términos de mercado y fuerza de trabajo es sumamente significativo.
Por otro lado, y aunado al económico, el factor geopolítico quizá representa el mayor avance alrededor de esta organización, ya que ha comenzado una expansión real después de décadas de consolidación entre los participantes originales, que previamente fundaron el Nuevo Banco de Desarrollo y el Acuerdo Contingente de Reservas en 2015, todo con el primordial objetivo de configurar una alternativa concreta y viable, a mediano y largo plazo, al sistema geoeconómico internacional establecido por Estados Unidos después de 1945.
Lo anterior sin duda es un paso más que contribuirá al proceso de multipolarización del sistema geopolítico internacional; no obstante, es preciso que los líderes actuales y futuros del nuevo BRICS+ presten mucha atención a los movimientos de la alianza euroatlántica comandada por Washington y sus aliados, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pues dicho cambio sistémico augura para ellos una pérdida de hegemonía mundial, a la cual es poco probable que renuncien de manera callada o sin conflicto.
Finalmente, y como apunte interno hacia México, es de suma importancia que tanto la actual administración saliente, como la entrante el próximo año, así como la academia interesada en contribuir a un estudio serio y lo más objetivo posible de este fenómeno, se comiencen a analizar con detenimiento las corrientes generales detrás de actores políticos como el BRICS+, pues esto representará para el país latinoamericano una importante área de oportunidad en el actual esquema internacional, en plena reconfiguración.