Las elecciones del Estado de México y Coahuila no pueden ser leídas igual. No es sólo una cuestión del tamaño del padrón electoral, sino del transfondo político. A pesar de que la alianza opositora quiere comunicar como un empate lo sucedido en los comicios estatales en realidad la jornada del 4 de junio representa una gran derrota en un intento de posicionar al acuerdo partidista como contrapunto al presidente Andrés Manuel López Obrador y su movimiento. Y en vez de asumir los costos de sus malas decisiones, los líderes de los partidos de oposición, como lo han hecho por meses, quieren descargar en otros actores la responsabilidad política.
Primero, se han refugiado en las discrepancias de algunas encuestas. Destaca que la interpretación de tales instrumentos se enfoque en el Estado de México y no en Coahuila. En ambos casos, hubo una gran variabilidad en los resultados publicados antes de la elección e incluso en las encuestas de salida, pero sólo se realzan la diferencias en la sobreestimación del margen de victoria de Delfina Gómez y poca atención se le pone a la subestimación del margen con que ganó Manolo Jiménez. Los encuestadores tomarán la palabra en los siguientes días para dar su versión sobre lo que sucedió, pero una variable clave será la tasa de participación.
La alianza fracasó políticamente al no poder inyectar en la elección del Estado de México la percepción de urgencia por salir a votar que sí logró transmitir, por ejemplo, en la Ciudad de México en 2021. Para una coalición que busca aglutinar todo lo que sea anti-López Obrador, una baja participación significa que no hubo mucha repercusión de la conversación pública sobre el Instituto Nacional Electoral (INE), la Corte o los organismos autónomos como para animar a muchas más personas a votar.
Además, los líderes aliancistas también han buscado lavarse la cara argumentando la ausencia del gobernador Alfredo del Mazo. Desvergonzadamente encuentran la respuesta al fracaso en el Estado de México en términos como entregar la plaza o negociar la embajada, aceptando implícitamente que lo normal y aceptable hubiera sido una intervención estatal descarada, incluso al nivel de lo ocurrido en Coahuila, con documentadas violaciones a los derechos de decenas de militantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) antes y en el mismo día de los comicios.
De nuevo, la explicación es que el Estado de México y Coahuila no se pueden interpretar igual. No es que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) sí haya sido exitoso en convencer a los ciudadanos en Coahuila y no en el Estado de México. En esta segunda entidad, a pesar de los intentos desesperados por desligar la imagen de la candidata Alejandra del Moral del partido tricolor, la carga del desprestigio de la marca fue abrumadora. Por el contrario, aunque en Coahuila todas las encuestas mostraban un repudio similar al PRI, la incapacidad de las dirigencias de Morena, el Partido del Trabajo (PT) y el Verde de ofrecer una candidatura común al electorado, aunada a las titubeantes declinaciones, dejaron a la gente sin opciones y con pocos incentivos para participar.
Finalmente, aliancistas, pero también opinadores y analistas, buscan en la irracionalidad y la incompetencia de los otros el pretexto para la irracionalidad e incompetencia propia. No es la irracionalidad de los mexiquenses o su falta de educación lo que motivó el viraje hacia Morena.
El desgaste de los partidos de la alianza está a la vista, pues ha perdido más del 80 por ciento de las elecciones en las que compite. En el Estado de México, en sólo seis años los partidos hoy aliancistas pasaron de 63 a 43 puntos puntos porcentuales en el voto efectivo. No hay más irracionalidad que pensar que podían salvar el día con una derrota apretada.
Es lugar común decir que hoy arrancó el 2024. Pero si así lo fuera, mal harán los líderes de las fuerzas políticas y los intelectuales de la alianza en comprarse el mito del empate. Había otra época en donde los líderes de los partidos, ante un fracaso así, daban un paso al costado. Hoy toman champaña porque si perdieron fue culpa de los demás.