Es muy posible que, cuando nos encontremos de nuevo en este espacio, Morena ya haya anunciado los resultados de la encuesta que definirá quien coordinará los comités de defensa de la Cuarta Transformación. Según el calendario presentado por el partido, el 6 de septiembre será la fecha que cerrará esta etapa. Mientras esperamos la definición es conveniente que reflexionemos sobre cómo ha sido este proceso, así como los desafíos que plantea la etapa que sigue. En el tránsito de una etapa a otra se espera un desplazamiento que nos lleve de la lógica más publicitaria que dominó la etapa de la encuesta a otra más política en la cual la organización popular y la construcción de agenda ocupen un lugar más central.
La ventaja que Claudia Sheinbaum ha mantenido por poco más de un año parece consolidada y, a medida que se acerque el 27 de agosto, fecha en la que los aspirantes deben finalizar sus recorridos, es posible que veamos más intentos desesperados por alcanzarla. De ahí que la principal interrogante en las próximas semanas sea el grado de consenso que logre esta definición. Si en un primer momento los reclamos por “piso parejo” dominaron la escena, luego de las renuncias de los cuatro perfiles de Morena y el establecimiento de algunas reglas básicas, se logró encauzar el proceso. En este sentido el presidente sirvió como el gran garante de la unidad al propiciar los acuerdos que luego formalizó y avaló el principal órgano de representación de Morena. Sin embargo, la unidad dista mucho de estar asegurada y antes del anuncio del 6 de septiembre se deberán redoblar esfuerzos para que ese día estén presentes la totalidad de los aspirantes, dando con ello un aval tácito a la definición. Lograr la foto de la unidad debe ser una prioridad para la conducción del movimiento obradorista.
Una vez definida la coordinación de defensa de la 4T, se abrirá otra etapa cuya lógica será muy diferente a la que dominó la encuesta. No sólo porque lo que se espera es que todo el movimiento se encolumne ante el liderazgo elegido por la encuesta, sino porque este aval le permitirá a la persona elegida abordar más explícitamente la tarea de construir una nueva mayoría para el 2024. Tanto la encuesta como la normativa electoral han propiciado que en esta etapa haya dominado un enfoque más publicitario que propiamente político. En efecto, para ganar la encuesta había que posicionar nombres entre la población y con ello las consultoras con sus saberes y herramientas ocuparon un lugar central entre los equipos. Basta ver el dichoso plan Ángel de Ebrard, que más que reflejar las preocupaciones sobre seguridad parece haber sido guiado en Hollywood para conquistar a cierto sector social.
Por el contrario, una vez definida la encuesta y cerrada esta etapa, ahora el énfasis se desplazará hacia la construcción de una agenda de temas a abordar durante la campaña. Sin que el enfoque publicitario -ineludible en toda campaña- salga por completo de escena, en esta nueva etapa deberá dominar una lógica de construcción colectiva, en donde la persona candidata busque acercar a todos los sectores sociales involucrados en la confección e implementación de esta agenda.
Para ponerlo en términos simples: si el resultado esperado en la etapa de la encuesta apuntó a asegurar la unidad política del movimiento y a difundir entre la población el nombre y virtudes de los aspirantes, en la próxima etapa el énfasis deberá estar en lograr la unidad entre el movimiento y los sectores sociales que desea representar. Por su propia lógica de partido-movimiento, el obradorismo y Morena como su principal instancia de organización electoral, deben reclamar su lugar como ariete de organización popular y correa de transmisión de demandas sociales.