Como el río que se desborda

Plaza de la Constitución S/N

Al presidente de la República

AMLO: Abreviatura de su nombre completo y logo que lo representa a usted y a los ideales y acciones que ha realizado durante su mandato. AMLO es un nombre corto, potente, y todos sabemos a lo que se refiere. Algunos lo asocian con cosas buenas y otros con cosas malas.

Al principio de este sexenio no me consideraba una “persona política”. Pensaba que eso era más bien una elección, como cuando se elige el sabor de un helado, una carrera a la cual entregarse o incluso una creencia. Yo no creía en la política. Esto se debe en gran parte a mi crianza, ya que mi familia creció dentro de la religión de los Testigos de Jehová, que según mis datos (ja, ja), son un grupo grande en este país. Los testigos de Jehová no pueden ser personas políticas, va en contra de sus creencias. Por eso nunca tuve interés ni amor por lo que acontecía, la preocupación por el porvenir ni el coraje por los errores del pasado.

Hasta hace cinco años -poco después de que usted llegó al mandato- dejé de profesar esas creencias religiosas y empecé a entender el mundo de forma diferente. Y lo era, era muy diferente a como lo percibía antes. Muchas cosas cambiaron, mi forma de presentarme ante la gente, de ver incluso a la gente. Antes ni lo hacía, existía una barrera que abrazaba a mi familia y a los de mi religión, y que excluía todo lo demás.

Todo comenzó como cuando se desborda un río. Mi mente empezó a expandirse y comencé a tomar partido, a enojarme, a exigir y a cuestionar.

Debo decir que al principio usted no me agradaba, creo que estaba rodeada de ideas radicales y desinformadas, pero en cuanto empecé a cuestionar el porqué de las problemáticas que observaba a diario, su discurso me hacía cada vez más sentido. Incluso comprendí cuál era mi clase social, y pasé de ser clase media a ser pobre. Más pobre que muchos, pero igual de pobre que la mayoría.

Actualmente observo cómo algunas personas se expresan y describen su mundo con una aparente frialdad. La pobreza en sus mundos es vergonzosa, somos para ellos los relegados, los huevones, los sin esperanza, los sin educación ni cultura. Lo curioso es que cuando hablan de la cultura mexicana, ahí sí sacan a relucir: “Soy mexicano, mexicano de los tacos de canasta, de las gelatinas, de ‘a pie’, del metro más limpio, de las flores, del campo, de los bailes típicos, de los colores, del amor, sí, del amor del mexicano, de su calidez”.

Los escucho y no sé cómo sentirme al respecto porque yo solía ser así. Y, no era mala, o no lo sabía. ¿Ser malo es ser ignorante? No lo sé. Claro que hay muchos conscientes que hacen el mal, aun sabiéndolo, pero por experiencia propia, los demás, los que no tienen esa conciencia, van por la vida firmes en sus creencias, tanto como yo con las mías en su momento.

Es una lucha constante el platicar las cosas con amor para no crear aún más división. Veo a mi país dividido, pero lo importante es que ahora lo veo, porque esa división siempre existió, ahora es más evidente. Sin embargo, creo en la tolerancia, creo en el amor, en el respeto. Gracias a su persistencia y su valor para tomar la batuta, creo en la política, porque ahora sé que no es una creencia ni una elección. Soy una persona política porque así es mientras estemos en sociedad y es mi obligación serlo.

¡Gracias por todo! Espero que este mandato lo haya llenado de satisfacción.

Excelente vida.

Hasta siempre, mi presidente AMLO.

Atentamente:

C. Karen Marlene Rodríguez Terán.

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